«Oficialmente todos deben estar empleados en Corea del Norte. Estar desempleado es ilegal y hasta puede ser penado. El Estado le asigna un trabajo a cada persona y la asignación depende del sistema de estratificación social Song Bun, es decir, del nivel de lealtad al régimen», comenzó a explicar Scarlatoiu, director ejecutivo del Comité por los Derechos Humanos de Corea del Norte, una organización con sede en Washington. «El acceso a una buena educación, un buen trabajo, inclusive a buena comida, depende de la clase a la que uno pertenezca. La clase central o leal representa a un 20-25% de la población, la clase vacilante a un 40-60% y la clase hostil a un 20%», agregó el especialista en una entrevista con Télam durante su breve visita a Buenos Aires. Pyongyang niega que exista esta suerte de sistema de castas; sin embargo, innumerables desertores y refugiados norcoreanos lo han confirmado a lo largo de las últimas décadas. Las familias que pertenecen a la clase central son aquellas que descienden de miembros de la resistencia contra la ocupación japonesa que comenzó en 1910 y terminó al final de la Segunda Guerra Mundial, y de aquellos que pertenecían a la clase trabajadora al fundarse el país, en la posguerra. Son el partido, el régimen, los leales. En el otro extremo están los llamados hostiles. Estos provienen de familias que antes de la creación del régimen comunista eran terratenientes, comerciantes, profesionales o tenían algún vínculo con el cristianismo. Pyongyang niega que exista esta suerte de sistema de castas; sin embargo, innumerables desertores y refugiados norcoreanos lo han confirmado a lo largo de las últimas décadas «Todos los que ocupan una posición o hacen un trabajo significativo deben pertenecer a la clase central. Hay poca movilidad social. Uno de los pocos ejemplos de esto son los miembros de la policía especial. Vienen de la clase vacilante, pero como ocupan posiciones muy importantes, ascienden», explicó En Corea del Norte no existe la propiedad privada. Oficialmente el Estado es el único empleador y el único proveedor de educación, alimentos, salud y vivienda. Desde el poder se decide qué jóvenes estudian y quiénes no, dónde trabajarán después de cumplir los 10 años de servicio militar -obligatorio para los hombres- y, por ende, dónde vivirán. Pese a ser tratado como un paria internacional, en los últimos años muchas empresas, entre ellas varias europeas, han tercerizado parte de sus operaciones en el país asiático, aprovechando los bajos costos y la preparación técnica de su juventud, en industrias como la tecnológica y la animación. Scarlatoui sonrió, asintió ante el dato y recordó que parte de la famosa película de Disney, El Rey León, fue realizada allí. Pero inmediatamente aclaró que la mayoría de los norcoreanos necesitan recurrir a todo tipo de mercado informales para poder satisfacer sus necesidades más básicas desde la llamada gran hambruna de mediados de los años 90. La caída del bloque socialista y, en consecuencia, el fin de las importaciones subsidiadas, una temporada de masivas inundaciones y los fallidos intentos del gobierno por crear un modelo económico autárquico y de reemplazar completamente el dinero por cupones, exacerbaron la crisis de principio de los 90 hasta un nivel dramático. No hay cifras oficiales, pero se estima que fallecieron entre 600.000 y 3 millones de personas. El país salió del pozo, pero todos los pilares socialistas quedaron resentidos, entre ellos la educación. Scarlatoui habla coreano, es un profundo conocer de la península coreana y ha entrevistado a muchos desertores y refugiados norcoreanos. Sin embargo, una y otra vez se refiere a su propia experiencia detrás de Cortina de Hierro en Europa para explicar qué pasa en Pyongyang. «Nací y me críe en la Rumania comunista, la educación era algo muy importante allí. Sólo había dos clases: los trabajadores que tenían un diploma universitario y los que no. Era algo que potencialmente cambiaba tu vida», recordó. «Es
Greg Scarlatoiu: Corea del Norte, tierra de esclavitud moderna y supervivencia
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