CON CUANTO DINERO
SE COMPRA LA FELICIDAD ?
No
saber administrar el dinero, acostumbrarse demasiado rápido al nuevo
tren de vida y compararse con personas más afortunadas, son algunas
de las causas que nos alejan de la dicha. La investigación cifra en
15.000 dólares (unos 11.500 euros) los ingresos mínimos para ser
feliz
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El dinero no da la felicidad, pero la
puede comprar, la única duda es cuánta cantidad. Y no es tanta como
uno espera porque no sabemos administrar el dinero, nos
acostumbramos demasiado rápido al nuevo tren de vida y nos
comparamos con personas más afortunadas, según un estudio elaborado
por Manuel Baucells, profesor de la escuela de negocios IESE, y
Rakesh K. Sarín, de la UCLA Anderson School of Management de la
Universidad de California.
La rápida adaptación a los nuevos lujos y la comparación social
frena en seco la dicha. La investigación cifra en 15.000 dólares
(unos 11.500 euros) los ingresos mínimos para ser feliz. A partir de
ahí, el poder adquisitivo y la felicidad no crecen al mismo ritmo y
el largo inventario de pobres niños ricos que ha dado la historia es
buena prueba de ello, según informa el periódico madrileño El País.
Una mujer que conduce un viejo utilitario en su época de estudiante
puede hallar una dicha temporal cuando empieza a trabajar y logra
comprarse un bonito deportivo, pero pronto se acostumbrará a
conducirlo, lo integrará como una parte habitual de su vida y dejará
de alegrarla.
Es lo mismo que le ocurre a los ganadores de lotería: un estudio de
Brickman, Coates y Janojj-Bullman señala que aquellos a los que les
toca un gran premio económico sólo experimentan un incremento de
felicidad el primer año, mientras que los consecutivos se mantienen
igual porque ya se han acostumbrado al nuevo tren de vida y no les
resulta extraordinario.
"Lo que da la felicidad es el cambio, el paso de un escalón al otro,
por ello mantenerse siempre en uno, aunque sea muy elevado, deja de
hacernos felices", explica Manuel Baucells.
Para solucionarlo, el profesor del IESE tiene una receta: "Si te
toca un millón de euros, debes hacer tus cálculos para que la mejora
de tu situación sea paulatina y gastar sólo un 1% de lo ganado el
primer año, un 2,5% al siguiente, y así progresivamente hasta
alcanzar incrementos del 20% y el 30%".
La sociedad sobrevalora los beneficios que el dinero le reportará.
"Los nuevos ricos pasan de repente de un grupo social de menos
ingresos a otro mayor y su bienestar sí crecerá, al menos de forma
temporal", señala el estudio.
Pero llega el día en que esos nuevos ricos pierden a sus antiguos
vecinos del barrio como referencia y comienzan a fijarse en el nuevo
grupo social al que pertenecen. Es entonces cuando el éxtasis
desaparece.
Y es que conducir un deportivo deja de ser tan agradable cuando uno
se encuentra en el garaje con el nuevo Lexus del vecino.
Tras la unificación de Alemania, los niveles de felicidad de los
vecinos del Este cayeron en picado, ya que pasaron de compararse con
ciudadanos del bloque soviético a mirarse en el estilo de vida de
sus vecinos de la Alemania Occidental.
A los deportistas de élite les ocurre igual. Unas encuestas
revelaron en 1995 que los medallistas olímpicos de bronce estaban
más contentos que los que habían ganado la plata, ya que se
comparaban con aquellos que no habían subido al podio, mientras los
clasificados en segundo lugar tenían pesadillas porque creían que se
les había escapado el oro.
Dos investigadores dieron a elegir en 1998 a los alumnos de la
Escuela Pública de Salud de Harvard entre dos escenarios: en uno,
ellos ganarían 50.000 dólares cuando el resto del mundo lograría
25.000, es decir, la mitad, mientras que en el segundo escenario
ellos ganarían 100.000 dólares cuando el resto ganaría 250.000, más
del doble. Todos prefirieron el primer escenario.
"Por eso la felicidad social no ha avanzado pese a que mejore la
calidad de vida en un país, porque nos peleamos siempre por tener lo
que tiene el vecino", según Baucells.
En aquellas naciones en las que la economía ha crecido de forma
extraordinaria, sus ciudadanos no han experimentando ese mismo salto
cualitativo.
El estudio pone como ejemplo Japón, donde los ingresos per cápita se
quintuplicaron entre 1958 y 1991, de 3.000 a 15.000 dólares anuales,
pero los niveles de felicidad se mantuvieron entre el 2,5 y el 3
(sobre cuatro) a lo largo de esas tres décadas.
El informe habla de dos tipos de bienes: los básicos, como comer,
descansar o disfrutar con los amigos, que son básicos y su placer
dura siempre, y los de consumo -bienes de consumo como un coche o un
viaje al extranjero-, a los que uno se acostumbra mucho más rápido
de lo esperado y, por tanto, el éxtasis dura poco.
"Son adaptativos", aclara. El dinero puede comprar la mayoría, pero
la dicha de los bienes materiales dura menos.
Por ello es más feliz aquel que centra el bienestar en esos bienes
básicos y no los de consumo. Además, el estudio recalca que influyen
otras variables como la salud y el hecho de vivir o no en un régimen
democrático, con libertad y derechos individuales garantizados.
Así que, según el estudio, el viejo latiguillo de que lo importante
de la vida es la salud, el dinero y el amor sólo admite discusión
respecto al orden de los elementos.
En general, los índices de contento en los países ricos son
superiores a los que declara la población de los países pobres.
Británicos, estadounidenses y también españoles se sienten mucho más
felices que los rusos, los ucranios o los búlgaros
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