Leo con inquietud el
último reportaje de María Eugenia Carrey
sobre el galopante problema de las ludopatías en
Aragón, un fenómeno que, desde el punto de vista
estadístico, no ha hecho sino crecer, pues afecta
ya, según los expertos, a cerca de un diez por
ciento de la población global.
A las ludopatías
convencionales, provocadas por la adicción al bingo,
las máquinas tragaperras, los casinos, las partidas
de póker o los juegos de azar, hay que añadir ahora
un amplio abanico de nuevas y, asimismo, peligrosas
adicciones derivadas del uso o abuso de las últimas
tecnologías. Son, naturalmente, los más jóvenes, en
consonancia a su masiva utilización de la red,
quienes en mayor medida están expuestos a dejarse
atrapar por estos nuevos y cibernéticos ganchos.
Así, y para
corroborar esta tendencia, la Asociación Aragonesa
de Jugadores de Azar en Rehabilitación (Azajer), ha
realizado una encuesta entre los ludópatas que se
hallan siguiendo terapia en sus instalaciones,
distinguiendo, a la hora de valorar los resultados,
el grupo de adultos del conjunto de jóvenes
afectados. En el caso de los más veteranos,
alrededor de un 30% reparó en el riesgo adictivo de
las nuevas tecnologías; sin embargo, los jóvenes se
manifestaron alerta en un 83%.
Una de las
modalidades que mayores estragos puede llegar a
causar en las cuentas corrientes y en la psicología
del jugador es el llamado casino on line.
Para jugar en el cual no hace falta desplazarse, ni
hacerse socio, ni cambiar fichas en una ventanilla.
Basta con enchufar el ordenador, conectarse al
maquiavélico sucedáneo y comenzar a jugar a la
ruleta o al black jack. Sobre la pantalla,
parece un juego, pero cuando, a final de mes, llega
el cargo de la tarjeta de crédito, el disgusto puede
resultar mayúsculo.
Un zaragozano, por
ejemplo, adicto a estos casinos on line,
llegó a perder hasta treinta millones de las viejas
pesetas, una cantidad ciertamente impresionante,
convendrán ustedes, para extraviarla sin salir de
casa. A fin de hacer frente a semejante quiebra
económica, el jugador tuvo que malvender cuanto
poseía, y rehipotecar su casa, vendiéndola también,
finalmente, para sufragar las deudas.
Los expertos de
Azajer advierten a los padres sobre los riesgos de
que sus hijos acaben engrosando estas nuevas
esclavitudes o ludopatías. La ansiedad, el
nerviosismo, la falta de comunicación o el hábito de
comprobar de manera compulsiva los mensajes del
correo electrónico o del teléfono móvil podrían ser
indicios de que algo está comenzando a complicarse
en el mundo juvenil de un adolescente standard. Los
especialistas creen que, cuando la adicción por
algún tipo de juego prende en el sujeto, se debe a
que otros factores existenciales, generacionales o
psicosomáticos, simplemente, no acaban de funcionar
o de rendir a satisfacción. El juego es una
consecuencia, no una causa, pero el estigma que
origina resulta difícil de eliminar.
La Asociación Azajer,
con buen criterio, se opone a la pretensión de la
Diputación General de incrementar el número de
máquinas y de salones de juego. En este terreno, la
hipocresía de la Administración alcanza niveles casi
insuperables |