VIVIR DE
APOSTAR EN LA WEB
Luis afirma que ya
ha ganado 50.000 dólares de ese modo
Luis se acuerda de su primera vez. Envió
dinero a través de un giro postal a Filipinas, a nombre de un tal
Ben Lot. Sus amigos lo cargaban, porque le decían que mandar 100
dólares así era la mejor manera de perderlos.
A las pocas horas el dinero estaba acreditado en su cuenta; así
comenzó Luis su carrera de apostador online . Nunca perdió
ese dinero, y llegó a ganar más de 50.000 en los dos años que lleva
dedicando dos horas y media por día a esta práctica, que se
convirtió en su modo de ganarse la vida, asegura.
En una mesa de La Biela, en Recoleta, Luis, de 21 años, cabello
largo y barba rala, y una prometedora carrera en Economía, pasa
inadvertido entre los turistas. Habla sin cesar, devela secretos del
juego: "Es una combinación de buena suerte y hacer las cosas
realmente bien. Yo pongo mi límite en la cantidad de plata que tengo
para jugar y lo que gano cada 100 manos, por ejemplo". A la larga,
es cuestión de probabilidades, de estadísticas y de estudio del
juego. "Cada uno busca la relación en la que se siente cómodo
apostando", señala.
Empezó con sus amigos del colegio jugando al póquer en una mesa de
paño verde y siguió con el mismo juego, pero en la Web. "No siento
el juego como una compulsión, sino que me lo tomo como un trabajo."
Revuelve su taza de café y deja intacto el vasito con agua. "La
adrenalina del juego por plata se siente al principio, pero después
decrece y surge otra cuestión interesante, que es ganar sin ponerse
en situaciones que generen demasiado riesgo. El entusiasmo pasa y se
reemplaza por el gusto por el juego."
Explica técnicas, revela secretos sobre software de
estadísticas, historias de jugadores que programan robots para que
apuesten por ellos en decenas de mesas simultáneamente, en diversos
sitios de Internet, y revela que con su práctica gana unos 50
dólares por hora. "No necesito más plata que ésa. Tengo 21 años,
viajo, como, tengo una casa, no tengo auto", explica.
"Esto no es para cualquiera, ni siquiera para el más brillante, sino
para el que tiene control emocional y disciplina, y para el que
estudia." Como si con la apariencia lo pudiera confirmar, Luis no
responde al estereotipo del apostador de película, que arriesga todo
y gana millones. Lo único que lo delataría son sus anteojos de sol,
que no se sacó nunca durante la charla, como quien quiere que sus
ojos no revelen lo buena que es la mano que le tocó en suerte.
Acepta que algunos lo miran mal. Hasta a su ex novia no le gustaba
su afición. "Hay un prejuicio, hay quienes me ven como el demonio,
pero para mí esto es como un trabajo y así se lo expliqué a mi
familia", explica.
Su peor experiencia en el juego fue en París, a los seis meses de
jugar y ganar. Con los bolsillos llenos viajó con algunos amigos, de
paseo. Un día, solo en su habitación, decidió probar suerte en una
mesa por encima de sus posibilidades. Apostó los 1500 dólares que le
quedaban para el resto del viaje y perdió con su triste pierna
contra un full del rival. Se quedó sin nada y sus amigos
tuvieron que "bancarlo" unos días: más plata para apostar y
recuperarse.
"El dinero es una herramienta de trabajo para seguir apostando. Pero
nunca volví a cometer un error tan grande", recuerda hoy, con una
cuenta bancaria sin fisuras.
Por Hernán Cappiello
De la Redacción de LA NACION
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