Marcelo
Tinelli - Mi hijo me dice: Tal cosa que hiciste en el programa me
dio vergüenza
En medio de críticas, malintencionadas y excesivas algunas de ellas,
por recursos artísticos ciertamente cuestionables (enanos jugando al
fútbol en una pista de hielo, la deforme Sabrina Sabrok escupiendo a
Jorge Lafauci o clases de fellatio con Natacha Jaitt), Tinelli
vuelve a su pueblo y tiene ganas de hablar
Tal vez
sea cierto eso de que a todos -detalles al margen- nos suceden más o
menos las mismas cosas: el rostro de Tinelli habla de alegrías, de
metas cumplidas, pero también de dolores pasados y de sueños por
realizar. No obstante, cuesta separar a quien desde hace casi veinte
años es sinónimo de éxito de este hombre. Está serio, pero sus
gestos son afables. Como casi todos los periodistas, Marcelo es un
buen entrevistado. En medio de críticas, malintencionadas y
excesivas algunas de ellas, por recursos artísticos ciertamente
cuestionables (enanos jugando al fútbol en una pista de hielo, la
deforme Sabrina Sabrok escupiendo a Jorge Lafauci o clases de
fellatio con Natacha Jaitt), Tinelli vuelve a su pueblo y tiene
ganas de hablar. Cuando regresa a su Bolívar natal, algo se le mueve
adentro y le dan ganas de expresar lo que siente; es un buen momento
para charlar con Marcelo, más allá de la coyuntura y del negocio de
la televisión. Una posibilidad única para saber qué es lo que
conmueve a este hombre que entretiene, hace reír e incluso
escandaliza a los argentinos.
Alguna pista de lo que hace que Tinelli sea Tinelli podrá
descubrirse aquí. Se corrió el décimo maratón que lleva el nombre de
su padre, Dino Hugo Tinelli, un acontecimiento que año tras año lo
reencuentra con su intimidad y dice: “Fue rara esta vuelta. Me
mostraron un video de hace diez años, justo del primer maratón, y me
di cuenta de cómo pasó el tiempo, de lo joven que estaba”. A pocos
metros, pero ajeno a la conversación -diríase que su timidez casi la
evita- está Francisco Tinelli mirando de reojo la escena. Padre e
hijo cruzan una mirada y se devuelven una sonrisa.
-¿Cómo creés que te ve Francisco?
-No sé cómo me ve, creo que habría que preguntárselo a mi hijo. Uno
tiene aciertos y errores, como todo padre, y más de lo que Francisco
me pueda observar, yo lo miro mucho más a él. Aprendo mucho de
Francisco, y está bueno, es muy lindo aprender de los hijos. Uno no
tiene nunca que dejarse de sorprender con los chicos. Siempre digo
que mis hijas me dieron mucho también, porque cuando hacía Ritmo de
la noche, Mica me decía cuáles eran los musicales que venían y a
partir de ahí armábamos el programa. Está bueno escuchar a los
pibes, te nutren de cosas que no sabés porque estás en otro lado.
Esas cosas que dicen algunos padres, como “cuando vos fuiste, yo fui
y vine 20 veces”, no me gustan. A mí me gusta escucharlos y tomar
cosas de ellos.
El Tiki -tal el sobrenombre con el que el clan Tinelli ha bautizado
al unico hijo varón de la familia- es un calco de Marcelo: flaco y
espigado, el cabello negro con la raya al medio y ese aire entre
taciturno y ensimismado que suele tener Tinelli padre cuando la
cámara se apaga. “Todos me dicen que es igual a mí, pero yo mucho no
me doy cuenta”, dice Marcelo, y confiesa que a veces Francisco le
hace una devolución crítica de lo que hace en Bailando y Patinando
por un sueño: “Hay veces en que Francisco viene y me dice: ‘Tal cosa
que hiciste en el programa me dio vergüenza’”
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