Un reciente estudio de CARBA ha revelado un panorama alarmante en el campo argentino. En conversación con Canal E, el periodista especializado, Luis Machado, destacó que aproximadamente dos millones de hectáreas están inundadas y un total de 3.8 millones están en riesgo. Este dato supera ampliamente las expectativas iniciales y plantea serias preocupaciones para los productores locales.

Relevancia del informe satelital

Las imágenes satelitales obtenidas entre el 11 y el 13 de noviembre han permitido a CARBA calcular el impacto real de las lluvias. Según Machado, no solo las áreas inundadas representan un desafío, sino también aquellas donde las máquinas agrícolas no pueden acceder. Esto resulta en un estancamiento del calendario para las labores del campo, afectando directamente la producción.

Consecuencias económicas devastadoras

El retraso en la siembra puede resultar en pérdidas económicas significativas. Machado estima que se podría generar un déficit de 2 mil millones de dólares, especialmente debido a la falta de siembra de cultivos clave como soja y maíz. En un período ya afectado por sequías previas, las inundaciones deterioran aún más la situación de los productores.

La combinación de campos inundados y caminos rurales impracticables ha dejado a muchos agricultores sin opciones. Muchos ya han cancelado sus campañas actuales y están enfocando sus esfuerzos en mitigar daños: la pérdida de fertilidad del suelo, la erosión y el deterioro de la maquinaria son solo algunos de los problemas que enfrentan, especialmente en el centro y noroeste de Buenos Aires.

Demandas y soluciones necesarias

Frente a esta crisis, las entidades rurales han reforzado sus reclamos para finalizar el Plan Maestro del Río Salado, un proyecto fundamental que, según Machado, debería haberse completado hace más de diez años. La finalización de estas obras es crucial para el drenaje de aguas pluviales y podría haber evitado muchas de las inundaciones actuales.

Los productores insisten en que estas construcciones deben estar concluidas para 2030, ya que ello podría minimizar el riesgo de futuros anegamientos. Machado subrayó que, aunque los años de sequía habían oscurecido el problema del agua, las recientes lluvias han puesto de manifiesto la vulnerabilidad de la región. Si el plan no avanza, las inundaciones volverán a ocurrir, y con consecuencias cada vez más graves.