SE PUEDE VIVIR
SIN SEXO?
El reciente escándalo en torno al
manejo de casos de abuso sexual de menores por parte de sacerdotes
de la Iglesia católica volvió a poner sobre el tapete el tema del
celibato. Más allá del debate, ¿cómo es vivir sin tener relaciones
sexuales?
Ésta es, según se dice, en una sociedad
"sexualizada".En el siglo XXI
en casi todo el mundo que se describe como Occidente, abundan
imágenes sexuales en muchos lugares y gran parte de los jóvenes
esperan tener varias parejas sexuales antes de sentar cabeza y echar
raíces.
Esto quizás explica por qué la idea
de una vida célibe -tal y como es practicada por el clero de la
Iglesia católica, así como por seguidores de otras religiones-
desconcierta a tantos.
"Anorexia sexual"
"En nuestra sociedad -dominada por el sexo- la gente tiende a
considerar el celibato como una especie de anorexia sexual. En el
mejor de los casos, les parece triste y solitario y, en el peor, un
estado antinatural", indica Elizabeth Abbott, autora del libro A
History of Celibacy.
Jimmy O'Brien fue un sacerdote por
casi una década antes de decidir que tenía que abandonar su
vocación.
O'Brien ha estado casado por 20 años
con una mujer a la que conoció cuando aún era sacerdote, con la que
tiene dos hijos.
Nacido en Tipperary, Irlanda, comenzó
su formación a los 18 años de edad. De origen católico, O'Brien
aceptaba completamente la idea del celibato.
Sin embargo, después de varios años
como sacerdote en el sur de Inglaterra comenzó a cambiar de opinión.
"Aceptar el celibato era una cosa
pero vivirlo fue otra. Es sólo cuatro o cinco años después que uno
comienza poner en duda las implicaciones de la decisión que uno
tomó", admite.
"No es tanto el aspecto de celibato,
es la soledad. A los 28 ó 29 años muchos de mis amigos habían
sentado cabeza y tenían hijos, mis hermanos y hermanas mayores
también tenían hijos. En mi caso, yo no tenía a nadie", comenta
O'Brien.
Para cuando tenía 34 años, O'Brien
sintió que tenía que abandonar el sacerdocio, si quería "seguir
cuerdo".
Aunque dice que no rompió sus votos
mientras fue sacerdote, al momento de dejar el sacerdocio ya había
conocido a su futura esposa.
"En esta etapa me involucré en una
especie de relación con una mujer y tenía que tomar una decisión. Se
desarrolló una amistad entre nosotros. Cuando me fui, la relación
pasó a un nivel diferente", cuenta.
Rara o lesbiana
Incluso en épocas un poco más conservadores, la idea de vivir sin
tener relaciones sexuales no era fácil de entender, como recuerda la
ex monja Mel Baird.
"La gente pensaba que estaba
completamente loca", a finales de los '60, señala. Algunos la
tildaban de rara, otros pensaban que era lesbiana, y hubo quienes
dudaban de que fueran realmente célibe.
"Algunas personas no podían entender
que era posible estar satisfecha y disfrutar lo que estabas haciendo
sin ser sexualmente activa. Esto no quiere decir que yo no era un
ser sexual", indica.
Pero los tiempos eran diferentes en
1965, cuando Baird comenzó su formación para convertirse en monja.
"En realidad, hoy en día las cosas
son muy distintas. Yo me crié en un hogar católico y fui educada por
monjas en una escuela católica", explica.
"Nunca consideré el celibato como una
privación. Nunca negué mi feminidad. Yo seguía siendo una mujer con
los mismos sentimientos. No quería decir que no me interesaban los
hombres o tener hijos", reconoce.
"Para mí, la decisión de ser una
monja era parte de lo que tenía que hacer para alcanzar una meta. No
lo vi como una imposición", expresa Baird.
Y mientras que el no creyente podría
estar preocupado con la idea de una lucha constante para resistir
tentaciones múltiples, Baird contaba con apoyo.
"Tenías todo el respaldo de la
comunidad (del convento), a diferencia de los sacerdotes", añade.
Cuando las monjas se sentían
tentadas, eran alentadas a "orar o salir y hacer algo positivo, se
trataba de canalizar esa energía".
Sin embargo, Baird decidió -antes de
tomar sus votos finales- que ella no estaba destinada a ser monja
por el resto de vida.
"Estaba empezando a preguntarme si
estaba en el lugar correcto. A los 26 años yo no era la misma
persona que era a los 18. Había experimentado la vida, había
madurado y para mí ser monja ya no era satisfactorio", dice.
"Si hubiera continuado, habría sido
miserable. Las vocaciones temporales existen".
Intimidad humana
El sacerdote Stephen Wang, quien ha escrito sobre el tema, no ve el
celibato como una privación.
"Hay luchas. Momentos de soledad,
deseos sexuales; sueños sobre lo que serían el matrimonio y la
paternidad. No creo que se trate tanto del celibato en sí, sino más
bien de ser humano".
A pesar de que Wang tiene argumentos
prácticos a favor el celibato, lo que más lo convence es la idea de
que por ser soltero, Jesús y sus feligreses ocupan un lugar central
en su vida. Y, lo más importante, él es feliz.
"Hay aspectos prácticos para el
celibato: te puedes levantar a las 3 de la mañana para visitar a
alguien en el hospital sin tener que preocuparte por si eso afectará
tu matrimonio".
"Necesitas el afecto y la intimidad
humana. Tengo unos amigos maravillosos. Voy a casa a ver a mi
familia cada dos semanas. Me escapo al cine de vez en cuando. Y
rezo. No para llenar los vacíos, porque algunos nunca podrán ser
llenados, sino porque el amor de Cristo es algo muy real y muy
consolador", expresa.
"Estoy consciente de que (el
celibato) me da una libertad de corazón que es un regalo único. Me
ayuda a mantenerme cerca de Cristo y me acerca a la gente que
conozco cada día", agrega.
Sacerdotes casados
Ni O'Brien ni Baird dejaron su vocación para seguir un estilo de
vida hedonista.
Ambos se casaron y tuvieron hijos.
Ambos están en profesiones que representan una continuidad,
trabajando para la comunidad. Baird se dedica a la enfermería
psiquiátrica, mientras que O'Brien ha trabajado con niños
vulnerables y ahora dirige hogares infantiles.
Tanto O'Brien como Baird siguen
siendo activos y dedicados católicos. Ninguno fue condenado por sus
compañeros católicos por la decisión que tomaron.
Baird cree que aquellos que se
encuentran dentro de una comunidad religiosa, como los monjes y las
monjas, deben aceptar el celibato o salirse, como ella lo hizo.
Sin embargo, para la ex monja, los
sacerdotes deberían tener la posibilidad de elegir si quieren ser
célibes, para evitar que la Iglesia pierda clérigos que de otra
forma serían devotos.
O'Brien, por su parte, opina que hay
razones para aceptar sacerdotes casados, así como las hay para las
mujeres sacerdotes, pero desde un punto de vista personal dice que
no necesariamente habría continuado siendo sacerdote si se le
hubiera permitido casarse.
"Desde un punto de vista personal, no
creo que uno quisiera comprometer a alguien a vivir su vida en una
pecera", concluye
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