Rendimiento: (90 mL, aproximadamente)
Tiempo de preparación: 15 minutos
Ahorro: más del 40% respecto del producto comercial
Ingredientes:
-6 cucharadas de alcohol etílico
(etanol al 72%)* [90 mL, aproximadamente]
- ¾ cucharadita de carbopol **
- ¼ cucharadita de glicerina pura* (1.125 ml)
- ¼ de cucharadita de trietanolamina (aproximadamente)**
* se consiguen en cualquier farmacia
** se consigue en droguerías
Utensilios:
- Tazón de vidrio con capacidad de 1 L
- Colador de malla fina
- Flanera o recipiente chico de vidrio
- Agitador de globo
- Envase de plástico con tapa de botón a presión con capacidad de
100 mL.
Procedimiento:
Coloque el colador de malla fina
sobre una flanera o recipiente chico de vidrio, vierta el carbopol
sobre el colador y deshaga los grumos con ayuda de una cucharita a
fin de pulverizarlo completamente.
Vierta el alcohol en el tazón y agite
con el globo fuertemente mientras agrega poco a poco el carbopol.
Agregue la glicerina mientras agita
suavemente con el globo.
Cuando se haya disuelto por completo
el carbopol y no se aprecien grumos, agregue la trietanolamina,
mientras agita suavemente. En ese momento se formará el gel.
Vierta el alcohol en gel en la
botella de plástico y tape firmemente.
Conservación:
El alcohol en gel se debe mantener en un lugar fresco y seco para
evitar la evaporación del alcohol, que es el ingrediente germicida.
Recomendaciones de uso:
Lave sus manos utilizando agua y jabón líquido, frotándolas por lo
menos durante 20 segundos. Enseguida enjuague, seque y aplique el
alcohol en gel. Utilizado de esta manera dará la mejor protección
frente a bacterias, mohos y virus.
Si lo usa en la calle y no le es
posible lavarse las manos, aplique sobre una palma y luego frote las
manos, cubriendo principalmente ambas palmas y yemas de los dedos.
Deje que se seque sin agitar las manos.
Información adicional
importante
Tradicionalmente el alcohol ha sido utilizado para la desinfección
de heridas. Aunque el uso de alcohol en gel no sustituye un adecuado
lavado de manos, se ha encontrado que su uso individual (sin lavar
manos) reduce significativamente la cantidad de bacterias que se
encuentran en las manos y es recomendado como una medida precautoria
para evitar el contagio de enfermedades trasmisibles a través del
contacto de las manos con objetos y otras superficies como otra mano
luego de un saludo.
En el mundo microscópico hay gran
diversidad de organismos y muchos de ellos están formados por una
sola célula, como es el caso de las bacterias, protozoarios y
levaduras. Algunos otros se agrupan formando estructuras más
complejas, como es el caso de los mohos. Todos ellos tienen una
estructura celular que les permite obtener energía y multiplicarse.
Los virus se dice que están en la
frontera de lo vivo y lo “no-vivo”. No tienen una estructura
celular, aunque sí tienen material genético (ADN o ARN). Solamente
se pueden multiplicar cuando están dentro de una célula que los
hospede, lo que significa que su número no se incrementa al paso del
tiempo sobre un trapo o superficie, a diferencia de lo que ocurre
con las bacterias, aunque sí pueden sobrevivir por algunas horas.
Una profunda diferencia entre ambos es también que se necesitan muy
pocos virus para lograr enfermar, en tanto que generalmente para las
bacterias (y dependiendo de la especie) se requieren incluso
millones de éstas.
El virus de la influenza, en
particular, es esférico y mide cerca de 100 nanométros de diámetro
(un nanómetro es la millonésima parte de un milímetro). Su gran
capacidad de diseminación radica principalmente en las grandes dosis
de virus contenidas en las gotas que se expelen al hablar, toser o
estornudar, y todo se complica más porque la mayoría de las víctimas
no se sienten tan enfermas como para excluirse de las labores
cotidianas. Las grandes gotas caen rápidamente al suelo, en tanto
que las pequeñas lo hacen despacio, se evaporan rápidamente y quedan
reducidas de inmediato al núcleo de la gota (en el que puede estar
contenido un virus), que permanece indefinidamente en el aire. Sin
embargo, la mayoría de los virus son inactivados por esta desecación
rápida, por lo que la diseminación efectiva requiere de contacto
cercano entre individuos.
Un adulto respira un promedio de 600
litros de aire por hora. Las partículas mayores de 6 micrometros (la
milésima parte de un milímetro) son retenidas en la nariz y, aunque
se respire por la boca, muy pocas veces llegan más allá de los
bronquios secundarios.