A las 20.30 un DJ vestido de negro, con una remera del mapa de Jamaica que sobresalía de la campera, comenzó a pasar canciones de hip hop, rap y soul, al grito de «Argentina», «Buenas Noches» y de «¿Están preparados para la señora Lauryn Hill?». Lo que al comienzo parecía divertido se fue tornando en interminable, por lo que el ingreso de la ex The Fugees a las 21 no sólo fue un bálsamo ante la repetición del dj, sino que se transformó en la puerta de ingreso a un show de envergadura, con una Lauryn Hill que se erigió como directora de una orquesta impoluta. De buen humor para con el público, pero con reclamos sin límites para con sus sonidistas, la primera parte del set la tuvo a la genial productora y ganadora de 8 Gramies sentada en un sillón, con su guitarra electro acústica, llevando la ceremonia con su hip hop. A los 20 minutos de concierto, a Hill no le importó estar vestida con una pollera ancha tejana y zapatos de taco alto, y, con el Planetario con la cúpula ya iluminada, se paró para saltar, cantar, rapear y bailar junto a sus tres coristas, al guitarrista, los tres vientos de metal, los dos tecladistas, el bajista y el baterista. Con una personalidad imponente, la estadounidense no sólo le marcaba el ritmo a sus músicos, sino que además se cansó de pedir que iluminen a sus vocalistas y hasta interrumpió el comienzo de «How many mics», de The Fugees, porque no le gustó el silencio de la gente. «Paren todo -dijo luego del primer compás-. ¿Les gusta The Fugees? Quiero ver a todos los fanáticos de The Fugees que hay acá», lo cual provocó el grito de la muchedumbre y el comienzo de reversiones de «Oh lah lah» y «Ready or not», haciendo gala de sus dotes como productora. Por las voz de Hill también pasaron el mega hit «Killing me softly whit his song», que popularizó en los 70 Roberta Flack y que los Fugees en una versión más hip hopeada rivalizaron en la primera década de este siglo. También interpretó la mega reversionada «Felling Good», popularizada por Nina Simone, y tres canciones de Bob Marley, como para demostrar que su siempre pregonada lucha por la raza negra tiene sus raíces en otros artistas también. A pesar de la solvencia la artista, Lauryn Hill supo disimular muy bien el gasto de su voz a lo largo del show. El amplio registro vocal que mostró al comienzo, fue cediendo hasta dejar escapar una voz rasposa hacia el final del concierto, aunque, conocedora de sus limitaciones y de las variantes para cantar, nunca perdió un ápice de color, y culminó entera no sólo con el canto, sino que tampoco dejo de bailar y de incitar al público para que se sumara a su fiesta íntima. El festival en el Planetario porteño dedicado al Día de la Mujer había comenzó cerca de las 15, cuando el sol pegaba sobre las cabezas de los pocos que se acercaron tan temprano para ver a Las Taradas, Wanna Wanna, Ibiza Pareo, Sofía Reyes y Rosal, y que jamás presagiaron el frío que se levantaría al anochecer. La propuesta del festival fue simple: las músicas mujeres estuvieron flanqueadas por una variedad de artistas y conductoras que se fueron mechando a lo largo de un evento con números de stand up, gimnasia, cocina y otra serie de números, siempre originados desde el sexo femenino. Con una leve y fresca brisa, Deborah De Corral subió a las 18, un poco más tarde de lo anunciado y, acompañada por guitarra, bajo, batería y teclados, hizo un somero repaso de su primera placa y adelantó temas nuevos, de una factura cercana al pop radial de Tan Biónica. Para las 18.30, cuando la conductora y modelo dejó el escenario, algunas estrías de sol se filtraban por entre los árboles de los bosques de Palermo, calentando levemente a un público disímil al que se acostumbra a ver en festivales de música, siendo el termo y el mate un decorado común en la tarde. Cuando un evento es gratuito, muchos se acercan pensando vaya uno a saber qué tipo de liviandades, llegando a haber familias enteras, con bebes recién nacidos y en cochecitos, lo cual complicaba el tras
Lauryn Hill dio un impecable show en Buenos Aires
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