Boca festejó su bicampeonato
Boca le ganó a Olimpo 2 a 0 en la
Bombonera y festejó el bicampeonato con argumentos sólidos: ahora
juega mejor, aparece más seguro en la defensa y tiene más variantes
en el ataque; así, superó en puntos la campaña del último Apertura.
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Hace tiempo
que Boca se acostumbró a disfrutar de los fuegos artificiales, de
las vueltas olímpicas. Desde el campo de juego, el equipo se mueve
como un auténtico campeón: con autoridad, con presencia ofensiva,
con solidaridad y entrega. Maneja la pelota con tanta tranquilidad
que, en varias oportunidades, hasta la entrega al límite de la marca
rival, como sucedió ayer en varios pasajes de la victoria ante
Olimpo por 2 a 0, en la Bombonera. Y no es que los futbolistas
xeneizes tomaron esa actitud por haberse consagrado hace siete días.
Ante Independiente, en Avellaneda, Abbondanzieri picó el
balón en la puerta del área ante Machín con el encuentro igualado en
cero. Boca siempre arriesgó (a veces en exceso), pero cerró su
participación en el Clausura sin dejar dudas de que fue el mejor.
Lanús, el segundo, lo siguió a ocho puntos de distancia, todo un
dato.
Ante Olimpo jugó a media máquina y el único objetivo, casi,
fue que Martín Palermo fuera el goleador. En función de eso jugó y
la superioridad se dio naturalmente con los intérpretes de siempre.
Fernando Gago en el quite y la distribución; Rodrigo Palacio como la
principal arma de desequilibrio; Federico Insúa en la creación y la
explosión en los últimos metros, y Palermo expectante a todo lo que
sucediera en el área rival. En el fondo, el tándem Silvestre-Cata
Díaz sumó entendimiento y así, Boca ganó ayer, en la Bombonera, y
también en solidez y rendimiento, si se toma como referencia la
vuelta olímpica que dio en el último Apertura. Ahora la distancia
entre un campeón y otro fue superior a lo que marcan los tres puntos
de diferencia (43 contra 40) entre las dos campañas xeneizes.
Ayer, el equipo de Basile se impuso con un tanto de cabeza de
Silvestre tras un córner de Insúa y un anticipo de Palermo, y un
gran contraataque jugado de primera entre Bilos, Gago e Insúa, que
concluyó con el disparo de Palacio a la red. Pero en este certamen,
al equipo de memoria , Basile le sumó un recambio eficaz
encabezado por Pablo Ledesma -un premio al esfuerzo y la dedicación-
y seguido por Neri Cardozo -que después se transformó en una cábala
por si debía reemplazar a Bilos-, Claudio Morel Rodríguez, Ezequiel
Medrán, Pablo Migliore y, en especial, José María Calvo, un
todoterreno defensivo que demostró capacidad para jugar por la
derecha o por la izquierda.
Boca fue el equipo con más vocación ofensiva y al que menos goles le
marcaron (12), seguido por San Lorenzo con 14. Pocas veces se vio
superado en el juego. Igualó y perdió puntos en encuentros, en
principio, accesibles, como Gimnasia, de Jujuy, Instituto o Tiro
Federal, pero en los partidos decisivos ganó o salió airoso, como
ante River, en situaciones adversas. Si se quedó con puntos en los
finales es porque tuvo algo de suerte (como todo campeón la
necesita), pero sobre todo porque buscó atacar hasta el final. Nueve
contra once, cuando lo lógico es asegurarse el empate, fue por más y
festejó, como ante Banfield, en tiempo adicionado.
Hay un mayor entendimiento en el estilo de juego propuesto por
Basile y de acuerdo con las características de los propios
jugadores, cada vez más complementados y solidarios. Incluso,
conociendo sus limitaciones a la perfección. Por eso, Gago suele
proteger a Krupoviesa cuando lo ve encerrado sobre la línea y
presionado por los rivales, o el Pocho Insúa sólo transforma el
doble cinco que muchas veces arman Gago y Battaglia en un bloque
para la recuperación; o Calvo sale a presionar más lejos, casi como
un volante, para que no queden tantos metros entre él y el regreso
de Bilos. Así como todos
atacan, todos defienden.
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Fuente:
http://www.clarin.com
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