ANAFRODISIA -
SINTOMAS DESCRIPCION Y TRATAMIENTO
Es esquivar la cama y la
intimidad con excusas interminables. Es decir, una y otra vez, “esta
noche no, querido”. Es dormirse rápido para evitar el encuentro. Es
una realidad que comparten muchas mujeres y que, en general, no se
animan a contar. El sexólogo Juan Carlos Kusnetzoff explica qué es
la "anafrodisia", cuáles pueden ser las causas y cómo recuperar el
deseo perdido
Tras siglos de silencio, el sexo salió
de las alcobas e invadió todos los espacios. Se habla de sexo hasta
en las escuelas. Educación sexual, derechos sexuales, salud sexual,
salud reproductiva, derecho al placer. La sexualidad y sus infinitas
aristas se instalaron como tema cotidiano y adolescentes, jóvenes y
adultos de ambos géneros preguntan, charlan, quieren saber. Sin
embargo, entre tanto "sexo", hay algo silenciado: todavía son pocos
los que admiten que allí, en esa área que parece tan natural y tan
accesible, también hay problemas. Que no todo fluye. Que no todos
tenemos el deseo siempre disponible, que lo de "siempre listo" es un
mito.
Hay mucho silencio, mucho dolor, y, según el sexólogo Juan Carlos
Kusnetzoff, la falta de información "se agudiza en las problemáticas
que se refieren a la mujer".
"Tratemos de desterrar del lenguaje, tanto científico como familiar,
el término frigidez. La expresión 'mujer frígida' se parece mucho
más a una acusación que a la descripción de una dificultad e incluye
la absurda asociación con la frialdad de sentimientos", dice el
especialista.
Un trastorno frecuente
Explica Kusnetzoff: "Uno de los principales problemas sexuales
femeninos es la anafrodisia o ausencia permanente o circunstancial
del deseo sexual. Crónica u ocasional, es una alteración de la
primera fase vasocongestiva de la respuesta sexual. Por supuesto, la
mujer que padece anafrodisia evita las relaciones sexuales y apela a
la ya famosa colección de pretextos: dolor de cabeza, cansancio,
riesgo de despertar a los chicos…
Los orígenes de esta disfunción pueden remontarse a una mala o
inexistente educación sexual y a un extraordinario desarrollo de la
vergüenza y la culpa sobre su sexualidad, conflictos de los que debe
encargarse un médico especialista. Éste se dedicará a reducir los
factores de inhibición, ya sea con ejercicios de sensibilización,
autoerotismo, la revisión teórica del sistema de valores de la
paciente u otras técnicas.
Si la mujer tiene pareja estable, también debe tratarse al hombre,
ya que éste deberá admitir la existencia del problema, aprender a
estimular adecuadamente a su compañera y adquirir una buena dosis de
conocimiento, paciencia y respeto. Un comentario inoportuno, una
torpeza, una exigencia apremiante o una actitud de indiferencia
pueden inhibir la respuesta femenina e inducirla a temores del tipo:
¿estaré a la altura de las circunstancias? o ¿corro el riesgo de no
gustarle? Con estas dudas, la mujer no logra abandonarse a sus
sensaciones sino que se convierte en espectadora de sí misma, y no
ve a su compañero como tal sino como un juez estético y moral.
Otros enemigos del deseo en la pareja estable son la rutina, la
falta de imaginación y, por supuesto, las peleas, la incomunicación,
la agresión o el desafecto. Son problemas que de ninguna manera
pueden “resolverse en la cama” sino que, por el contrario,
desarrollan iras, rencores y rechazos que se evidencian en el
momento de la intimidad sexual.
Además, no debe olvidarse que el consumo de algunos medicamentos,
cierto tipo de enfermedades, el alcoholismo, los períodos depresivos
y el agotamiento físico, son otros tantos inhibitorios
circunstanciales del deseo sexual".
Reconocerse, respetarse y amigarse con el cuerpo
"Lo primero que se recomienda ante una disfunción sexual es
'integrar' los genitales a la persona y explorar su conformación,
sensibilidad y respuesta a los estímulos directos (táctiles) e
indirectos (fantasías, imágenes, etc.). La mujer debe estar
convencida de que no sólo tiene 'permiso' para hacerlo sino,
también, el deber para sí misma y su pareja actual o posible", dice
Juan Carlos Kusnetzoff.
Para comenzar, es esencial reconocer el problema como tal. El
siguiente ejercicio --explica-- es procurar el resurgimiento del
deseo (con autocaricias, libros, películas, etc.) y concentrarse en
la sensación tratando, al mismo tiempo, de mantenerla.
La aproximación al propio cuerpo y la reconciliación con sus
impulsos constituyen importantes lecciones cuyo aprendizaje pueden
trasladarse con éxito a la relación de pareja, subraya el sexólogo.
"Es importante acompañar este proceso con una segunda introspección
más específica donde se intente responder a estas preguntas:
-¿Tuvo deseos sexuales hasta la primera relación? Si la respuesta es
afirmativa, ¿en qué forma ésta fue dañina (hubo violación,
agresiones, castigos, etc.)?
-¿Se excita con imágenes, fantasías o recuerdos e, incluso, con un
hombre durante los juegos previos pero pierde el deseo ante la
inminente relación?
-¿Siente excitación y placer hasta la penetración?
-¿El trastorno comenzó con la pareja actual? Si la respuesta es
afirmativa, ¿cuáles serían as causas (maltrato, rutina, etc.)?
Con tiempo, con aceptación, con diálogo, con las ganas compartidas
en pareja, el deseo puede retornar a la vida sexual y hacerla mucho
más placentera"
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