Dicen que la
deuda publica de Estados Unidos está en peores condiciones que la de
Grecia
Contabilizan la deuda declarada más la
“deuda implícita”, que incluye compromisos contraídos por los
gobiernos en el largo plazo y que no figuran en la contabilidad
pública. Se trata principalmente de los gastos que va a demandar el
sistema de seguridad social
“El fantasma del default griego continúa
afectando a los mercados financieros internacionales. El rendimiento
de los títulos públicos griegos de largo plazo se mantiene en unos
700 puntos básicos por encima de los Bonos del Tesoro
estadounidense. La conclusión es que EE.UU. está en mejor situación
fiscal que Grecia. Nada más alejado de la realidad”.
De esta manera categórica comienza el artículo que publicó
recientemente en el Financial Times Laurence Kotlikoff, economista
de la Universidad de Boston, alertando de una situación que escapa a
la mayoría de los analistas.
La deuda pública de EE.UU. es un lastre más pesado que la deuda
griega, la cual desde hace varios meses camina por la cornisa del
default.
La explicación de lo que a primera vista parecería un sinsentido,
visto y considerando la sobretasa que tienen que pagar los bonos
griegos por encima de sus homólogos estadounidenses, se encuentra en
lo que un equipo de economistas de la Universidad de Friburgo,
Alemania, bautizó como “deuda explícita” y “deuda implícita”. La
deuda explícita corresponde a la deuda pública declarada por cada
gobierno y que figura en la contabilidad nacional. Mientras que la
deuda implícita abarca a los compromisos contraídos por los
gobiernos en el largo plazo y que nunca son contabilizados con la
parte explícita (en su mayor parte corresponden a pagos futuros
destinados al sistema de seguridad social).
Esta medición tiene en cuenta el valor presente de todos los
compromisos financieros y de los ingresos esperados futuros. Lo que
Kotlikoff da en llamar la “brecha fiscal”.
“La comparación fiscal de los países desarrollados se hace a menudo
sobre indicadores anuales tales como los criterios de Maastricht
respecto del déficit y el ratio de deuda. Pero el déficit anual y la
deuda pública sólo representan una foto del presupuesto en curso y
dados los cambios demográficos que enfrenta cada país en las
próximas décadas, la evaluación de esta sustentabilidad requiere de
una análisis del impacto en la políticas fiscales en el largo
plazo”, afirma el estudio de los economistas de Friburgo (“Ehrbare
Staaten? Die Ergebnisse der Generationenbilanzierung im
internationalen Vergleich”; “¿Estados honestos? Resultados de la
contabilidad generacional en una comparación internacional”).
Para Kotlikoff, sostener que la deuda pública griega alcanza el 120%
del PIB, el doble de la de EE.UU., dice poco de la situación fiscal
de cada país. “Los economistas llaman a esto el ‘problema del
etiquetado’, porque los gobiernos pueden registrar los ingresos y
los gastos de la manera que se les ocurra”, sostuvo el economista de
Boston.
De esta manera, Chile logró “esconder” parte de su gran déficit
fiscal de los años ’80 mediante la reforma del sistema previsional
(que luego fue empleado como modelo para la reforma argentina que
creó las AFJP). Y, según el economista, lo mismo hizo la Argentina
al nacionalizar las jubilaciones privadas, quedándose el Estado con
los recursos de las AFJP y dejando fuera de los libros contables sus
obligaciones futuras. “Así, la Argentina vendió pagarés a cambio de
recibir en ese momento dinero en efectivo”, indicó Kotlikoff.
Pero para el especialista, el gran campeón en materia de
contabilidad creativa es el gobierno de EE.UU., que desde hace medio
siglo viene vendiendo pagarés no oficiales por sumas que alcanzan
decenas de billones de dólares a cuenta de obligaciones futuras en
el sistema de seguridad social, monto que representa hasta 40 veces
la deuda pública oficial.
“Cada dólar que el gobierno de EE.UU. gasta o recibe puede ser
registrado de tantas maneras distintas que uno casi puede presentar
el nivel de endeudamiento oficial que más le guste. Esta es la razón
por la cual utilizar la deuda pública para medir la sustentabilidad
de las finanzas de un país (como lo hizo el G-20) equivale a manejar
un auto en Los Angeles con un mapa de Nueva York”, disparó Kotlikoff.
Para los economistas alemanes, se plantea la necesidad de una
evaluación a largo plazo de la política fiscal, que evite estas
inconsistencias futuras. De esta forma, si se mide con el criterio
de deudas explícitas e implícitas, el déficit fiscal griego equivale
al 11,5% del PIB (tomando en cuenta el ajuste ya anunciado por su
gobierno), mientras que el de EE.UU. alcanza al 12,2% del PIB, según
las proyecciones de la Oficina de Presupuesto del Congreso (CBO).
Esto significa que para sanear las cuentas públicas estadounidenses,
haría falta ajustar el gasto un 12,2% cada año, lo que es un
esfuerzo muy grande en materia fiscal.
Sin embargo, la CBO ya había tomado como hipótesis de trabajo un
ajuste fiscal anual del 7,2% entre 2010 y 2020, inferior a las
recientes proyecciones, por lo que el panorama luce sombrío en
materia de cuentas públicas. En definitiva, lo que los economistas
proponen con este nuevo enfoque es el de encarar políticas de
planeamiento fiscal que sean pensadas para el futuro lejano y no
como parches de corto plazo.
Muchos especialistas difieren de la visión apocalíptica de Kotlikoff
y del equipo de Friburgo, al considerar que difícilmente EE.UU. siga
el camino de Grecia (en caso de default), por el tamaño de su
economía, por contar con una moneda propia y por el prestigio que
todavía conserva el dólar en el mundo. Se asemeja bastante a una
mentalidad del tipo “too big to fail” (demasiado grande para caer)
que tan bien le sentaba al banco Lehman Brothers hasta que tuvo que
anunciar su quiebra
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