Casino Bahía

Las bahías de Gijón mostraban ayer el espectáculo del temporal, que, como afirmaba Kant, excita el sentimiento de lo sublime, al igual que la bóveda estrellada del cielo, o la violencia desatada de una tormenta, o la lava del volcán, o la potencia desmesurada de la cascada. Así, continuaba el filósofo, el día es bello y la noche, sublime; la colina, bella, y la montaña, sublime; la comedia, bella y la tragedia, sublime; el amor, bello y la amistad, sublime. La soledad profunda se vuelve sublime, como también la cólera del hombre noble, de Aquiles en «La Ilíada», pongamos. Todo lo sublime nos sobrepasa de manera ilimitada. El sublime temporal, fuerza amenazadora y más atractiva cuanto más temible, no hay donde meterlo, ni cómo domesticarlo

Ahora, vengamos a lo práctico, porque de un tiempo a esta parte, cuando se desata la tempestad, se pone complicada la obra de El Musel. Dice el parte que en las aguas costeras de Asturias hay mar gruesa a muy gruesa, con mar de fondo del noroeste de tres a cuatro metros. Alto ahí. Si esa marejada de fondo llegara a los cinco metros, habría que temer abrazos de mar tan destructivos como los que hace un par de meses desmoronaron sesenta metros de relleno al este del Torres y algo menos en Aboño, además de sacar de su trazado las miles de toneladas vertidas como base del futuro dique exterior.

Así que el temporal sublime nos tiene en vilo, por si nos salimos de esos cuatro años de construcción portuaria que se puso el Principado como límite para recaudar fondos europeos. Bueno, en vilo también nos tiene el hindú Mittal, que ya se sabe dueño de la mitad de las acciones que necesita para la posesión total de Arcelor. Aceralia es bella, Mittal, sublime. Nos sobrepasa.
Total, que las bahías naturales, las que dan cobijo a temporales y al sector industrial gijonés, son un pozo de temores. Suerte que ya llega la otra bahía, la del sector terciario. El Casino Bahía de Gijón está a punto de abrir. Ya lo decía don Vito Corleone, en «El Padrino»: «El juego, el alcohol y las mujeres son cosas que el género humano desea, aunque los "pezzonovantes" del Vaticano lo prohíban». Don Vito era también sublime

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