Veranear en Brasil costará hasta
80% más que en la Costa Atlántica
A diferencia de lo que pasó en enero de este año, la apreciación
del real _35% en el año_ aumentó todos los precios de las playas
brasileñas para los que viven en la Argentina, desde la nafta hasta
la comida y el entretenimiento. Aún así, hay algunos gustos para
darse sin castigar al bolsillo: una caipirinha en la playa de
Copacabana cuesta lo mismo que un Fernet en un bar de Mar del Plata,
y se pueden alquilar departamentos cerca del mar para hasta seis
personas por $ 6.000, más barato que en Pinamar, por ejemplo
El verano pasado inmobiliarias y
comerciantes de las ciudades argentinas de veraneo entraron en
pánico. El motivo: la flamante crisis financiera había desatado una
devaluación en Brasil que no alcanzaba a la Argentina, por lo que
temieron que los turistas se volcaran en estampida a las playas
cariocas, en una repetición de la historia de los ‘90. Pero vaivenes
macroeconómicos mediante, ese temor parece hoy disipado por los
caprichos del tipo de cambio.
Una recorrida por Río de Janeiro deja en evidencia que, al menos de
momento, los valores en una de las playas más famosas del mundo se
ubican hasta un 80% por encima de los precios que se registran en
Mar del Plata, el referente local del turismo de verano. Es el caso
del precio de la nafta, que en moneda albiceleste llega a $ 6,14 el
litro.
Para el argentino que, de todas formas, no resista a la tentación de
veranear en Río, el baño de realidad llegará apenas desembarque en
el Galeao, el aeropuerto internacional de la ciudad.
Sucede que a cambio de $ 100 argentinos, la casa de cambio le
reembolsará sólo 30 reales. De ahí en más, la historia se repetirá
cada vez que saque la billetera para pagar algo.
Aunque los valores pueden cambiar de aquí al verano, hospedarse en
la habitación del hotel Sheraton de Barra cuesta $ 893,41, un 20%
por encima del valor que cobra la misma cadena en la feliz. Hay,
claro, opciones más convenientes. Por caso, alquilar un departamento
en los llamados condominios –no dan a la playa, pero están a una
distancia que se cubre caminando– ronda los $ 6.000, incluso por
debajo de los $ 7.000 que ya empezaron a pedir las inmobiliarias de
Pinamar por una quincena.
A pesar de la inflación argentina de los últimos años y los reclamos
insistentes de algunos sectores productivos sobre la conveniencia de
una mayor devaluación, llenar el changuito en un supermercado
carioca requiere más esfuerzo.
Lejos de la mirada del secretario de Comercio Interior, Guillermo
Moreno, un pollo de dos kilos cuesta unos $ 18,54, un 55% más que
los cerca de $ 12 que cobra en promedio un supermercado argentino.
Si la opción elegida son las pastas, es bueno saber que un paquete
de fideos de medio kilo, que en en las góndolas argentinas ronda los
$ 3,85, cuesta un 45% más en Río. Y si la alternativa es comer
afuera sin gastar demasiado, entre las más convenientes figura un
Combo de Big Mac en MacDonald’s, a $ 30,15. Aún así, se ubica un 75%
por encima de los $ 17,25 de la Argentina.
Pero como dice el refrán, el que busca encuentra. Quien hurgue en el
menú de Garota de Copacabana, frente a la playa, podrá encontrar un
plato de spaghetis a la bolognesa a $ 38,01, mientras que una opción
light, como arroz con verduras, cotiza a $ 20.
Lejos de los churros que circulan en las playas de la Costa
Atlántica argentina por las tardes, los clásicos cariocas de playa,
al menos, están más que accesibles. Tomar el agua de un coco frío
frente al mar turquesa cuesta sólo $ 6. Y degustar el sabor ácido y
dulce de una caipirinha $ 19, casi lo mismo que un Fernet en la
Argentina
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