Cómo nacieron los Pérez, los García y los González
En castellano, los terminados en "ez",
como Ramírez y Martínez, indican que hubo un antepasado llamado
Ramiro o Martín
Significan también “hijo de” los
prefijos escoceses "Mac" o "Mc" y el hebreo "Ben”, las terminaciones
"sen", "son" y "sohn" en alemán. "Ini" es en los italianos.
El primer hombre fue Adán, cuyo nombre significa "terrifacto", esto
es, hecho de tierra, quien nació y murió sin apellido, porque era
único y no lo necesitaba; pero al poblarse el mundo fue preciso
diferenciar por oficio o edad (Juan el viejo, Juan el aguatero); y
más tarde, sumarle un patronímico: así, Juan, hijo de Gonzalo, pasó
a ser Juan González.
El apóstol elegido por Jesús para fundar el cristianismo, tampoco
tuvo apellido: se llamaba Simón, hijo de Jonás, pero el Mesías le
cambió el nombre: "Tú eres Pedro (piedra) y sobre esta roca
edificaré mi Iglesia", le dijo.
Con el tiempo, Pedro originó a Pérez, que significa "hijo de Pedro".
En la Antigüedad se usó únicamente el nombre propio pero al tornarse
insalvables las repeticiones, hubo que agregar una indicación
relativa al lugar, al oficio o a la fisonomía.
Así, a dos personas llamadas Pablo, se las distinguía como Pablo el
herrero y Pablo el de la fuente, costumbre que más tarde originó los
apellidos Herrero y De la Fuente. Heráclito fue de Efeso, Diógenes
era el Cínico y Dionisio el Exiguo.
Los apellidos surgieron durante el Renacimiento: en español, los
terminados en "ez", como Ramírez y Martínez, indican que hubo un
antepasado llamado Ramiro o Martín.
El nombre propio o de pila -por la pila bautismal- lo daban los
padres a cada hijo al nacer o durante el bautizo; pero luego esto se
extendió al acto civil y en ciertos casos llevó a que una misma
persona tuviese un nombre religioso y otro de identidad.
Hoy, una persona tiene un nombre propio (antropónimo) y uno o varios
apellidos (patronímico) según las costumbres de cada país.
El apellido -del latín apelación o acto de llamar- pasa de una
generación a otra y comúnmente es el del padre, o el del padre y el
de la madre, aunque hay lugares donde se puede invertir el orden,
agregar otro al casarse, o suplantarlo por el del marido.
Si en español la terminación "ez" significa "hijo de", los prefijos
escoceses "Mac" o "Mc" y el hebreo "Ben", también lo indican: "Mc
Donald" es hijo de Donald, "Ben Hur" es hijo de Hur.
También lo expresan las terminaciones "sen", "son" y "sohn" en
alemán; "ini" en los italianos; "sen" y "son" en idiomas
escandinavos; y "vich" o "vic" en los eslavos: Petersen es hijo de
Peter, Mendelssohn de Mendel, Gustafson de Gustaf, Tomasini de
Tomás, Ivanicevich de Iván y Karlic de Karl.
Mientras Ramírez sigue la regla de los Pérez y los González
(terminación "ez" igual a "hijo de"), García, que originariamente
fue un nombre, pasó tal cual a ser apellido.
Ramírez y García provienen de Ramiro y García, los nombres que el
rey Bermudo I de Asturias (789-791) les dio a sus hijos, el primero
de los cuales también fue rey.
Pero algunos especialistas distinguen entre los Ramírez de León y
Granada, que provendrían de la casa solar que fundó un nieto del rey
Ramiro I, y los Ramírez de Madrid, que descenderían de García
Ramírez, uno de los caballeros que reconquistaron la villa a los
moros en el año 720.
A su vez, en "Sobre el topónimo Gasteiz y su entorno antroponímico",
el especialista en onomástica Alfonso Irigoien agrega que Gasteiz
proviene de García y también de Gaste, que en vasco se escribe gazte
(joven) y que equivale al Ivvenis latino.
En la Antigüedad, los hebreos daban nombre a sus hijos según la
primera cosa que decía el padre al verlos; por ejemplo: Jesús
significa "El Mesías"; Isaac es "el hijo de la alegría"; y Elías,
"mi dios es Yahvé".
Los romanos tenían tan pocos nombres propios que cuando se les
acababan llamaban a sus hijos según su orden de nacimiento: Quintus
(quinto) u Octavius (octavo). Quien pasó a la historia como el
emperador Augusto se llamaba en realidad Octavio.
El cristianismo impuso para el bautismo nombres bíblicos, litúrgicos
o de virtudes morales, hasta que en el siglo XVI el Concilio de
Trento consagró la costumbre de adoptar alguno del santoral del día,
lo que redujo el espectro y llevó a que muchos nombres antiguos
desaparecieran.
En cambio, los pueblos celtas y germánicos imbuyeron los suyos de
virtudes guerreras (Arnaldo significa "con el poder del águila";
Everardo, "fuerte como jabalí"; Arturo, "oso noble"); y durante las
invasiones bárbaras del siglo V extendieron este tipo de nombres por
toda Europa
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