Si usted al ver un partido se retuerce en su asiento, se pone de pie cuando su equipo ataca, mueve la cabeza como si fuera a cabecear cuando quien tiene que hacerlo es un delantero y siente que el corazón se le va a salir del pecho de latir tan fuerte, quiere decir que vive el fútbol con pasión. En todo caso, tenga cuidado: puede ser una víctima, porque las cifras de mortalidad aumentan durante los mundiales.

Después del penal atajado por Carlos Roa a David Batty, que significó el pase de la Argentina a los cuartos de final y la eliminación de Inglaterra de Francia '98, la cantidad de paros cardíacos fue un 25% superior a lo normal, según un estudio realizado por investigadores de la Universidad de Birmingham y publicado por la revista médica British Medical Journal. Ellos recomiendan eliminar la ronda de penales para dirimir clasificaciones "por razones de salud pública".

Es curioso que los riesgos de violencia sean mayores en casos de victoria, tal como lo determinó Vas Sivarajasingam, un investigador de la Universidad de Cardiff, en un trabajo que midió el número de víctimas por peleas tras los partidos del equipo de Gales de rugby y fútbol. Cuando Gales perdía, un promedio de 25 personas era ingresada al hospital como consecuencia de peleas, pero cuando obtenía triunfos la cifra aumentaba a 33. "El hecho de ganar se acompaña a menudo de la ingesta de alcohol, factor bien conocido de aumento del riego de violencia", destaca Sivarajasingam en sus conclusiones.

Un caso muy recordado es el del primer mundial de la posguerra: en Brasil 1950, la derrota del local en la final contra el seleccionado uruguayo (el mítico "Maracanazo") provocó depresiones, raptos de furia y hasta suicidios. Pero desde entonces, cada mundial tuvo su saldo de víctimas.

Y en el confort del hogar también los riesgos se acrecientan, porque en algunos países la tendencia es comer frutos secos y pizza congelada mientras se mira el fútbol, lo cual, sumado al nivel de tensión del hincha-televidente, lo puede llevar a un pico de hipertensión. Por esos motivos fue que el viceministro tailandés de Salud, durante Corea-Japón 2002, invitó a sus conciudadanos a no beber más que agua e infusiones y renunciar a la cerveza, salchichas, papas fritas y otros productos de comida chatarra