LAS 10 APUESTAS
MAS LOCAS DE LA HISTORIA
El reciente escándalo por el Premio
Nobel de Literatura puso otra vez el foco sobre las casas de
apuestas que se multiplican, igual que sus variantes online. Un top
ten histórico y una pintura de cómo se vive en un país de
apostadores
El reciente escándalo por las apuestas
sobre el flamante premio Nobel de Literatura, J.M.G. Le Clézio –se
investiga si una filtración de la Academia sueca hizo que pasar de
15 a 1, a sólo 2 a 1– puso otra vez el foco sobre los jugadores de
riesgo que en esta era informática encuentran vía libre para su
pasión –cuando no adicción–. El ciberespacio es el epicentro
metafísico del mundo de las apuestas y sus capitales terrenales son
Las Vegas y Londres. Apostar es el principal pasatiempo de los
británicos y una recorrida por cualquier ciudad o pueblo permite
encontrar locales de las grandes casas de apuestas como Ladbrokes,
William Hill o Coral. Se apuesta a todo, contra todo, por todo y
algunos llegan al extremo de apostarlo todo.
Uno. En 1960 David Threlfall entro a William Hill y
apostó 10 libras a que antes del 1 de enero de 1970 el hombre
estaría pisando la Luna. Lo consideraron un lunático y le ofrecieron
un precio de 1.000 a 1. Con sus ganancias Threlfall se compró un
auto deportivo y se mató en un accidente. Hoy día se reciben
apuestas que pagan 100 a 1 si se comprueba que el alunizaje fue un
invento de la NASA.
Se apuesta a que el día de Navidad va a nevar, a que el hijo del
apostador será jugador de fútbol profesional, a que los criadores de
periquitos lograran un ejemplar color rosa, al resultado de una
lucha de arañas, a las expulsiones en Gran Hermano.
Dos. En septiembre de 2001, al término del primer tiempo,
el Totthenham le ganaba 3 a 0 al Manchester United. En ese momento,
un hincha apostó la hipoteca de su casa a que el Totthenham ganaba
el partido. La Brujita Verón hizo el gran segundo tiempo de su vida
y el Manchester triunfó 5 a 3.
En los locales donde se apuesta hay una mezcla espesa de adrenalina,
humo, esperanza y desesperación. En los apostadores muchos ven
románticos bohemios; otros ven perdedores; los empresarios ven
clientes; los psicólogos, pacientes; la policía, sospechosos. Las
miradas que anticipó Dostoievski en su novela El jugador.
Tres. Arthur King-Robinson, de 91 años, apostó 500
libras a que para fin de año estaría muerto. El dinero debería ser
entregado a su esposa. William Hill le aceptó la apuesta y le dio
probabilidades de 6 a 1. Robinson sobrevivió y la empresa embolsó el
dinero.
Gamecare es una organización sin fines de lucro que se ocupa de las
personas con adicciones severas al juego. Sus oficinas, en una
oscura y anónima planta baja cercana al London Bridge, son un
desfile cotidiano de amas de casa, estudiantes, obreros, altos
ejecutivos. Gamblers Anonymous es la “competencia” de Gamecare y su
lema es: “Ofreciendo la mano de la amistad a los apostadores
compulsivos”.
Cuatro. Ashley Revel vendió todas sus pertenencias
–casa, auto, ropas, libros– y viajó a Las Vegas. Apostó los 135.300
dólares producto de su venta a una sola bola, a colorado. Salió
colorado el 7.
Graham Sharp decide qué tipo de apuestas se aceptan en William Hill.
Elogiando “la eterna creatividad e ingenuidad de los apostadores”,
Sharp cuenta que tuvo que rechazar la idea de dos personas que
querían apostar a que en los próximos 25 años sería probada la
existencia de Dios. Adujo falta de un juez idóneo.
Cinco. En 1907, Harry Bensley apostó 21.000 libras
a que sería capaz de dar la vuelta al mundo caminando, usando una
máscara de hierro, cambiándose de ropa sólo una vez y vendiendo
fotos de sí mismo para pagarse el viaje. La Primera Guerra Mundial
interrumpió su periplo.
Ante el grave problema social que representa la adicción al juego y
el vacío legal que abrieron las ciberapuestas, desde 2007 rige la
ley Gambling. Tiene como objetivo regular el sistema de apuestas.
Seis. 14 millones es lo que recibiría la persona
que apostó una libra a que Elvis Presley estrellará un plato volador
contra del monstruo del Lago Ness, en Escocia. Todas las semanas se
reciben apuestas a que Elvis todavía vive. Pagan 1.000 a 1.
Graham Calvert, un criador de perros de carreras, perdió 2 millones
de libras en William Hill y llevó a esta empresa a juicio por
haberlo dejado apostar a pesar de su pedido expreso de que no lo
hicieran. A principios de 2008, la Alta Corte de Justicia británica
falló en contra de Calvert.
Siete. Charlie Boy Smith, a sus apuestos 70 años,
apostó a que vivirá hasta los 140. Si lo logra, recibirá 1 millón de
libras por cada libra apostada.
Las apuestas reflejan la guerra de los sexos, la guerra de clases,
la guerra de los clubes de fútbol y hasta las guerras. Se apostó a
cuántos muertos será el saldo en Irak.
Ocho. En 1914 el diputado inglés Horatio Bottomley
compró los 6 caballos que correrían en una carrera, sobornó a los
jockeys para que llegaran en un orden preestablecido y apostó la
mayor parte de su fortuna a dicho resultado. La niebla impidió
dictaminar al ganador y la carrera se declaró nula. Horatio perdió
todo.
La Gambling Commission es un organismo semigubernamental que evita
la presencia criminal en el mundo de las apuestas, garantiza que
éstas se llevan a cabo de manera abierta y justa y protege a los
niños y apostadores vulnerables de la explotación en el juego.
Nueve. Matthew Webb, el primer nadador en cruzar el
canal de la Mancha en 1875, apostó su vida contra 10.000 dólares a
que podría nadar en la boca de las cataratas del Niágara. Unas
10.000 personas vieron cómo murió en el intento.
George Bernard Shaw, ese irlandés feroz y analista implacable del
carácter inglés, dijo que “las apuestas prometen a los pobres lo que
la propiedad les otorga a los ricos, algo por nada”.
Diez. Matthew Dumbrell es famoso por haber hecho la
apuesta más idiota de todos los tiempos: a un precio de 1.000.000 a
1, apostó a que el mundo acabaría en el año 2000. Olvidó aclarar
quién pagaría la apuesta o quién sería el beneficiario de su dinero
http://criticadigital.com
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