Aventura de una pareja argentina
Recorrieron el mundo a bordo de un
velero durante 7 años.
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La odisea, financiada por
23 empresas, se inició en 1998.
En siete años de viaje, la única vez que Ernesto durmió en tierra,
se cayó de la cama. Tal vez por ello, a pesar de haber arribado a
Buenos Aires con su velero New Life el 16 de abril pasado, aún
prefiere dormir en su embarcación, anclada en Puerto Norte, frente
al Aeroparque Jorge Newbery. "Es para no perder la costumbre",
asegura él.
Ernesto Saikin, de 47 años, adquirió "la costumbre" tras haber
viajado siete años en un velero de 31 pies, con el que cruzó el
océano Atlántico en dos oportunidades, recorrió el Caribe, el mar
Mediterráneo y atravesó el triángulo de las Bermudas.
El detonante de la aventura fue una advertencia médica: "O dejás de
trabajar o te morís", le dijeron los médicos a Ernesto en 1993,
luego de detectarle dos úlceras causadas por el estrés. "Y entonces
dejé el laburo en una petrolera, me compré un velero, que llamé New
Life, y empecé a hacer viajes cortos a Colonia", cuenta Ernesto.
Durante cinco años, navegó por el Río de la Plata y, en 1998, luego
de conseguir 23 auspiciantes para financiar su viaje, que en
principio duraría tres años, zarpó: "Encaré el proyecto solo, pero
Loly se fue acoplando y estuvo yendo y viniendo durante los siete
años", aclara.
Loly Basovnik es la pareja de Ernesto. "No tenía ninguna experiencia
en la navegación, pero él me sacó del Bajo Flores al alto Egipto",
dice ella.
"No valía la pena apurar el viaje, porque era una oportunidad única
en la vida. Y como el proyecto superó las expectativas de los
auspiciantes, nos bancaron durante cuatro años más de lo pactado",
explica Ernesto.
Aventuras en la ruta
"¡Estoy vivo, estoy vivo!", le gritaba Ernesto por teléfono a Loly
desde el puerto de Santos, y no era para menos: durante 30 horas
había estado surfeando olas de seis metros, "corriendo al temporal",
desde Porto Belo hasta Santos, en Brasil.
"Quedé atrapado entre dos frentes fríos, en una tormenta tremenda. Y
cuando entré en el puerto de Santos, que tiene forma de embudo,
agarré una ola de 13 metros y el barco se me fue por ojo -se clavó
la proa-. El velero quedó totalmente sumergido durante diez
segundos, que para mí fueron una eternidad, y yo quedé flotando en
el agua con mi traje de neoprene, atado con un arnés y dos líneas de
vida", relata.
Es que, además de hacer un "master en cultura", como le gusta
definir a Loly el viaje, ambos enfrentaron tormentas, desafiaron
huracanes y se defendieron de piratas, "que hoy por hoy no buscan
tesoros, sino motores fuera de borda y botes".
El tiempo máximo que estuvieron navegando "entre el cielo y el mar",
sin tierra a la vista, fueron 12 días, cuando cruzaron de Bermudas a
Azores. "Saber que uno está en el medio de la nada es bastante
aterrador pero, a la vez, es una experiencia única, y a pesar de que
sos un punto en el océano, te sentís importante", señala Loly.
Según Ernesto, la clave del éxito estuvo en el "mantenimiento de la
embarcación, la perseverancia y la planificación". Tanto es así que,
si bien ambos piensan vivir en Buenos Aires durante los próximos
años, ya están planeando su próximo viaje. "Ahora nos toca el
Pacífico", finaliza.
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Fuente:
http://www.lanacion.com.ar
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