COLAPSARA LA
ECONOMIA ARGENTINA?
Los dos pilares sobre los que se
sustenta el ciclo económico iniciado tras el colapso de la
convertibilidad lucen amenazados. Tanto el superávit fiscal como el
saldo comercial tienen una dinámica cada vez más dependiente de los
precios internacionales de las commodities, cuyo crecimiento parece
haber llegado a un límite
La situación fiscal para 2009 es
compleja. En 2008, el 34% de la expansión de la recaudación
tributaria provino de los derechos de exportación y un 40% de los
mayores ingresos de la seguridad social, en parte derivados del
traspaso de afiliados del sistema de AFJP al Estado.
Ninguno de estos fenómenos parece
poder repetirse en 2009. Privada de este impulso, el año próximo la
recaudación probablemente crecerá no más del 21 al 25%, es decir, en
línea con la tasa de inflación. Tal perspectiva arroja un fuerte
interrogante sobre la capacidad de moderar el actual ritmo de
crecimiento del gasto de alrededor del 35% anual a un nivel
compatible con la corriente de ingresos.
Por ejemplo, si se pretendiera
mantener el objetivo de un superávit primario del 3% del PBI, el
gasto público no debería crecer en 2009 más de un 24%, es decir,
diez puntos porcentuales menos que este año. Un objetivo difícil, en
especial en un año electoral.
Aun en este hipotético y optimista
caso, dados los alrededor de 10.000 millones de dólares de
vencimientos de la deuda durante el año próximo, se requeriría el
equivalente de unos US$ 5000 millones de financiamiento adicional.
Esta cifra puede duplicarse si los precios de los productos
agropecuarios llegaran a caer alrededor del 20% o si el gasto se
expandiera a un ritmo no inferior al 30 por ciento.
Después de la reciente experiencia,
difícilmente Venezuela vuelva a ser una salida, frente a la
imposibilidad de recurrir al mercado internacional de capitales. La
alternativa será, por lo tanto, el financiamiento a través del
mercado local, en especial de fondos institucionales, como las AFJP,
la Administración Nacional de la Seguridad Social (Anses) o los
depósitos públicos en el Banco de la Nación Argentina.
Cualquiera de esas soluciones restará
liquidez al mercado bancario y mantendrá elevadas las tasas de
interés. O sea, tendrá un efecto contractivo sobre la economía. Del
costado del sector externo, las noticias tampoco son muy
alentadoras. A lo largo de 2008 el motor determinante del
crecimiento de las exportaciones fue el aumento de los precios de
las commodities. Aun si el nivel de precios de estos productos se
mantuviera en el elevado nivel actual, el saldo comercial externo de
nuestro país se reduciría de los actuales 10.000 millones de dólares
a poco más de 7000 millones.
En la hipótesis de que los precios de
los productos primarios que la Argentina exporta cayeran un 20%, el
superávit comercial descendería virtualmente a cero.
Existe un consenso cada vez más
amplio acerca de que el nivel actual de los precios de las
commodities incluye una porción importante de presión derivada de la
presencia de inversores financieros en estos mercados. Es decir, no
se trata tan sólo, en el caso de los alimentos, de la incorporación
de una mayor población del lado de la demanda. Por consiguiente, si
esa corriente cambia, porque los inversores vuelven a encontrar
otros canales para sus colocaciones, el nivel de precios puede
descender.
Cambio de viento
Por otra parte, como ya se vislumbra
en algunas commodities, la experiencia histórica es que las crisis
en los países desarrollados impulsan su precio hacia la baja.
En síntesis, los dos pilares del
modelo económico argentino están severamente amenazados por cambios
en las condiciones del mercado internacional, sobre los que la
Argentina tiene nula capacidad de acción.
Estas amenazas externas son la
contracara del "viento de popa" que ayudó decisivamente a obtener
elevadas tasas de crecimiento sin el clásico estrangulamiento en el
sector externo de la economía.
Ahora el viento cambió y una actitud
inteligente es diseñar una política económica capaz de afrontar las
nuevas condiciones sin perder el terreno recorrido, como ha ocurrido
reiteradamente a lo largo de nuestra historia. Si el Gobierno ignora
estas señales o las atribuye a fantasmagóricas confabulaciones,
estará perdiendo la extraordinaria oportunidad de colocar al país en
una senda más sólida de crecimiento.
*El autor es director de Finsoport
Consultores Económicos y ex viceministro de Economía.
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