Masha y Dasha Krivoshlyopova fallecieron a los 53 años en 2003. Fueron las gemelas siamesas más viejas del mundo. La vida de estas hermanas a los cuales la naturaleza condenó estar siempre juntas, pegadas, está plagada de horrores: los científicos de la antigua Unión Soviética realizaron un sinfín de experimentos médicos crueles sobre ellas.
Al nacer fueron separadas de su madre por las autoridades del régimen comunista. Las hermanas compartían el mismo sistema de sangre, pero su sistema nervioso estaba separado, lo que llamó la atención de los investigadores.
Al comienzo de sus vidas vivieron en un laboratorio donde fueron expuestas a todo tipo de pruebas infames: fueron electrocutadas, quemadas, congeladas y expuestas a materiales radioactivos.
Sus personalidades eran opuestas. La oscuridad y la luz. El agua y aceite. Una era psicópata y cruel, que abusaba emocionalmente de su hermana, quien, a pesar de los ataques, era amorosa e intentaba comprender a su hermana.
Julie Butler, una periodista británica que las conoció y escribió su historia, dice que se convirtió en amiga de ellas en 1988.
«No tengo dudas de que Masha era una psicópata», dijo Butler al diario británico Daily Mail. Y agregó: «Dasha se encontraba en una relación de abuso emocional, similar a la que se encuentran muchas parejas».
Según la periodista, Masha le negaba a Dasha todo lo que esta deseaba: conocer el amor, restablecer una relación con su madre, obtener un trabajo y, lo que más quería, tener un cuerpo separado.
Las mujeres nacieron por cesárea en 1950. A su madre Yekaterina le dijeron que sus bebés habían muerto poco después de haber nacido.
Las siamesas fueron llevadas a un instituto de investigación médica en Moscú, donde crecieron de una forma inusual, y en donde desde bebés les empezaran a practicar toda clase de experimentos.
En general, los científicos las exponían a largas horas sin dormir, sin comer y a cambios bruscos de temperatura. En uno de los experimentos, a una la pinchaban con un alfiler para ver si la otra lo sentía; en otro, metían a una de ellas en una pileta con agua helada para ver si la temperatura de la otra cambiaba.
Cuando era niñas una se contagió sarampión mientras que la otra permaneció sana. Al tener un sistema nervioso separado una se podía enfermar y la otra no.
En 1956 fueron transferidas a un centro de investigación traumatológico y ortopédico. Allí permanecieron aisladas hasta los ocho años. Luego fueron trasladadas a un colegio especial donde habían niños con dificultades motoras.
Las siamesas, sin embargo, pudieron bloquear de forma sorprendente los traumas que vivieron durante los seis primeros años de su vida cuando les practicaban toda clase experimentos.
Cuando eran adultas, a Masha le gustaba embrigarse, y como compartían algunas partes del cuerpo, Dasha, quien nunca era partidaria de la idea, también se embriagaba.
Además, cuenta la periodista, que Masha era posesiva con su hermana y no permitía que nadie más que ella estuviera a su lado. Por eso siempre le negó la posibilidad del amor.
El 17 de abril de 2003 Masha murió de un ataque al corazón. A pesar de esto, Dasha se rehusó la separación. El amor que tenía por su hermana podía más, y 17 horas después murió de intoxicación en la sangre.
«No importa la relación tóxica que tenían, al final ellas dos pasaron por muchas cosas juntas y era claro que se amaban profundamente», dijo la periodista.