El próximo lunes se cumplirán tres semanas del inicio de la licencia de Cristina Kirchner, que todavía se mantiene alejada de la toma de decisiones, de los vaivenes de la gestión y del devenir de la ingeniería electoral. Su recuperación encierra un profundo dato político: es la primera vez en toda la década K que el timón del Gobierno no está en manos de un Kirchner. Según el propio parte médico que emitió la Fundación Favaloro el miércoles pasado, luego de que se le realice una tomografía para ver la evolución de la operación, la Presidenta deberá someterse a nuevos estudios cardiovasculares cuando finalice la licencia en diez días para evaluar si puede estar en condiciones de volver a comandar el Ejecutivo. Con un alto grado de preocupación pero también de resignación, varios funcionarios confían en que Cristina podría volver a someterse a una nueva intervención quirúrgica en función del resultado de esos estudios. Algunos funcionarios ratificaron que su recuperación podría estirarse 15 días más de lo previsto, como adelantó Perfil el 14 de octubre. Pero otros creen que los médicos le darán, como mínimo, un mes más de reposo –sesenta días en total– hasta mediados de diciembre. Empresarios y ministros que mantienen díalogo fluido con Cristina aseguran que, a pesar de su carácter y alta injerencia sobre cada decisión que toman, la Presidenta se “asustó” con la operación y decidió seguir a rajatabla la recomendación de los médicos de correrse por completo de la gestión. No sólo en los días posteriores a la operación, sino a medida que se fue recuperando. Debe evitar cualquier foco de estrés. Si bien una vez que concluya la licencia médica deberá acolchonar su vuelta a las función pública y retomar sin mayores sobresaltos el control del Ejecutivo, la decisión final sobre su regreso depende del equipo médico. El diagnóstico que reveló el parte médico esta semana no es preocupante, pero los especialistas coinciden en que los estudios posteriores son decisivos. El equipo de profesionales evaluará el nivel de gravedad con el que su corazón late en forma irregular –la intensidad de las arritmias– y en función del diagnóstico decidirá si prescribe más días de reposo, nueva medicación, o la somete a una nueva intervención quirúrgica. Cerca del equipo médico descartan que sea necesaria la colocación de un marcapasos en el corazón de la Presidenta, pero la última palabra la tendrán los estudios en profundidad que se harán a partir del 4 de noviembre, cuando se cumpla un mes de su internación, tal como confirmó el último parte. Sorprende que hasta ahora no hayan dejado circular una imagen de CFK en la residencia de Olivos ni que, como se especuló, Cristina filmara un video para el cierre de la camapaña que fue este jueves. Eso alimentó algunas especulaciones entre los candidatos de la oposición sobre un manejo político de la salud presidencial. Aunque no suma votos su reposo, comenzó a recuperarse la imagen presidencial. Lo que sí resulta preocupante es el nivel de blindaje sobre su salud. Recién esta semana se supo que fue sometida a un Holter (mide en detalle el ritmo cardíaco), a una ecografía de las arterias carótidas y a un cateterismo cardíaco. Un ejemplo: en la cúpula de una clínica que visitó el equipo presidencial días antes de la intervención aseguran que finalmente se optó por la Fundación Favaloro, precisamente porque se comprometieron a guardar la máxima reserva sobre la salud presidencial. Las autoridades del otro establecimiento, muy prestigioso, se negaron a que el Gobierno administrara los partes sobre el avance de su salud. Un funcionario con estrecho vínculo con la familia Kirchner asegura que Cristina casi no tiene díalogo con sus funcionarios. Hasta hace pocos días, incluso, ni siquiera estaba enterada de los vaivenes de la gestión, pero lentamente comenzó a recibir reportes de su hombre de mayor confianza, Carlos Zannini, secretario de Legal y Técnica. El propio ministro del Interior y Transporte, Florencio Randazzo,
Los problemas cardíacos de Cristina Kirchner
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