Un viaje a través de historias olvidadas en la mina Sominar
La travesía hacia la mina Sominar se transforma en una experiencia inolvidable, donde los ecos del pasado se entrelazan con el paisaje salvaje de Mendoza.
El viento de la mañana golpeó las ventanillas de nuestro vehículo, como si intentara recordarnos que la aventura nunca es sencilla. Ante nosotros se alzaba, enigmático, el hotel abandonado de El Sosneado, con sus paredes deterioradas y un aire de misterio que solo un lugar olvidado puede transmitir. Iniciamos el viaje temprano desde Malargüe, recorriendo 50 km de asfalto y 70 km de ripio en buenas condiciones por la RP 220.

Dejando El Sosneado atrás
La caravana de Mainumby4x4 comenzó a moverse cuando dejamos atrás esa imponente sombra del pasado. Nos adentramos en un sendero que serpenteaba hacia el valle del Atuel, en dirección a la mítica mina Sominar. Acceder a este sitio es un desafío: durante el verano, el caudal del agua se intensifica, y en invierno, la nieve cubre todo. Habíamos intentado visitarla anteriormente sin éxito, pero esta vez el clima nos favorecía. Era hora de saldar una deuda pendiente: la mina de azufre del volcán Overo, que operó desde los años ’50 hasta 1978, cuando dejó de ser rentable debido a la importación del mineral.

Sin embargo, la montaña nos enfrentó a su realidad. El camino minero se desvaneció abruptamente, obligándonos a descender hacia el cauce del río Atuel, cuyas aguas parecían pacientemente esperar nuestro arribo. A pesar de los obstáculos, cada bache y cada sacudida en las rocas nos recordaba que estábamos en un territorio salvaje. Con cada curva y bajo las indicaciones de Verónica Romaña, líder de la caravana, el misterio del viaje se intensificaba hasta que después de un extenso tramo, el viejo camino reapareció.

Encuentro con el pasado en la mina
Finalmente, nos detuvimos ante un cartel desgastado que indicaba: “Prohibido el ingreso con vehículos 4×4”. El mensaje era claro; a partir de ahí, solo los caminantes eran bienvenidos. Apagamos los motores y nos envolvió un silencio profundo. Compartimos un almuerzo en ese entorno sombrío, lleno de historia y misterio.

Con cautela, ingresamos a pie al lugar, sintiendo la necesidad de honrar el pasado. Las ruinas nos hablaban en un murmullo silencioso: muros de hormigón, restos de un cablecarril que una vez transportó azufre, y galpones desmoronados que respiraban historias. Imaginamos a los hombres trabajando, el sonido de la maquinaria llenando el aire. ¿Cuántas vidas se entrelazaron aquí, en este rincón olvidado de la cordillera?

Caminamos lentamente, disfrutando de cada rincón. Allí estaba el taller, más allá el comedor donde aún parecía flotar el aroma de la comida. Los dormitorios eran eco de sueños pasados. La montaña, eterna e indiferente, recordaba que el tiempo avanza pero no olvida. Uno de los recuerdos más pesados que flotaba en el aire era el accidente del avión uruguayo, que ocurrió a apenas unos kilómetros de ahí hace 53 años.

Con la caída del sol, comenzó nuestro regreso. El valle se tiñó de dorados y sombras, mientras la mina quedaba atrás, como un libro cuya historia nunca se cerrará del todo. En el horizonte, el hotel de El Sosneado se recortó contra el cielo ardiente, despidiéndonos como un espectro. La última imagen que guardamos fue la tranquila laguna El Sosneado, que me recordó aquel día de tortas fritas, donde entendí que en la montaña, los recuerdos se convierten en parte del paisaje. Regresamos a Malargüe con la sensación de haber caminado por un mito. La mina Sominar aún late en cada ruina, respira en cada silencio, desafiándonos a mirar más allá del misterio.
Organiza: Mainumby4x4, WhatsApp: (011) 6036-1111.
