¿Sabías que 6 de
cada 10 denuncias corresponde a víctimas menores de edad; y
que dentro de este universo se encuentran la gran mayoría de
los varones víctimas, siendo generalmente durante su
infancia y pubertad?.
¿Sabías que a
veces pasan muchos años de terrible sufrimiento hasta que
una persona puede decir que ha sido víctima de un delito
sexual, a veces reiterado durante años, a veces en su propia
casa?
¿Te imaginas el
sentimiento de culpa y vergüenza de la víctima, y la
consiguiente dificultad para denunciar el delito del que ha
sido objeto?.
Son los únicos
delitos donde no existe evidencia en contrario de la
reincidencia. Quien lo hizo, lo volverá a hacer. El agresor
sexual no tiene características particulares que permitan
identificarlo a priori. Suele ser varón, heterosexual, tener
pareja estable, hijos y llevar una vida en apariencia
absolutamente normal. La única prevención posible es
saber que quien ya ha agredido sexualmente lo volverá a
hacer, y podrá acrecentar la violencia de la modalidad.
De evitarlo se trata el denunciar, el hacer saber a
otras posibles víctimas de su entorno, lo que ha sucedido.
Los delitos
sexuales prescriben para el autor, pero no lo hacen para la
víctima que llevará su sufrimiento a todos los aspectos de
su vida. Si bien los delitos sexuales son un tema de salud
pública, aún recae sobre el/la agredido la decisión de
denunciar; indudablemente una cuestión para debate social y
legislativo.
-
Guardar
todas las pruebas (ropa interior y exterior, no
bañarse, aún cuando no haya habido penetración) a
pesar del impulso a desprenderse que conlleva el
acto padecido.
-
Pedir
ayuda para estar acompañada inmediatamente.
-
Recibir
en las siguientes 24 horas tratamientos preventivos
para VIH, hepatitis B y otras enfermedades de
transmisión sexual si ha habido acceso carnal de
cualquier tipo (anal, vaginal, oral); y preventivo
de embarazo si ha habido penetración vaginal.
-
Decidir
si la denuncia se efectúa en la comisaría, en la
fiscalía de turno o se dirige directamente a un
hospital público donde recibirá tratamiento o
derivación correspondiente, y la opción de denunciar
(que no será obligatoria ni condicionante para
recibir atención),
son cuestiones
para pensar y decidir, antes de encontrarse frente a la
conmoción que la agresión sexual -propia o de un menor de
edad- conlleva.
Nadie está
exento.
La agresión sexual NUNCA
depende de la víctima, de cómo vista, de dónde esté, de su
actitud. De si se niega férreamente, o si no lo hace para
preservar la vida.
Pedir ayuda
-tanto la víctima como su familia y pareja- es
imprescindible para poder encarar el largo y necesario
camino de superación del estrés postraumático.
Si
estás siendo o fuiste víctima... no te quedes en silencio.
María Adela Mondelli
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Editora del Semanario Vivir Mejor
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