Las señales que
delatan el abuso sexual
Expertos afirman que en muchos
casos es posible detectar los signos que delatan que un chico está
en peligro de sufrirlo
Tesy De Biase
Para LA NACION
El tema hiere y conmueve. También las
estadísticas internacionales, que estiman que uno de cada seis
chicos es víctima del abuso sexual. En el 90% de los casos, los
abusadores son personas del círculo más cercano al niño, aquellas de
quienes el chico espera protección.
Mediante estrategias seductoras,
chantajes que incluyen regalos y promesas, o sencillamente con
violencia física o psíquica, el menor es utilizado como objeto
sexual. El abusador arranca al niño de la infancia y lo instala en
una práctica sexual perversa que le deja marcas indelebles, aunque
éstas no se detecten en el control médico al que es sometido para
verificar hechos que muy pocas veces denuncia con palabras.
Porque está amenazado, porque le
piden mantener los hechos como un secreto compartido para preservar
la integridad familiar o para obtener a cambio algo deseado, o
sencillamente porque no tiene parámetros para calificar lo sucedido.
Como lo muestran casos recientes, se trata de un fenómeno
democrático que atraviesa con similar intensidad dramática clases
sociales y culturas.
"La gente prefiere pensar que es el
hombre de la bolsa, el portero o el vecino, pero en el 90% de los
casos son familiares o allegados", dice la psiquiatra infanto
juvenil Virginia Berlinerblau. Y describe un fenómeno que exhuma un
lado oscuro de algunas familias, que prefieren esconder bajo la
alfombra.
"Es normal que nos defendamos de todo
lo desagradable. Entonces, preferimos pensar que se pueden descartar
categorías de personas, pero no se puede. Cuando aparece un abusador
todos dicen: "Pero si parecía tan buen tipo?". Y ni se imaginan
cuántos «buenos tipos» hay acusados por abuso".
Contraria a definir el identikit del
"abusador prototipo", la médica legista asegura que "haciendo este
trabajo uno aprende que no se puede confiar en nadie. Puede ser el
profesor de música, el sacerdote, el maestro, el padre?".
Sin embargo, señala ciertos rasgos
presentes en muchos abusadores: personas que tienden a "avanzar
corporalmente sobre los otros, que tienden a manosear sin respetar
los límites de los demás, y suelen ser verbalmente abusivos. ¡Pero
hay tanta gente que es así y nunca abusó de un niño! Y otros que
tienen esta veta, pero están socialmente adaptados y la tienen bien
escondida".
Los niños abusados reiteradamente son
niños abandonados. "La ocasión también hace al abusador, y los más
vulnerables son los descuidados y carenciados emocionalmente, porque
casi siempre el abuso va acompañado de una relación afectiva que el
niño no quiere perder." En su libro Violencia familiar y a
buso sexual, define al abuso sexual de niños como incidentes
repetidos en los que un amigo o pariente se aprovecha del chico,
hecho que le genera mucha ambivalencia afectiva a la hora de
denunciar lo que sucede.
Su propuesta apunta a estar más
presentes en la vida de los chicos y a escuchar y validar lo que
dicen. Cree más en la detección precoz que en la prevención. El
doctor Norberto Garrote, jefe del Servicio de Violencia Familiar del
hospital Elizalde, en cambio, es más explícito a la hora de
identificar al potencial abusador con fines de prevención.
A diferencia de una violación, que en
general es provocada por un extraño y en una única oportunidad, "el
acto abusivo en general se produce como consecuencia de una
instalación lenta y paulatina de un proceso de seducción que se da
en un marco de confianza", dice el médico.
El abusador "buen tipo" va dejando
señales en el camino que se pueden leer con anticipación. Prepara a
su víctima, la sexualiza mediante estrategias disfrazadas de
cuidados paternales, como dormir con el menor o compartir el baño
como si fuese una actividad inocente de cuidado e higiene, la expone
a imágenes inapropiadas (de su propio cuerpo o a través de videos no
necesariamente pornográficos pero sí de contenido erótico) o le da
información que no respeta la edad evolutiva del niño, con el
pretexto de ofrecerle clases de educación sexual.
Facilitar a los niños información
sexual que eventualmente pueda ayudarlos a protegerse a sí mismos
es, contrariamente, enseñarles que su cuerpo es propiedad privada y
que, salvo excepciones como la visita al médico, tiene partes
íntimas que no tiene que compartir con nadie. Y en caso de que
alguien lo invada corporalmente, tiene que pedir ayuda y contar lo
sucedido sin vergüenza.
Aprender a
escuchar
"Yo estaba separada y mis chicos no
querían ir a casa del padre; él tocaba el timbre y la nena se
escondía, pero se la llevaba obligada", relata Inés, hoy integrante
de Así No (
www.abusosexualinfantilno.org ), una entidad dedicada a
combatir el abuso.
"Un domingo los llevó al country en
donde vivía, y cuando volvieron la nena estaba fuera de sí, violenta
e irritable, conducta rara en ella. Entonces me dijo: "Mamá, me
duele la vagina". A pesar de que tenía cuatro años, conocía los
nombres de todas las partes de su cuerpo, porque el padre, que es un
profesional de la medicina, se los había enseñado. Cuando la llevé a
bañarse, me dijo: "Me tocó con el dedo".
"Yo me quedé helada y no pude decir
nada. Después supe que es mejor callar y escuchar, porque cuando los
chicos se sienten acosados con preguntas no hablan más. La llevé a
la pediatra, que la revisó y me dijo: "Yo no soy cómplice de estos
delitos, si no lo denunciás vos lo denuncio yo?".
El abuso sexual infantil es un delito
privado que debe ser denunciado en el juzgado civil de turno (se
puede pedir información en el teléfono 102), que de inmediato
interviene para evitar un nuevo contacto entre el abusador y su
víctima.
El doctor Garrote recomienda preparar
al niño para el examen pediátrico que ayudará al diagnóstico, a fin
de evitar una reactualización de los hechos, de por sí traumáticos.
Recomienda, además, una propuesta
terapéutica integral, que incluya un tratamiento psicoterapéutico
familiar, ya que toda la familia está afectada por el hecho. Destaca
la necesidad de reparar, modificando las condiciones que
favorecieron la ocurrencia de los hechos, restaurando el rol de niño
que la víctima nunca debió perder y aclarando que, aun en aquellos
casos en los que el niño admitió en silencio la situación de abuso,
no necesariamente la consintió, ya que no podía enfrentarse a la
autoridad que significaba la figura del abusador. La
responsabilidad, la culpa y la vergüenza siempre deben recaer en la
persona del ofensor, concluye el especialista
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