LA GENERACION
ODISEA
Tienen
pareja –o no–, pero no piensan aún en formar una familia. Quieren
ganar su propio dinero, pero deambulan de un trabajo al otro o
cambian de carrera universitaria sin un horizonte definido. Aunque
los más chicos ya los llaman “señor” o “señora”, ellos todavía se
sorprenden... Son la nueva “generación odisea”, que es como expertos
en los Estados Unidos acaban de bautizar a ese grupo de 20 a 35
años, y a veces más, que se niega a crecer
“La palabra
«odisea» sintetiza la idea de exploración permanente –explicó a un
diario británico el doctor William Galston, quien identificó este
cambio generacional en un estudio que acaba de finalizar–. Los tres
objetivos fundamentales de la edad adulta son conseguir la
estabilidad laboral, encontrar una pareja, y tener hijos. En los
últimos años hubo una postergación masiva de esos tres compromisos.”
El investigador de The Brookings Institution, una reconocida
organización no gubernamental que se dedica en Washington a la
investigación social, observó que aun quienes ya pasan los 30 pueden
usar “sí” y “no” en la en la misma frase, al preguntarles si se
sienten adultos.
"Muchos chicos no quieren crecer, si hacerlo significa transformarse
en «eso» que son sus padres en lo que a gozo por vivir se refiere.
Entonces, la disyuntiva que se les plantea es difícil: o ser niños
eternos o sucumbir a una visión de la adultez homologable a la
pérdida de la pasión y la caída en un estrés perpetuo y quejoso
respecto de su propio destino", señala el licenciado Miguel Espeche,
coordinador general de Programa de Salud Mental Barrial del hospital
Pirovano.
Si a eso, agrega el especialista, se le suma "una noción de pasión
ligada al egoísmo consumista, que sólo los padres con su poder
económico pueden satisfacer [dadas las dificultades laborales de
quienes pagan «derecho de piso»] y una idea de «odisea» que se
parece más a una travesía por el propio ego que por reales e
inhóspitos territorios (tal lo vivido por el bueno de Ulises), no es
extraño que tanto en el Primer Mundo como por estos pagos se haya
extendido la adolescencia".
Para los expertos consultados por LA NACION, la generación Odisea es
lo que hasta ahora se definía como adolescencia tardía. Para los
investigadores estadounidenses, según explicaron al diario británico
The Sunday Times , se trata de una etapa que se agrega entre
la adolescencia y la adultez, dado que posee características propias
que la define, como la falta de compromiso o la postergación
indefinida de obligaciones que hasta ahora correspondían a esa edad.
"Los años de Odisea abarcan el período de transición cada vez más
extenso entre la vida estudiantil y la adultez", precisó Galston,
que realizó el estudio social para la Fundación Hewlett, en los
Estados Unidos.
Para la psiquiatra Graciela Moreschi, que se encuentra escribiendo
un libro sobre el tema, si se define la adultez como la etapa en que
una persona echa raíces, forma una familia y consigue un trabajo
estable, hoy ya son muchos los que llegan a esa edad sin haberlo
logrado.
"No se trata de un fenómeno local -aseguró-. Con la globalización,
ciertos cambios en los hábitos y las costumbres tienen que ver más
con la clase social que con el país. Y se da más en las clases
medias y altas." Y agregó: "Responde a los valores de inmediatez,
placer y presente permanente propios del posmodernismo, que atentan
contra el esfuerzo, el proyecto mediato, el futuro".
Una forma de vida
Una de las características de la generación Odisea en la que
coinciden todos los especialistas, argentinos y estadounidenses, es
en que la demora en abandonar la adolescencia se está transformando
más en una forma de vida que en una etapa de formación para la edad
adulta.
Esto, según Moreschi, podría explicarlo también "la exigencia de
éxito permanente, el endiosamiento de la juventud y la desaparición
de las fronteras: uno, sin moverse de su casa, puede estar hablando
con personas de otras latitudes".
Pero ¿por qué ocurre esto? Según parece, los padres tienen mucho que
ver. "Durante años, los divanes de los psicoanalistas estuvieron
poblados por pacientes que no hacían otra cosa que hablar de lo
reprimidos que estuvieron por la generación de sus padres -dijo la
licenciada Vanesa Starasilis, coordinadora docente y supervisora del
Centro Dos-. Se trataba de hijos que se «sobreadaptaron» a la
demanda paterna, haciéndose adultos antes de estar verdaderamente
preparados. Evidentemente, esto cambió."
Y ahora son padres. "Les enseñan a sus hijos a elegir libremente y a
seguir sus propios caminos, pero muchas veces devaluando todo tipo
de límite, descuidando transmitir que no todo es posible. El
fenómeno de las adolescencias eternas no es casual en este marco.
Esos adultos niños que no cortan su dependencia del hogar paterno
hablan de un «efecto incubadora» porque no parecen sentirse
preparados para la vida."
Por otro lado, Espeche sostuvo que esta situación tiene también un
costado positivo: "Con ensayos y errores, forma parte de una
búsqueda por un sentimiento vital más pleno, aunque muchos
simplemente no maduran porque alguien subvenciona su adolescencia
prolongada".
En definitiva, para Starasilis, esta generación que vive en
permanente exploración se trata también de "adultos desorientados
que actúan como adolescentes reclamando, sin saberlo, un padre que
intervenga poniéndole un límite a una niñez cada vez más extensa".
Por Fabiola Czubaj
De la Redacción de LA NACION
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