ONICOFAGIA -
SINTOMAS Y TRATAMIENTO
La costumbre de morderse las uñas es uno
de los trastornos nerviosos más frecuentes en niños y mayores.
Además de ser un problema estético, afecta a la salud y sus
consecuencias pueden resultar dañinas para uñas y dientes
(Salud.com)
La onicofagia es el nombre científico que se le da a la costumbre de
morderse las uñas, uno de los trastornos nerviosos más frecuentes en
niños y mayores. Además de ser un problema estético afecta a la
salud y sus consecuencias pueden resultar dañinas para uñas y
dientes.
La onicofagia afecta al 45 por ciento
de los menores. Aparece alrededor de los 3 o 5 años, sobre todo
entre los niños más nerviosos y aumenta su frecuencia hasta los diez
o doce años, edad en la que usualmente se suele renunciar a ella.
Los especialistas aseguran que, por
razones estéticas, las chicas se preocupan antes que los jovencitos
por evitar morderse las uñas y son las primeras en demandar ayuda,
algo que suele comenzar entre los 13 y los 15 años.
No obstante en muchos casos, la
onicofagia perdura después de la infancia. Según estadísticas,
aproximadamente una de cada cuatro personas continúa con esta mala
costumbre en la adultez (25%).
Los expertos señalan que la
onicofagia es una forma de reducir la ansiedad, una práctica que se
convierte por momentos en una distracción fácil y relajante.
La onicofagia es un hábito que se
inicia normalmente en la infancia, consiste en un simple acto de
imitación, donde los niños hacen lo que ven hacer a sus padres. En
la mayoría de casos el origen de la onicofagia se encuentra en la
ansiedad y la forma que las personas tenemos de paliarla o
contrarrestarla.
La costumbre de morderse las uñas se
convierte con el tiempo en un acto reflejo del que no se es
consciente y por ello resulta más difícil dejarlo, sobre todo ante
situaciones de estrés, nerviosismo, angustia, insatisfacción
personal, etc., que intensifican la costumbre, generando así un
círculo vicioso difícil de romper.
# La onicofagia más allá de
lo estético
Muchas de las consecuencias de la
onicofagia son estéticas. Las manos, los labios e incluso los
dientes, pueden verse alterados en su forma, no obstante las
consecuencias más graves tienen lugar en el plano físico, en
dientes, encías y en las propias uñas, que pueden llegar a sufrir
graves daños.
> Dientes:
El repiqueteo constante de un incisivo contra el otro al morderse
las uñas, provoca que los incisivos superiores e inferiores se
desgasten y afeen, provocando un problema estético ya que las piezas
dentales lucen recortadas.
> Uñas:
El continuo mordisqueo al que son sometidas, hace que las uñas no
crezcan bien. Se crean microtraumatismos a lo largo de todo el lecho
ungueal, la parte que se encuentra bajo las uñas, alterándose su
anatomía. Asimismo, también se ocasionan pequeñas heridas alrededor
de las uñas, que hacen que el dedo se inflame y duela. Surgen
padrastros y verrugas periungueales en la piel que rodea a las
mismas.
> Infecciones
La onicofagia también puede provocar pequeñas infecciones por
bacterias, virus, hongos o cándidas en las uñas, al entrar en
contacto con la flora de la boca y porque se están continuamente
chupando y macerando. Estas infecciones, en muchos casos se
trasladan a la mucosa oral dañando boca y encías.
> En el plano psicológico
El mal estado de las uñas provoca diversas reacciones, sobretodo
vergüenza ante la posibilidad de que otras personas observen las
uñas comidas, los dedos infectados y heridos. O bien un retraimiento
cuando se trata de compartir actividades que conllevan la exposición
abierta de las manos.
¿Cómo remediar la Onicofagia?
El hábito de morderse las uñas es
difícil de controlar, pero no es imposible de erradicar. Sin
embargo, requiere gran fuerza de voluntad y control sobre uno mismo.
Aunque existen remedios caseros como
cubrir las uñas con esmaltes o sustancias amargas que provocan el
rechazo de la persona al llevar los dedos a la boca, los
especialistas señalan que la solución más eficaz para acabar con la
onicofagia este hábito procede del campo de la psicología.
En la infancia, la responsabilidad de
que el niño no se muerda las uñas recae directamente en los padres.
Para ello se aconseja llamar la atención a los hijos pero sin darle
demasiada importancia. Se trata de crear pautas para que controlen
el hábito, pero sin concentrar demasiado la atención de los padres
en este punto. El problema se puede agravar si se reprende duramente
al niño y se utilizan expresiones que puedan resultar hirientes.
En cuanto a los adultos, si la
situación ha llegado a extremos de quedarse literalmente sin uñas o
bien genera una ansiedad que afecta la vida personal, lo aconsejable
es acudir al psicólogo, quien ayudará a determinar las situaciones
que provocan la onicofagia, para así controlar el hábito.
Además, el psicólogo puede estar en
combinación con un dentista, quien confeccionará una especie de
funda entre los molares y premolares que impida que los incisivos se
junten y así el poder morderse las uñas.
Según indican los expertos desde el
momento en el que una persona deja de morderse las uñas, éstas
necesitan unos ocho meses para restaurarse, y se debe esperar un mes
y medio más, para asegurar el abandono definitivo del hábito
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