¿Qué es la dispraxia?
El trastorno del desarrollo de la coordinación motora (TDCM) -según su nombre científico- es un síndrome también conocido como el del «niño torpe». Se trata de una enfermedad psicomotriz que provoca desorganización en el movimiento, una incoordinación motora que puede afectar a varias áreas y niveles (como el lenguaje o el desarrollo emocional), al desarrollo de las habilidades motoras gruesas (como caminar y saltar) o habilidades motoras finas (como el movimiento de la boca y la lengua necesarios para pronunciar las palabras correctamente).
Los pacientes se caracterizan por la lentitud y dificultad que tienen para realizar movimientos aparentemente sencillos que requieren la coordinación de varios grupos musculares, como por ejemplo escribir, peinarse, atarse los zapatos, jugar a la pelota o andar en bicicleta.
«La dispraxia también puede afectar las habilidades sociales. Los niños con dispraxia podrían comportarse de un modo inmaduro, aunque comúnmente tienen una inteligencia promedio o superior al promedio. También suelen tener problemas para mantener el equilibrio y la postura», agregó a Infobae el médico neurólogo del Instituto de Neurociencias Buenos Aires (INEBA) José Luis Etcheverry.
La dispraxia se clasifica en cuatro tipos: la ideomotora, la ideacional, la oromotora y la constructiva.
Dispraxia ideomotora: existe una interrupción entre la secuencia de pensar y realizar un acto sencillo, como por ejemplo tomar un objeto, como un peine.
Dispraxia ideatoria: en este caso se afecta la cadena de secuencias de pasos sencillos que dan lugar a uno complejo, como abotonar un botón, atarse los cordones o meter una llave en la cerradura.
Dispraxia oromotora o del habla: se ven afectados los grupos musculares que se encargan de la fonación, mostrando problemas para pronunciar algunas palabras o sílabas, lo que dificulta el habla.
Dispraxia constructiva: son problemas para comprender las relaciones espaciales entre los objetos, por lo que resulta difícil moverlos de un lugar a otro: por ejemplo, meter una caja pequeña dentro de otra más grande.
Es complejo para los padres identificar a un hijo con dispraxia. Los síntomas pueden comenzar a ser visibles desde el año de edad, pero se hacen más evidentes durante la edad escolar, entre los cinco y los once años. No se sabe con precisión la prevalencia. No hay registros oficiales. Pero se estima que pueden sufrirla entre un 2% y un 5% de los niños durante dicho lapso. Y afecta mayormente a los varones.
«Los síntomas se manifiestan a temprana edad. Los bebés podrían estar inusualmente irritables y tener dificultades al comer. Podrían retrasarse en sus pilares del desarrollo, tal como darse vuelta cuando están acostados y en caminar», señaló Etcheverry. Y especificó: «Algunos signos de alerta en niños pequeños pueden ser que se ensucia mucho cuando come, prefiere comer con los dedos en vez de utilizar un tenedor o una cuchara; no puede jugar con una pelota, está atrasado en cuanto al control de esfínteres o no habla tan bien como los otros niños de su misma edad».
Para la etapa escolar o en los primeros años de la primaria, el especialista apuntó que algunos signos pueden sertropezarse con frecuencia con las personas y las cosas, que le cueste aprender a saltar, que se le caigan los objetos frecuentemente, que no pueda pronunciar palabras o que se presenten problemas al jugar y/o interactuar con otros niños, entre otros.
«Ya en la primaria o en la escuela media, los chicos pueden evitar deportes o clases de educación física, tardar mucho en escribir por no poder agarrar los lápices y trazar las letras, tener problemas para mover objetos de un lugar a otro o para seguir y recordar instrucciones, etcétera», agregó. En tanto en la adolescencia los signos más característicos se vislumbran al caerse, tropezar o chocar con facilidad, tener complicaciones para saltar o andar en bicicleta, ser repetitivo al hablar, olvidar y perder cosas.
Para diagnosticar este trastorno se aplican una serie de pruebas neuropsicológicas en las que se toman como referencia las adquisiciones en el plano motor e intelectual que el niño debe haber alcanzado a cierta edad. No obstante, la evolución de este trastorno depende de diferentes factores, entre ellos la severidad de la dispraxia, el momento en que se diagnostique y la constancia de los padres en el tratamiento.
Por Walter Darío? Vazquez