En el póquer de la OPA sobre BNL los jugadores prácticamente no han cambiado, pero sí las reglas de juego. No está Fazio, ni se le espera. Es, o puede ser -todavía debe demostrarse- el tiempo de la transparencia. Draghi ya ha dicho que se va a inhibir, aunque “entiendo que no ha trabajado para nuestra cuenta”, dice FG. Sí para Goldman Sachs, firma que asesoró en la operación a BBVA, y en la el italiano era vicepresidente para Europa. En cualquier caso, es un asunto solventado.

Eso sí, hay prevista una junta de accionistas el próximo 18 de marzo y un mes antes deberíamos saber qué va en el orden del día. Podría haber sorpresas. No ha querido decir nada FG. Hasta que haya una decisión del Banco de Italia y de Unipol, que recurrió el rechazo de la OPA por la autoridad monetaria, no sabe nada. Esa página está pasada. “Debemos estar atentos a cualquier posibilidad de inversión en otra parte del mundo, siempre que encaje en nuestra estrategia y cree valor”. Vamos, que no está dispuesto a pillarse los dedos.

Ni siquiera ha querido confirmar la posible existencia de gente, de un equipo trabajando en Italia en el asunto. Si reeditan la oferta no podría justificarse tanta dejadez, así que el sentido común habla de otras cosas, pero mientras no se resuelva el embrollo jurídico en torno a la oferta, González y Goirigolzarri se mantienen como los monos de Gibraltar: ver oír y callar.

El problema está en el mismo sitio que estaba, en el entorno. Primero, hay que negociar con Unipol y el grupo satélite de varios bancos de inversión, que poseen varios paquetones de BNL y que en una mayoría de casos quieren soltar. Y luego, el obstáculo Caltagirone y los suyos, que siempre ha sido el mismo. No querían papeles del BBVA, el canje no les gustaba, y querían dinero puro y duro, más de los que ofrecía el banco español, además. Por eso, y por otras cuestiones menos confesables, no quisieron ir a la OPA. Ahora, quizá quieran vender para olvidarse de la pesadilla político-económica-judicial en que se convirtió su aventura, pero siempre que aparece un comprador dispuesto a comprar cuota, las cosas se complican.

El problema es el deterioro de imagen que ha sufrido la entidad transalpina, que ha perdido un año largo de su vida y sigue manteniendo una estructura necesitada de una poda de aúpa, puesto que 17.000 empleados son demasiados y entonces no se va a contar con idéntico apoyo de los sindicatos. Por cierto, sirvió de muy poco en la anterior OPA.

FG tampoco quiso hablar del IRPF, ni entró en la guerra de comisiones del Santander, que se está quedando solo. Sin BBVA ni Popular.

FG se limitó a mostrarse partidario de que el código de Gobierno Conthe; las recomendaciones finales, estén en línea con la realidad de las empresas y la sociedad. ¿Quiere esto decir que ahora no lo están? No parece que FG esté muy dispuesto al nombramiento de un vicepresidente como plantea semejante código, criticado por el siempre cauteloso Ángel Ron, y subraya que lo dejaría en manos del consejo. O sea, que tampoco.

Como tampoco le parece excesiva la veintena de representantes que tiene en el comité ejecutivo, cuyas reuniones causan algunos problemas de aforo. Es que los problemas son mayores porque el banco ha crecido mucho en los últimos años. Pecata minuta para unas cuentas de espectáculo: 3.800 millones de benéficos, un 30% más, y un crecimiento del margen de explotación del 22%. Fuerte crecimiento del BPA -un impresionante 29,5%- y del dividendo.

FG, tras alabar el momento político y económico latinoamericano -“por primera vez en todos los países las cifras macroeconómicas son extraordinarias, los intereses reales están más bajos que nunca, no hay déficit fiscales... francamente una historia macroeconómica única”, se ha despedido con un “nos veremos pronto” -le faltó decir arrivederci--, sin mostrar sus cartas del póquer de la BNL. Lo dicho, no quiere ser otra vez el paganini de esta historia