SIRVEN LOS SUPLEMENTOS ANTIOXIDANTES?
Extractos de té verde. Vitamina C efervescente. Beta caroteno.
Selenio. Altas dosis de vitamina E. Extracto de corteza de pino.
Saliva de abeja. Nos hemos vuelto devotos de los antioxidantes.
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Pero ¿nos
están ayudando en algo? Evidencia reunida en los últimos años
muestra que, en el mejor de los casos, los suplementos antioxidantes
hacen poco o nada en beneficio de nuestra salud. En el peor, pueden
tener incluso el efecto opuesto al promover los mismos problemas
que, supuestamente, tendrían que erradicar.
No resulta sorprendente que los antioxidantes se hayan ganado la
reputación de suplementos milagrosos para la salud. En la década del
50, los científicos descubrieron que muchas enfermedades están
relacionadas con daños causados por químicos altamente destructores,
llamados radicales libres, compuestos por una cantidad
desequilibrada de electrones que se estabilizan oxidando otras
moléculas.
Al hacerlo, crean más radicales libres, encendiendo la chispa de una
cadena destructiva. El daño por oxidación acompaña a la mayoría de
las enfermedades, y ha sido propuesto como la causa directa de
algunas, incluyendo el cáncer de pulmón, la aterosclerosis y el
Alzheimer.
Los radicales libres son una consecuencia ineludible de estar vivo.
Vivimos en una atmósfera rica en oxígeno, y los radicales son un
subproducto natural de la respiración. La exposición a rayos X,
ozono, humo de tabaco, contaminantes del aire, infecciones
microbianas, químicos industriales y el ejercicio intenso también
desatan la producción de radicales libres.
En los ochenta, un arma potencial contra el daño producido por los
radicales libres apareció en el horizonte. Los científicos sabían
que las personas cuyas dietas son ricas en frutas y verduras gozan
de una incidencia menor de enfermedades del corazón, diabetes,
demencia y algunos tipos de cáncer: las enfermedades asociadas al
daño de los radicales libres.
De pronto había una explicación. Las frutas y las verduras son
fuentes ricas en antioxidantes y pueden neutralizar a los radicales
libres, dándoles un electrón. Y así nació una hipótesis: los
antioxidantes dietarios son esponjas para los radicales libres que
pueden terminar con las enfermedades de la vejez. Era una gran idea.
"Sumando dos más dos, los científicos supusieron que los
antioxidantes protegían, y que tomarlos como suplemento o en comidas
fortificadas debía disminuir el daño causado por oxidación y también
disminuir las enfermedades -afirma Halliwell, pionero en las
investigaciones de radicales libres-. Era sencillo: decíamos que los
radicales libres eran malos y los antioxidantes, buenos."
Este concepto ayudó a engendrar una colosal industria de suplementos
dietarios. De acuerdo con los Institutos Nacionales de Salud de los
EE.UU., más de la mitad de los adultos norteamericanos toma algún
tipo de vitamina, que equivale a un costo total de 23 mil millones
de dólares por año.
Resultados decepcionantes
Los mejores antioxidantes conocidos son las vitaminas E y C, y dos
amplias clases de sustancias químicas llamadas polifenoles (que
incluyen a los flavonoides) y carotenoides (que incluyen a los beta
carotenos y licopenos). La mayoría de los suplementos que se
intentan vender como antioxidantes contiene por lo menos uno de
éstos, a menudo como sustancia química y a veces como extracto
concentrado de una planta.
Desde el comienzo de los 90, los científicos han venido probando los
beneficios de estos compuestos. Una y otra vez, sin embargo, los
suplementos reprobaron la prueba. Lo cierto es que terminan con los
radicales libres en un tubo de ensayo, pero una vez que entran en un
cuerpo humano, se vuelven extrañamente impotentes.
No sólo no previenen el daño por oxidación, incluso pueden empeorar
las cosas. Muchos científicos están llegando a la conclusión de que,
en el mejor de los casos, los antioxidantes son una pérdida de
tiempo y de dinero. En el peor, podrían ser dañinos.
El primer antioxidante en producir resultados decepcionantes fue el
beta caroteno. Alguna vez una estrella entre los suplementos, las
píldoras de beta caroteno se les recomendaban a los fumadores para
protegerlos contra el cáncer de pulmón. Esto se basaba en la
observación, hecha en la década del 70, de que la gente que comía
mucha zanahoria (que contiene grandes cantidades de beta caroteno)
poseía una protección contra el cáncer.
En 1992, los investigadores del Centro Nacional del Cáncer de los
EE.UU. pusieron el beta caroteno a prueba. Enrolaron a más de 18.000
personas con alto riesgo de desarrollar cáncer de pulmón, y a
alrededor de la mitad le dieron suplementos de beta caroteno. La
prueba debía continuar durante seis años, pero los investigadores la
interrumpieron antes al descubrir, para su sorpresa y horror, que
aquellos que estaban tomando suplementos estaban peor que los que
servían de control. Su índice de cáncer de pulmón era un 28% más
alto y el índice de mortalidad general estaba un 17% más arriba.
"Fue un shock. No sólo no ayudaba, sino que tenía el potencial de
dañar", asegura Halliwell.
En mayo de este año, un panel de expertos llegó a la conclusión de
que no existe evidencia para recomendar los suplementos de beta
caroteno a la población general, y que sí hay evidencia firme para
que los fumadores que los eviten.
La historia es similar con el antioxidante más popular del mundo. La
vitamina E saltó a la fama a comienzo de los 90, luego de que dos
amplios estudios descubrieran que aquellos con una dieta alta en
vitamina E tenían menos posibilidades de desarrollar enfermedades
cardiovasculares.
Los investigadores incluso creían haber encontrado un mecanismo
plausible. Estaba surgiendo evidencia de que una de las causas de
las cardiopatías eran el daño que los radicales libres hacían a los
LDL, pequeños paquetes de lípidos y proteínas que circulan en la
sangre. Resultó que agregando vitamina E a las muestras de sangre de
los tubos de ensayo los LDL se volvían más resistentes a la
oxidación. Tal vez así era que la vitamina E prevenía las
cardiopatías.
Con estos resultados positivos a las espaldas, otros investigadores
emprendieron amplios estudios usando suplementos de vitamina E. Los
resultados, sin embargo, han sido casi universalmente
decepcionantes. Sólo un experimento encontró un efecto positivo.
Muchos otros no encontraron ningún efecto protector y uno incluso
concluyó que la vitamina E incrementaba el riesgo de falla cardíaca.
Es más, cuando los científicos buscaron evidencias de que la
vitamina E protegía a los LDL contra la oxidación en el cuerpo y no
sólo en los tubos de ensayo, no encontraron ninguna (excepto en
personas con deficiencia de vitamina E). De hecho, a pesar de que
existe importante evidencia de que la vitamina E es un antioxidante
poderoso en el tubo de ensayo, existen serias dudas de que actúe de
la misma manera en el cuerpo
Por Lisa
Melton
De New Scientist
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