Según ese estudio, la afinidad política
hace que la gente tenga más encuentros sexuales a la semana con una
diferencia significativa frente a los otros, tanto que en las
consultas médicas en ese país ya se empieza a hablar de la
coincidencia de partidos como un factor determinante para la acción
bajo las sábanas.El informe
parece más una excusa para holgazanes del sexo que otra cosa. Según
especialistas, el deseo sexual se ubica en la parte más primitiva de
nuestro cerebro, en donde las razones, la lógica y los programas de
campaña no importan demasiado. En otras palabras, cuando las ganas
existen y hierven las hormonas, no hay partido que valga.
Ya teníamos bastante con la bobada de
la armonía con el signo zodiacal y sus ascendentes para que ahora,
además de mirar clases sociales, etnia, credo y otras yerbas, que
nada tienen que ver con el sexo, tengamos que preocuparnos por su
militancia política.
Si tomamos en serio este estudio, el
levante sería más o menos así: "Qué hermosa que sos. ¿Peronista o
Radical? ¿Chávez o Bush?".
¿Será que la intensidad y calidad de
los polvos se modifican si las parejas cambian de partido político?
¿Las chicas de Berlusconi son militantes de su partido? ¿Fidel
tendrá "sexo revolucionario"? ¿Cristina y Néstor tendrán el mejor
sexo del mundo?
Si bien el deseo sexual, regido por
las partes más profundas del cerebro, nos permite lanzarnos sobre la
pareja sin pensarlo, es nuestra corteza cerebral la que le pone la
cuota racional al asunto.
Esa, sin embargo, no es razón para
que, como lo sugiere el estudio, algunas diferencias naturales en el
pensar sean determinantes a la hora del orgasmo.
Por el contrario, algunos desacuerdos
son realmente afrodisíacos. Sino, no existirían esas hermosas
"reconciliaciones". Así que no metamos la política en la cama. Lo
que importan son las ganas de hacerlo. Y que haya quórum, aunque
sólo sea de a uno