Alertada por el crecimiento de estas
prostituciones “no convencionales”, la periodista
Teresita Ferrari
tomó contacto con chicas de diferentes procedencias y
clases sociales, quienes asumen la prostitución con la
naturalidad de una profesión cualquiera y se mantienen
indiferentes a los tabúes, a los peligros y preconceptos que
esta actividad y el inconsciente colectivo construyen sobre
ellas mismas."Chicas
caras", de Editorial Atlántida, es el resultado de dos años de
investigación. En el libro, las diez
jóvenes
entrevistadas (a las que se cambiaron los nombres para preservar
su integridad) relatan en primera
persona cómo
llegaron a intercambiar sexo por dinero, cómo son sus
familias y por qué
creen que no existen motivos para vivir con culpa "esto de
cobrar”.
Aquí, algunos fragmentos
del primer capítulo que ilustran muy bien el subtítulo
de la obra: "Adolescentes que se prostituyen. Crónicas de
consumismo y desamor":
"La extraordinaria belleza
externa de Martina es evidente. Flaca y
altísima como un junco, tiene una
cara perfecta. El
pelo larguísimo, lustroso y revuelto. Pero son sus ojos los que
impresionan: esos ojos acaramelados o verdes, según cambie la
luz, son ilegibles.
Están deshabitados. Brillan duros y recelosos. Aunque miran,
parecen no ver nada. (...)
(En la entrevista) Cuenta que
es la mayor de dos mujeres,
y que entre padres y abuelos se dedicaron siempre a darle
seguridad en sí misma, a confirmarle que esa belleza descomunal
le fue dada por la naturaleza y que debía cuidarla y hacerla
valer. “¿Hacerla valer?”, repregunto un poco sorprendida ante la
forma de ver la vida y cotizar la belleza puertas adentro de la
familia, más propia
del cóctel de glamour y negocios que se respira en las revistas
o las pasarelas. “¡Me vas a decir que es lo mismo ser linda que
fea!” (...)
Ahora es Martina la que se
muestra sorprendida de mi ¿ingenuidad? Hay una explicación, y se
la sabe de memoria.
“Si sos linda y te vestís bien podés tener más oportunidades de
plantarte en la vida, de ganar más, no sé... de tener otras
oportunidades. Como dice mi vieja: si sos horrible, ya perdés en
la primera entrevista para un laburo. Con los
tipos ni hablar. Mis
amigos se cagan de risa de chicas feas. Yo me sentiría un asco…"
(...)
Martina lo tiene claro sin
usar ninguna metáfora: ella es linda y puede sacar provecho de
eso. Vale ser linda. La belleza tiene un valor de mercado. Un
valor puesto por los
hombres y en este caso por los deseos de hombres que
todavía admitirían el diminutivo en el sustantivo y en varios
adjetivos. (...)
Martina practica la prostitución entre sus compañeros del
colegio y de salidas. Cobra muy bien y asegura que, manteniendo
la virginidad, como asegura es su caso, lo suyo no es
prostitución. “Que no me jodan con lo de prostitución… ¿Y el
pibe qué? ¿A él como lo llaman?, se defiende sin querer. Pero la
teoría no resiste ser analizada desde ningún punto de
vista. Donde el
físico tiene una importancia superlativa, parece que el himen es
rey. Quien lo tiene, posee una joya de la corona y nada la
mancilla, ni los toqueteos ferozmente cobrados, ni los petes muy
bien valuados. (...)
Un relato escalofriante que
alerta sobre estas "nuevas"
formas de prostitución.