Alfredo Turcumán, de 28 años, había denunciado los hechos de violencia a los que lo sometía su esposa, identificada como Claudia Moya, quien «lo hostigaba y agredía de manera permanente», según sus familiares. La policía le dijo que «no sea maricón» cuando realizó la denuncia y su esposa lo mató.
Turcumán agonizó ocho días en el Hospital Guillermo Rawson tras recibir una puñalada cerca de la tetilla izquierda, a la altura del corazón. «La mujer tenía unos celos muy enfermizos contra la hija de él. Muchas veces fue golpeado y en la comisaría le pidieron que no fuera maricón», dijo uno de los hermanos de la víctima al Diario de Cuyo.
Contaron que el hombre se había casado con Moya unos pocos meses antes y que la mujer «lo hostigaba y agredía de manera permanente» y, aseguraron que los compañeros de trabajo lo veían «golpeado y con moretones». La víctima dijo en el hospital que la herida había sido provocada por él mismo, que había sido un accidente doméstico cuando manipulaba un cuchillo.
Ante esta situación sospechosa, la policía inició una investigación y tomó el testimonio de la familia del hombre, quienes acusaron a la esposa como la agresora.
La madre del fallecido dijo que la mujer lo atacaba con frecuencia a su hijo y la acusó de haber planificado el crimen.
«Ella está centrada. No está loca. Hay pruebas de que tenía planificado matarlo», dijo Ester González. En ese sentido, sostuvo que el jefe de su hijo quiso hacer la denuncia por el maltrato al que era sometido, ya que en varias oportunidades iba a trabajar golpeado.
«Le quebró el tabique una vez. Ella tenía una herramienta peligrosa que era su cabeza», manifestó la madre de Turcumán.
Otros familiares aseguraron que Moya sufría «celos enfermizos contra la hija de él».
El juez de instrucción Benedicto Correa ordenó la detención de Moya y caratuló la causa como «homicidio agravado por el vínculo».