Mauricio Macri siempre consideró que la mejor estrategia para lograr una transición democrática en Venezuela era coordinar una fuerte actividad diplomática con las embajadas que Argentina y Estados Unidos tienen asentadas en Caracas. Desde hace semanas, Washington insiste en acorralar al régimen de Nicolás Maduro con sanciones económicas y pretendía que todos los embajadores de la región abandonaran Venezuela en repudio a la fraudulenta elección que otorgó un nuevo mandato presidencial al sucesor de Hugo Chávez.
Macri disentía de la estrategia aislacionista de la Casa Blanca, pero Maduro decidió asumir antes de tiempo y juró frente a la Asamblea Nacional Constituyente, un decorado institucional que creó para perpetuarse en el poder. Ante esa inesperada situación anómala, el canciller Jorge Faurie convocó a Buenos Aires a Eduardo Porreti, encargado de negocios de la Argentina en Caracas. Ahora, Maduro tiene un contrapeso político menos: Porreti regresa a Buenos Aires sin eventual fecha de retorno, mientras que su colega Todd Robinson –agregado de negocios americano– fue expulsado de Venezuela y pasará un tiempo prudencial en Washington.
La jura anticipada de Maduro y la inmediata reacción de la Cancillería agrega un escollo inesperado al viaje relámpago que Marcos Peña y Fulvio Pompeo emprenderán a Cuba en los próximos días. El jefe de Gabinete y el secretario de Asuntos Estratégicos viajan a La Habana para tratar temas bilaterales y obviamente la situación de Venezuela. Cuba aporta miles de asesores al régimen populista y su perspectiva geopolítica influye en la toma de decisiones de Maduro. Si La Habana quisiera, Venezuela podría iniciar una hoja de ruta hacia una transición democrática.
La actividad de la embajada argentina en Caracas, diseñada por Faurie y Pompeo, determinó que fuera considerada la representación diplomática con más peso en Venezuela. Esta mirada sobre el trabajo que ejecutaba Porreti es compartida por el gobierno de Maduro, la oposición política y los organismos de derechos humanos. Macri apuesta fuerte en Venezuela, y esa apuesta se trasmitía sin dilaciones a través de Faurie, Pompeo y Porreti.
La residencia argentina dio refugio a perseguidos políticos, a importantes reuniones entre representantes de la región y Europa, y a una política de puertas abiertas que también incluía a funcionarios de alto nivel que trabajan junto a Maduro. La embajada nacional en Caracas se había transformado en un resguardo diplomático para la disidencia del régimen populista. Y coordinaba actividades muy importantes con Robinson, encargado de negocios de los Estados Unidos.
Para el 25 de mayo estaba previsto un agasajo a 500 personas que Porreti invitó en nombre de Macri y Faurie. Ese evento fue suspendido por la convocatoria a Buenos Aires del encargado de negocios, tras la abrupta jura de Maduro ante la Asamblea Nacional Constituyente. Hubiera sido un gesto argentino memorable durante la conmemoración del aniversario de la Revolución de Mayo: estaba previsto un video con la canción «Inconsciente Colectivo» cantada por Charly García, en tributo a los millones de venezolanos perseguidos por el régimen.
Sin agregado de negocios en Caracas, al igual que de la Casa Blanca, la presión sobre Maduro correrá en los organismos multilaterales. La OEA, la ONU y el Grupo Lima, que reúne a catorce países de la región. Macri es un jugador clave en la estrategia de aislar a Maduro para forzar una transición a elecciones limpias y transparentes. En rigor, su tarea tiene dos escenarios distintos: forzar esa transición y evitar que Trump avance en un plan más agresivo por afuera de las normas internacionales. Nunca se sabe con el presidente de los Estados Unidos.
Fuente https://www.infobae.com/politica/2018/05/24/macri-coordina-con-trump-la-estrategia-de-aislamiento-diplomatico-contra-el-regimen-de-maduro-en-venezuela/