Fuerte caída en el consumo de bebidas alcohólicas
Los argentinos estuvieron tomando menos bebidas alcohólicas en 2017 en relación al año anterior. Aunque hubo una excepción: la cerveza. Los fabricantes de esa industria registraron una mejora en sus volúmenes de venta del 19%, según un estudio al que accedió Clarín. El comportamiento del consumo masivo de 2017 fue extraño, y a los especialistas les cuesta precisar una conducta. El calor también ayuda a la cerveza, que se venda fría. En las bebidas alcohólicas pareciera haber tallado el precio y el marketing. Las cervezas se despachan a importes más económicos que el resto de las bebidas alcohólicas. Esa «accesibilidad» les permitió ganar posiciones frente a otros segmentos con alcohol. Hay envases nuevos -como las latas- que ya están representando casi un 20% de las ventas de cervezas. El fabricante local de esas latas está con su capacidad de producción al límite y hasta requiere importaciones para poder abastecer la demanda local. Las marcas de cervezas recurrieron a «famosos» para sus comerciales locales, lanzaron nuevos envases -el de lata de casi medio litro es uno de los que mejor funciona- y recurrieron a promociones para ganar en 2017. En 2016, la cerveza atravesó un año de malas ventas. En cambio, las ventas de vinos finos disminuyeron en un 16% en 2017 en relación con el año anterior. Las de vinos comunes cayeron un 14%. Toda la industria de bebidas alcohólicas -salvo cerveza- tuvo esa orientación, que cerró con un 4% negativo total. Pero ese número hubiera sido más alto de no ser por el desempeño de la cerveza. Los volúmenes de fernet despachados retrocedieron un 15% y los de espumantes, un 14%. Los datos salen de en un estudio que releva casi todas las principales cadenas de supermercados y un número representativo de autoservicios que conforman una buena muestra nacional. Los aperitivos alcohólicos son los que menos sufrieron el tropezón de 2017, ya que su consumo disminuyó en un 8%, casi la mitad de la caída de las otras alcohólicas. El consumidor está cambiando. Tiene que destinar mayor cantidad de sus ingresos a pagar las nuevas tarifas, está pagando la cuota de un auto/moto y hasta ahorrando para un crédito hipotecario. Eso le resta ingresos a los consumos «suntuosos» o no imprescindibles, como pueden ser las bebidas alcohólicas, según los especialistas. «Se estandarizó la industria de bebidas. Coca-Cola en gaseosas, Danone en aguas, Quilmes (con el respaldo de la mayor multinacional cervecera del mundo) en cervezas. En cambio, las bodegas somos 450, tenemos otra propuesta que no es ‘estandard’, sino más sofisticada y pertenecemos a la economía agrícola, que tiene sus propias reglas», desentraña Sergio Villanueva, gerente de la Unión Vitivinícola Argentina. «La nuestra es industria de base agrícola. Tanto 2016 como 2017 fueron de bajas cosechas, por lo que no tuvimos todo el vino que hubiéramos querido y hasta hubo que importar», puntualiza Villanueva. «Por otro lado, también quedamos descalzados de los consumidores. Nuestros productos le resultaron más caros y no tuvimos los recursos para una campaña de marketing feroz como si tuvieron los de la cerveza», agrega. El buen momento de la industria cervecera hizo que el Poder Ejecutivo evaluara incluirla en la reforma tributaria. Actualmente, tributan un 8% de impuestos internos, pero el ministerio de Haciendo evaluó llevarlos al 17%. Carlos Brito, titular de AB InBev -la mayor compañía del mundo, que en el país es dueño de Quilmes- se reunió con el presidente Mauricio Macri en noviembre para pedirle que ese aumento no se haga efectivo. Y parecía que el Gobierno iba a desestimar ese incremento impositivo, pero lo mantuvo, aunque con otra tasa. En la ley que salió aprobada por el Congreso, la cerveza quedó con un tributo de impuestos internos de 14% para las industriales y 8% para las artesanales. AB InBev compró los activos de Isenbeck en el país. Acordó una transacción para intercambiar marcas con su competidor CCU, pero ese p