EL FIN DE LA
MONOGAMIA
Según algunas encuestas, un 50 %
de las mujeres tuvieron una experiencia extramatrimonial y un 60 %
de los hombres afirmaron haber engañado a su pareja
Todos los estudios conducen a un
mismo resultado: hombres y mujeres experimentan cada vez más la
infidelidad en algún momento de sus vidas. En esta nota, el análisis
de esta tendencia y el boom, en los Estados Unidos, de los libros
que hablan del fenómeno.
Una de cada dos mujeres de más de 35 años ha tenido por lo menos una
experiencia extramatrimonial, y en los hombres la cifra es aún
mayor, según un estudio realizado por The Journal of Couple &
Relationship Therapy, un diario que publica estudios sobre
relaciones de pareja. Un 50 % de los hombres y un 35 % de las
mujeres engañaron a su pareja alguna vez en su vida, sugiere otro
estudio realizado por el Instituto Sociológico Sigma Dos, una
empresa española dedicada a la investigación de mercado y a la
opinión pública. Y la terapeuta norteamericana Peggy Vaughan,
directora de Extramarital Affaires Resource Center, en su libro El
mito de la monogamia predice que el 60 % de los hombres y el 40 % de
las mujeres tendrán una aventura amorosa a lo largo de su
matrimonio. Los números indican que la infidelidad, entonces, sería
una modalidad de conducta presente y tan frecuente que lleva a
pensar que el ser humano podría por naturaleza no ser monógamo. ¿Es
el impulso del deseo lo que lleva al hombre a ser infiel? ¿Es la
imposición cultural de la monogamia lo que conduce a que las tasas
de infidelidad hayan crecido en los últimos años? Según Pedro Horvat,
médico especialista en psiquiatría y psicoanálisis, miembro titular
de la Asociación Psicoanalítica Argentina y de la International
Psychoanalytical Association, y autor de numerosos trabajos
científicos publicados en libros y congresos de la especialidad, “la
monogamia no es la causa de la infidelidad”. Y explica por qué: “A
lo largo de la historia, muchas civilizaciones florecieron
legalizando diversos sistemas matrimoniales: monogamia, bigamia,
poligamia, matrimonios acordados, entre otros. Muchas personas
fueron felices en ellos. Y la infidelidad siempre existió. Porque
aun cuando se ame a una sola persona, el objeto del deseo humano es
múltiple”. Horvat agrega que “el cambio del rol social que
experimentó la mujer en las últimas décadas, sumado al hecho de que
hoy en día siente una total autonomía para hacer uso de su
sexualidad –además, en una sociedad más hedonista que busca la
felicidad y el bienestar–, hace que ante una carencia se vayan
buscando alternativas, y así sobreviene la infidelidad”. Vivimos en
una cultura que promueve la satisfacción inmediata, que tiene poca
tolerancia a la frustración y que genera una ansiedad que lleva a
creer que en otro lado uno se está perdiendo algo, sigue explicando
Horvat. “Este zapping permanente promueve la ilusión de que todo
puede ser solucionable y esto aumenta aún más la posibilidad de ser
infiel”, asegura el especialista. “El apuro, la facilidad para los
cambios, lo que se espera tener ya, cómo se adquiere la información
por Internet o los productos en una tienda hacen que se cosifique a
las personas y a las relaciones. Es posible que lo queramos todo y
ya: desde el amor, la nueva sensación, la liberación, hasta un nuevo
amor. Cuando el producto falla, se deja de lado y se compra otro.
Entonces, los vínculos tienden a tomar estas características propias
de los objetos. Las relaciones se dejan de lado porque no funcionan,
porque en ellas no se puede ser feliz, y se va en busca de una nueva
relación, supuestamente mejor”, agrega Silvia Fittipaldi, periodista
y autora de 2+1=Engaño (Longseller). Por su parte, Carlos Pachuk,
médico psicoanalista vincular, presidente de la Federación Argentina
de Psicoanálisis de las Configuraciones Vinculares y autor del libro
La pareja: encuentros, desencuentros y reencuentros, asegura que a
través de su experiencia en el consultorio notó que en el último
tiempo aumentó el número de mujeres infieles. Y coincide con Horvat
al atribuirle la causa al desarrollo laboral de la mujer. Además,
agrega la caída de la imagen del padre como autoridad de la familia
como otro factor desencadenante.
Monógamo: ser o no ser
Diana Resnicoff, psicóloga y sexóloga (www.e-sexualidad.com) dice
que la tecnología influye en el aumento de la infidelidad llamada
virtual. “A mi consultorio llegan muchas parejas preguntando sobre
este tema, y es otra manera de ser infiel porque el otro, detrás de
la pantalla, adquiere las mismas características que una persona
real”, cuenta Resnicoff.
Desde España, Carlos Malo de Molina, sociólogo y sexólogo,
presidente de Sigma Dos y autor de Cómo ser infiel sin que te
descubran (Temas de hoy), opina que la infidelidad está creciendo
porque hay más oportunidades para llevarla a cabo: “Ahora es más
fácil y hay una mayor libertad para hacerlo. Además, la sociedad es
más tolerante y abierta que en otras épocas”.
Durante mucho tiempo se ha debatido si la monogamia es una forma
natural de relacionarse. Si por natural se entiende una forma
instintiva que se da en animales, la monogamia no es natural. En el
artículo Monogamy vs. Promiscuity, de Natalie Angier, que se publicó
el 25 de marzo de este año en The New York Times, la cifra de
mamíferos monógamos reportados es de 1 a 2 %, y los etólogos más
optimistas no reportan más de 5 %. Los seres humanos tampoco
muestran una tendencia instintiva hacia la monogamia. Malo de
Molina, sin embargo, cree que “aún persiste, pero se ha vuelto menos
duradero en los últimos tiempos: antes uno estaba toda su vida con
la misma pareja; hoy, podemos hablar de monogamias sucesivas porque
las personas cambian de pareja varias veces a lo largo de su vida”.
Aun así, para este especialista el hombre es monógamo por cuestiones
racionales y no por necesidades fisiológicas o naturales. “Ser
monógamo es la mejor manera de relacionarse para poder procrear y
mantener un patrimonio. Es difícil tener una pareja sin pacto de
fidelidad y eso lleva a la monogamia. Es lo que uno necesita para
tener una vida ordenada y organizada, ya que optimiza al máximo
todas las necesidades”, comenta Malo de Molina. “Por cuestiones
culturales, la monogamia nunca dejará de existir, aunque esté en
crisis la institución matrimonial y la pareja, prolongada en el
tiempo”, asegura Horvat. Y advierte que cuando una persona termina
una relación de pareja, forma otra respetando la relación
monogámica. Según Pachuk, “desde el psicoanálisis, la monogamia no
es posible porque se sostiene por la represión de la sexualidad. El
amor, el deseo y el goce son de distinto orden y nivel. La monogamia
se basa en una promesa a futuro asentada en una etapa de
enamoramiento que no se puede sostener. Coincidir con eso durante
toda la vida es hipotético y, de hecho, poca gente lo mantiene. En
la realidad, los matrimonios duran menos y la gente se divorcia
porque no puede cumplir con el pacto monogámico”. Desde la teoría de
la psicología evolucionista, Resnicoff comenta: “El hombre tampoco
puede ser monógamo por naturaleza ya que para asegurarse la
perpetuidad de su apellido en el tiempo debe impregnar con su
semilla a cuantas hembras pueda; mientras que la mujer debe cuidar
sus óvulos porque nace con una cantidad limitada de ellos. Entonces,
creo que podemos hablar de monogamias sucesivas: se es fiel durante
un tiempo, luego las parejas se separan y vuelve una nueva unión
donde se intenta mantener la fidelidad durante otro tiempo. De esta
manera, podemos decir que ya no hay una monogamia hasta que la
muerte nos separe, sino que es una nueva manera de entender el
concepto de monogamia”. Fittipaldi señala que “la monogamia es una
construcción cultural de larga data basada en una necesidad
económica. En la antigüedad se necesitaba una organización
productiva que permitiera labrar la tierra, y era necesario tener
hijos para que esas tierras de propiedad privada pudieran ser
explotadas de manera apropiada. En los años ‘60 te casabas para toda
la vida, después el hippismo cuestionó las estructuras promoviendo
el amor libre. Hoy, se puede decir que hay un cuestionamiento al
matrimonio de larga data”.
¿Se está gestando un nuevo modelo?
Para Malo de Molina, el modelo está cambiando: “La familia ya no es
un clan, sino una pareja –con pocos hijos– que no dura para toda la
vida. Pero no creo que haya más cambios sociales porque no hay otro
modelo que satisfaga al hombre tanto como la pareja”. Horvat opina
que la lealtad y el compromiso son esenciales para sostener una
pareja: “No basta con jurarse ser fiel, sino que la fidelidad se
trabaja y se sostiene a diario. Hay una fidelidad que es la de los
juramentos, que tiene que ver con aspiraciones ideales. Hay otra que
es cotidiana, ardua e imperfecta, que se construye día a día entre
dos personas a partir del amor, la tolerancia y el entendimiento
sexual. Por ello, la fidelidad no se jura ni se reclama: se obtiene.
Cuando se llegue a ella como un logro de la pareja, les dará
bienestar; cuando sólo se sostenga por sometimiento o prejuicio, el
deseo y el dolor abrirán las puertas a los terceros”. Por otra
parte, aclara que toda persona que vive una infidelidad debe saber
que es síntoma de un problema vincular serio. “Puede ser síntoma de
crisis o no –disiente Pachuk–. Hay una sensación de insatisfacción.
Puede ocurrir que una pareja funcione bien y que igual uno de sus
miembros tenga un affair”. Según Resnicoff, en el futuro habrá
nuevos modelos de parejas: “Seguirán estando las que se casan, pero
también existirán las que decidan no convivir para mantener su
espacio individual y hasta las que permanecerán juntas por un tema
social y no sexual”. Fittipaldi no cree que el modelo monogámico
vaya a cambiar: “Siempre se sigue prefiriendo a la pareja. Estar con
alguien por un tiempo es mucho más placentero y da mucha seguridad”.
Entonces, la monogamia y la fidelidad estarían dentro de conductas
aprendidas, más que instintivas. La monogamia es una decisión que
puede crear relaciones muy sólidas, y significa que el amor, la
solidaridad y la confianza ayudarán a superar los tiempos difíciles,
algo que seguramente las relaciones efímeras no podrán lograr.
01 de enero de
2008 (Para Ti)
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