Con la producción de Gustavo Yankelevich y las actuaciones de Marcelo De Bellis, Luis Ziembrowski, Alejandro Muller y Mercedes Oviedo, la obra tiene como destino convertirse en un éxito de taquilla. El sonido de una risa libre de prejuicios domina la charla con Nicolás Cabré, contento por su protagónico en esta comedia del reconocido autor galo, responsable de escenas desopilantes en productos muy logrados como “La cena de los tontos” y “El placard”. “Me llega en el momento justo, no sólo me gusta la obra que me dio Gustavo (Yankelevich), sino todo lo que vino detrás y junto ella, como la dirección de Arturo (Puig) y saber que estamos todo el tiempo junto al elenco trabajando para hacerla crecer”, cuenta en charla con Télam. “Hoy -continúa- tengo prioridades en la vida, el cuidado de mi hija, es una época ideal para hacer teatro, hoy no puedo quedarme durante 12 horas todos los días en una grabación en un estudio de televisión, el regreso a una sala con una comedia que de verdad me divierte, me tiene entusiasmado». Aunque se recuerde su paso por populares tiras “Son amores” y “Sin código”, entre otras, en la piel de criaturas ligadas al humor, sobre las tablas concibe al género como, “un desafío del cual me venía alejando, me habían ofrecido cosas que no me gustaron, disfruto al encararlo de otra manera, dentro del registro de una comicidad sin pausas”. El actor se refiere a esa suerte de histrionismo vertiginoso, al límite, que fue su marca en la serie televisiva «Los únicos» (El Trece) que tuvo su rendidora versión sobre las tablas en 2011, donde Cabré fue de la partida, con una actuación eléctrica. En “El quilombero”, la acción dramática se despliega en dos habitaciones con un ritmo similar al de, “un tren, cuando el texto arranca ya no para y mi personaje no tiene paz y no permite que los demás la tenga, marcha a velocidad y me permite jugar con una locura permanente”, detalla enfático. “Pignon es un ser desbordado por la separación de su mujer no le importa mucho el otro ni sus reacciones, él hace y hace, arrastra a los demás en sus quilombos, sin tener registro de su conducta, obvio que se trata de alguien a quien la cabeza no le anda bien”, se apasiona y ríe. El rol le demanda, «mucho laburo físico, estoy bajo de peso, resulta una experiencia agotadora, no te da respiro no paro nunca, voy y vengo para todos lados». “Compadres” se llamó una de las versiones cinematográficas del cuento protagonizado por Jack Lemmon y Walter Matthau, dirigido por el genio de Billy Wilder en 1981, mientras que “Querido asesino” se llamó su versión cinematográfica más reciente dirigida por su autor Veber, en 2010. Aunque durante la trama al protagonista, “le van pasando un par de cosas avatares, capaces de mover algunas fichas dentro de sí, él posee una locura que impide que todas se le acomoden todas», precisa. Su énfasis en la dramaturgia generosa en situaciones de enredos con puertas que se abren y cierran quizás confirme que drama y comedias pueden ser dos caras de la misma moneda, ya que el actor compartió tablas a dúo con Alfredo Alcón en “El gran regreso” (2004), un ahonda reflexión sobre las aristas de la paternidad y fue el joven vulnerable desde su enamoramiento de “El cartero” junto a Darío Grandinetti, con una escena de desnudo en 2000. “Nunca elegí trabajos por dinero o me obsesionó el rating, no son mis puntos de referencia, siempre quise construir papeles que me sirvan y estén bien hechos, no miro resultado final, si estoy en un programa y no me gusta algo, lo digo, aunque el envío vaya primero en la tabla de audiencias”, detalla. “En -prosigue- la obra buscamos que la gente se ría, pase un buen momento y trabajamos duro para lograrlo, quiero que el público pueda justificar el dinero que invierte en la entrada al teatro». El joven viene de interpretar a un sagaz y melancólico detective en el unitario “Variaciones Walsh” (Canal 7) , “pasé un período extenso sin estar en la tele, lo último que había realizado era ‘Mis amigos de
Nicolás Cabré: «Estoy en una etapa en mi vida en la que es ideal hacer teatro»
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