En casi dos horas de duración, la «Doncella…» hizo gala de todo su esplendor con composiciones no sólo de su nueva placa, con una clara ambientación en la escena sobre la cultura maya, sino que además le regaló a su gente los clásicos que habían venido a escuchar. Cerca de 40 mil personas poblaron el estadio de Liniers y la noche se vistió con el color negro de las remeras con la figura del infaltable Eddie Hunter, que se hizo presente en la cita. Con la personalidad y la predisposición en escena de su vocalista Bruce Dikinson, los Maiden fueron mixturando las composiciones nuevas con las de siempre, con una acertada mezcla de sonido, y combinaciones de rock y heavy metal con climas más pausados. Por ese motivo y luego de una sabia introducción que anunciaba la llegada del momento crucial, los acordes de «If eternity should fail» con que abre la flamante placa doble, fue armando la ceremonia metalera, a la que luego le sucedieron otras composiciones nuevas de la talla de «Speed of light», «Tears of a clown» y «The red and the black». Junto a la buena voz de Dickinson, que a veces tuvo que sortear algunos problemas de sonido correctamente sobrellevados, los experimentados guitarristas Dave Murray, Adrian Smith y Janik Gears se turnaban con los riffs y los solos, mostrando cada uno su sapiencia con el instrumento. Tampoco se quedaron atrás el bajista Steve Harris, quien puso lo suyo desde la base, por momentos casi como una cuarta guitarra y la batería del sabio Nicko McBrain, mostró su don de buen y efectivo músico. Pero claro, a esta altura comenzaron a llegar los clásicos, vivados por los cuatro costados de la cancha, con gritos del «Maiden, Maiden, Maiden» que bajaban desde las plateas, pasando por las populares, hasta llegar a un superpoblado campo. «Children of the Damned», los vivados y coreados «The Tropper» y «Powerslave», «Hallowed be thy name», «Iron Maiden» y «Fear ot the dark», para sin tregua darle paso a otras canciones nuevas como «Death or glory» y «The Book of Souls», título del CD doble. Más allá de los agradecimientos a Argentina por parte de Dickinson, el vocalista, quien mantiene sus dotes de respetado cantante con el paso de los años, también se dirigió al público para contarle de la hermandad del pueblo británico con Argentina, más allá de algunas diferencias del pasado y, como es su costumbre, comentó que Maiden no puede hacer una gira sin tocar en Argentina». Y ya en el final, con los bises surcando el aire, llegó «The number of the beast» (clásicos de clásicos de la banda), «Blood brothers» y «Wasted years», para el final de fiesta con la Doncella de Hierro. Maiden pasó nuevamente por Argentina y demostró una vez más su vigencia, su fervor, sus dotes de buenos músicos y por sobre todo que una banda con 40 años de trayectoria tiene la misma frescura y profesionalismo del principio. Previamente, y como para ir calentando el ambiente rockero y metalero a su vez, estuvo en escena bien temprano la banda The Rave Age, que lidera George Harris -hijo del bajista de Maiden, Steve Harris- con un rock experimental muy interesante. Y otro de los platos fuertes de la velada, la banda de thrash metal por excelencia, Anthrax, quienes liderados por su vocalista Joey Belladonna y el violero Scott Ian, se dieron el lujo de estrenar algunas composiciones de su nuevo álbum «For all kings» -aún no editado en Argentina- y una seguidilla de clásicos para la aprobación de sus fieles seguidores del estilo de «Antisocial», «Medusa», «Indians» y «I was there».
Iron Maiden brindó una lección de rock y heavy metal en Vélez
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