El ciclo de filmes etnográficos poco habituales que comienza este jueves y se desarrollará hasta el 20 de septiembre. Trailer de «Los silencios y las manos» Se trata de una muestra de documentales, muchos de ellos inéditos en el país, que reflejan los caminos que tomó la etnografía contemporánea, abierta al encuentro de un otro complejo, múltiple, con el que se dialoga, pero donde también la naturaleza se vuelve objeto de estas búsquedas, que transforman en personaje al ambiente circundante y lo resignifican. El ciclo curado por Tomás Dotta abarca desde el documental periférico al cine de autor, desde el video de creación al cine experimental, con películas del lituano Jonas Mekas, el belga Olivier Dekegel, de la estadounidense Jodie Mack, de la mexicana Alexandra Cuesta, del francés Rober Cahen y de los argentinos Pablo Mazzolo y Rubén Guzmán. Una de las películas que se estrenan en la muestra -que tendrá lugar en Posadas 1725 los viernes, sábados y domingos a las 19, con entrada gratuita- es “Los silencios y las manos”, un retrato pretendidamente incompleto de Telma Palavecino, una anciana con la que el filme propone una distancia variable. Por momentos más cerca de sus historias y pensamientos, por momentos observándola como un otro inabordable, la película de Khourián -que se verá este domingo y el sábado 19 de septiembre- retrata íntima y sutilmente a esta mujer pero también pone en escena la pregunta de cómo acercarse, cuál es la distancia y de qué es posible hablar cuando se habla con otro. -¿Cómo conociste a Telma y por qué decidiste hacer un documental con ella? -Este y casi todos mis documentales tienen algo del orden del “encuentro” con los otros, con lo distinto. Lo que más me atraía de Telma eran las diferencias de vivencias y de edad que tenemos y quise ver cómo trabajar lo íntimo en esa relación. También me parecía un desafío cómo mostrar sus creencias, su sincretismo y los grises en relación a esto. -¿Qué tipo de desafíos te proponía hacer un retrato de una persona tan especial? -Principalmente encontrar una distancia que me acerque pero también hallar una que me permita verla en perspectiva para construir esa mezcla de indeterminación que propone el trabajo, una relación entre quien es filmado y quien lo filma. La apuesta es finalmente la tensión entre la puesta y la auto-puesta en escena, un pasaje entre el retrato y el autorretrato. -¿Cuáles eran las ideas formales que te despertaba su presencia? -Para mí es muy importante en una obra no saber a ciencia cierta dónde estoy yendo, confiar en la intuición de que en ese vínculo, en esas situaciones, en ese deambular o apertura de lo real aparece quizás algo único. Suena a frase conocida pero verdaderamente siento que es confiar en lo “desconocido” e intentar atravesarlo con las consecuencias del caso. -¿De qué modo los “haikus” que ella escribe estructuran la película o le dan sentido? -En los haikus aparece otro mundo,así como en los hiatos de los blancos y negros que estructuran la propuesta, que insinúan lo no dicho en el documental. -¿Por qué el blanco y negro, los claroscuros y el negativo? ¿Hay algo en la vida o la obra de Telma que te llevara a elegirlos? -Hay algo de este retrato que se vincula con el que hice en “Las sábanas de Norberto” (2003) y es el interés por indagar e insinuar la plasticidad del blanco y negro, casi como un secreto a develar que va dibujando o borrando al personaje, sus “luces” y “sombras”. -¿Qué dificultades supuso la realización de este documental? -Una de las dificultades de este tipo de propuesta ligadas al retrato cinematográfico es hasta dónde intervenir o dialogar entre lo que tu “personaje” decide mostrarte, y cuanto decide consciente o inconscientemente ocultarte.
Hernán Khourián estrena «Los silencios y las manos»
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