En enero de 2009, poco después de asumir la presidencia de Estados Unidos, Barack Obama prometió cerrar el campo de detención de Guantánamo. En el curso de un año no debería quedar ni un solo recluso en sus instalaciones, enfatizó entonces. Hoy, siete años más tarde y pocos meses antes de que termine su mandato, todavía hay 61 personas allí esperando conocer su destino. Poco menos de un tercio de los presos tiene autorización para abandonar la cárcel, pero ningún Estado se ha mostrado dispuesto a acogerlos. Este lunes (15.8.2016), el Ministerio de Defensa estadounidense anunció que los Emiratos Árabes Unidos recibirían a quince reclusos. Pero, ¿qué será de los más de cuarenta restantes? Aunque el plan de Obama es transferirlos a diferentes prisiones del territorio estadounidense continental y clausurar el centro ubicado en el extremo oriental de Cuba, sus opositores, que dominan el Congreso, se niegan a apoyar ambas mociones, esgrimiendo, entre otros argumentos, el peligro que estos presos representarían para la seguridad nacional. El derecho a abandonar Guantánamo sólo se le concede a aquellos que, tras una investigación exhaustiva, son catalogados como inofensivos por las autoridades a cargo de la seguridad estadounidense. Generalmente, éstos son puestos en libertad en su país de origen o en otro Estado; a algunos se les continúa vigilando, o se les somete a terapias de rehabilitación, o se les impone restricciones de viaje después de salir de Guantánamo. El cinco por ciento de los hombres liberados hasta ahora ha vuelto a participar en actividades extremistas.
Guantánamo: ¿sus presos sin destino?
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