De casinos y matemáticas
En sintonía
con la cada vez más avanzada legislación mexicana en
materia de los casinos o lugares de apuestas, lo único
que se me viene a la mente es la necesidad de informar
al público. Desde mi experiencia y mi muy particular
punto de vista, creo que el alimento de los casinos es
la ignorancia, y le voy a decir por qué con una anécdota
muy sencilla |
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Hace más de 20 años, en
la feria de Tecomán, había un puesto (stand) que consistía en lanzar
unas cinco canicas en una tabla con muchos agujeritos (seguramente
lo ha visto, si es que ha ido a alguna feria de México). Cada
agujerito, marcado con un número, podía recibir una canica y al
final eran sumados los puntos según correspondía. Como la cosa
estaba complicada para cualquiera, el encargado siempre estaba
presto a ofrecer una o dos demostraciones y, con la enorme
experiencia, al momento de contar los puntos, se oía algo así como:
“veintemáscuatromásdocemásdieciochomásunodacincuentaycinco” o
sea, gané 55 puntos en el primer tiro. Atrás, en el fondo del stand
se apreciaban todo tipo de juguetes y artefactos domésticos, algunos
relativamente valiosos, que se ofrecían de premio y que atrapaban la
tentación. Junto a cada artefacto uno podía ver el número de puntos
necesarios para conseguirlo. Los hornos de microondas, por ejemplo,
requerían de solamente cien puntitos. Como en el primer tiro de
demostración yo ya había hecho 55 la cosa no se veía tan difícil.
El dueño del stand dijo: “te voy a regalar otra prueba”, en la
que gané otros 35 puntos. Es decir, en dos tiros gratis ya había
acumulado 90 puntos. Me faltaban diez para el horno de microondas
(no olvide que hace 20 años no era tan accesibles por su precio).
Pues decidí apostar. Cada lanzamiento me costaba 10 pesos y,
para no hacer la historia muy larga, le diré que lancé las canicas
más de veinte 20 sin jamás completar los diez puntos que me
faltaban. No podía explicarme cómo en los dos primeros lanzamientos,
los que el dueño del stand amablemente me regaló, había hecho 90
puntos y en veintitantos lanzamientos no había logrado completar
diez puntitos.
Naturalmente, conforme pasaba el tiempo, ya no dejaba que el
encargado contara por mí, sino que lo hacía yo personalmente.
Sospechaba que él estaba contando menos puntos de los que había
logrado. Sin embargo, todo estaba bien: él no me estaba haciendo
trampa con el conteo, simplemente yo no estaba haciendo puntos,
llegué a 97 puntos y se me acabaron las ganas...
Varios días después me di cuenta de que simplemente era
imposible hacer muchos puntos en cada lanzamiento. La explicación a
los dos primeros lanzamientos era que yo no había contado los puntos
sino el propio encargado, y generalmente nadie los suma, sobre todo
si son muchos y además gratis.
Esa es la esencia y la mecánica de un casino de apuestas:
“hacerle creer que las cosas están al alcance para que apueste”. Por
supuesto que es mucho más elaborado pero indudablemente que todo
está considerado para que el casino no sea quien pierda. Es decir,
quienes pierden le pagan a los que ganan, pero además le dan una
parte al casino. Generalmente uno hace cálculos sobre lo que cree
que va a pasar con base a eso decide su apuesta, pero esto es muy
engañoso.
Por ejemplo, ¿sabía usted que entre un grupo de 40 personas, la
probabilidad de que haya personas con el mismo día de cumpleaños es
muy alta? Dado que hay 365 días en el año, pareciera que son pocas
las posibilidades, pero en realidad es 90%. En otras palabras, si
cada vez que vea un grupo de 40 personas, usted apuesta con alguien
a que en ese grupo hay personas con el mismo cumpleaños, va a ganar
nueve de cada 10 veces.
Cuando usted apuesta o compra un boleto de lotería, cualquiera
que sea, debe saber que lo que compra es una esperanza… por eso un
boleto en la mano es más valioso mientras no se da a conocer el
número ganador.
Detrás de los casinos hay matemáticas muy avanzadas protegiendo
sus intereses. Se lo digo con conocimiento de causa. La mecánica es
muy simple: los casinos tienen mayor información que usted sobre lo
que puede pasar y cuando se hace evidente le pagan muy poco por la
apuesta. Además, su anzuelo más fuerte son las historias de gente
que entró pobre y salió millonaria o del “joven ingeniero que viene
aquí todos los sábados con su computadora y se lleva 10 mil pesos en
cada visita”.
El juego de apuestas es increíblemente adictivo y ha
desintegrado más familias que las que ha unido, por sus
consecuencias económicas inmediatas. Los casinos hay que visitarlos
cuando se está consciente de que las posibilidades de ganar son
pocas y de que lo único que se está ganando es “emoción”… Si alguien
le dice otra cosa lo está engañando. Desde los enormes casinos en
Las Vegas hasta la humilde mesita de don Panchito en alguna
banqueta, todos los negocios basados en juegos de azar están
diseñados para que a la larga el que pierde sea el cliente.
Una de las cosas que vigilan las Comisiones de Juegos en Estados
Unidos es que las posibilidades en contra del jugador no sean tan
descaradas, es decir, que no sean un robo en despoblado. Así que
piénselo.
*Director del Instituto de Innovación y Desarrollo Tecnológico
de la Universidad de Colima
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