Los combates continuaron este domingo en la provincia norteña de Alepo, luego que esta semana la violencia armada forzara a cientos de miles de civiles sirios a abandonar sus casas y su país, e intentar llegar hasta la frontera con Turquía para refugiarse en el país vecino. Con cada combate y cada bombardeo, crece el número de personas que escapa a la frontera turca. Pero tras casi cinco años de fronteras abiertas para los refugiados, Turquía decidió ahora no permitir más el ingreso de sirios que escapan de la actual ofensiva del Ejército en Alepo. Un vocero del gobierno provincial de Kilis, una de las zonas fronterizas turcas, informó hoy a la agencia de noticias DPA que no permitirán el paso de refugiados sirios, sino que los ayudarán del otro lado de la frontera. La agencia de coordinación de ayuda humanitaria de la ONU, la OCHA, confirmó esta noticia e informó a la prensa que los pasos fronterizos de esa región están cerrados. Organizaciones de derechos humanos turcas estiman que alrededor de 50.000 refugiados sirios quedaron varados en la frontera y duermen a la intemperie, una situación dramática ya que la temperatura alcanza los -4 grados a la noche. La ONU, en tanto, habló de 30.000 personas bloqueadas en la región. En medio de este empeoramiento de las condiciones humanitarias de los miles de civiles que intentan escapar de la violencia que azota al territorio sirio, el papa Francisco llamó hoy «a la comunidad internacional para que no ahorre ningún esfuerzo para llevar urgentemente a la mesa de negociaciones a las partes afectadas». Tras el tradicional rezo del Ángelus ante los fieles congregados en la Plaza de San Pedro, el Pontífice destacó que «sólo una solución política del conflicto será capaz de garantizar un futuro de reconciliación y de paz a aquel querido y martirizado país, para el cual los invito a rezar mucho», según la agencia de noticias EFE. Francisco contó que sigue «con viva preocupación la suerte dramática de las poblaciones civiles afectadas en los violentos combates en la amada Siria y obligadas a abandonar todo para huir de los horrores de la guerra», y por eso llamó a todas las partes involucradas a facilitar «la ayuda necesaria para garantizar la supervivencia y dignidad» de todos los afectados. El enviado especial de la ONU para el conflicto sirio, Staffan de Mistura, comenzó el primero de febrero una nueva ronda de negociaciones de paz en Suiza, con él como mediador entre el gobierno sirio de Bashar al Assad y una coalición de varias agrupaciones y milicias opositoras. Pese a la expectativa creada alrededor del proceso de paz, el diálogo fue suspendido antes de dar sus primeros pasos concretos. El jueves pasado, De Mistura anunció que las negociaciones fueron suspendidas hasta el próximo 25 de febrero, una señal que pareció ratificar el pesimismo de muchos que sostenían que poner fin a una guerra de casi cinco años y que ya mató a más de 260.000 personas era una tarea prácticamente imposible. Desde entonces, la situación no hizo más que empeorar en Siria, por ejemplo en Alepo. Los combates en esta región norteña son un claro ejemplo de lo compleja que se ha vuelto la guerra en Siria y de la multiplicidad de grupos y actores que pelean en ella. Actualmente el Ejército con apoyo terrestre de la milicia chiita libanesa Hizbulá y de la Guardia Revolucionaria iraní, y aéreo de Rusia, pelean contra milicias insurgentes islamistas, como el Frente al Nusra -la rama local de Al Qaeda, y otros grupos rebeldes como el Ejército Libre Sirio y los kurdos de las Unidades de Protección del Pueblo (YPG). Estas dos últimas milicias opositoras sirias cuentan con el apoyo financiero, militar y logístico de Estados Unidos y sus potencias europeas aliadas. Según el Observatorio Sirio de Derechos Humanos, una organización pro opositora con sede en Londres, los enfrentamientos se concentran en los pueblos de Kafín, Ratián y Baianon, en la periferia norte de la ciudad de Alepo. Además, la guerra también se profundiza
La guerra en Siria se profundiza y el Papa pide volver a la mesa de diálogo
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