LO QUE ESCRIBES
EN LA RED QUEDA EN INTERNET PARA SIEMPRE
A estas alturas
todo el mundo debería saber que lo que se escribe en
Internet se queda en Internet para siempre. Tan pronto como
se hace clic en el botón de enviar / publicar / comentar, lo escrito
será archivado y puesto a disposición de buscadores, llegará a los
archivos de Google, Bing, Archive.org y cientos de otros sitios.
Esto es válido para textos, fotos, vídeos y cualquier otro material
que se vuelque en cualquier tipo de servicio o red social
Por : COOKINGIDEAS.ES
Como todo en la vida, la tecnología que hace posible esto tiene
un doble filo. Por uno, es una maravilla poder ir guardando y
archivando recuerdos, pensamientos y conversaciones, que podremos
consultar en el futuro siempre que queramos. Por otro, todo esto
quedará grabado con bits de fuego en una especie de piedra
digital, de esas que no borra el paso del tiempo.
Hay mucha gente que ha sufrido
en los últimos años lo más cruel de este efecto: personas
que han viso cómo resurgen fantasmas del pasado, fotos que nunca
deberían haber visto la luz pública o comentarios y frases
totalmente fuera de lugar que seguramente no deberían haber
publicado nunca. En ocasiones es cuando alguien enlaza ambas cosas,
el material y la persona (ahora o en el futuro) cuando la
combinación es explosiva: políticos que ven cómo acaban sus carreras
por haber publicado años ha fotos en las que maltrataban animales,
escritores prácticamente linchados públicamente porque alguien
rescató ciertas aberraciones que escribieron y habían pasado
desapercibidas, famosillos hundidos en la miseria por
soltar alguna frase en Twitter que nadie con dos dedos de frente
publicaría.
Se lo merecen, dirá alguno. Si bien es cierto que cada
cual es responsable de lo que dice, y luego de lo que publica y
además de su privacidad, lo cierto es que en Internet la situación
es más complicada que en otros contextos: tal vez alguien publicó
algo sólo para un grupo de conocidos y ahora haya salido de ese
reducido círculo de confianza - quizá sin consentimiento. A lo mejor
el material encontrado o filtrado solo cuenta parte de la historia y
no es lo que parece. Normalmente, afirmaciones y frases sueltas
pueden carecen del contexto adecuado de cuando fueron publicadas. En
algunos casos, además, la forma en que se presentan los materiales
puede ser malintencionada: tal vez esa persona pensaba de una forma,
cambió de opinión y ahora piensa de otra - pero solo «salta la
noticia» o se da a conocer lo más hiriente.
Un caso especialmente cruel es el de los políticos y otras
figuras públicas. En personas a las que se valora por su honestidad,
coherencia y conocimientos, encontrar una contradicción entre lo que
se dijo una vez y se dijo o se hizo luego es como hallar
pepitas de oro para sus adversarios. Tradicionalmente esto
se hacía «tirando de hemeroteca». Hoy en día se «tira» de Google y
de todos los servicios y bases de datos disponibles. Sería todo un
negocio vender contradicciones e incoherencias «al peso», a gusto de
los clientes
¿Un ejemplo fuera de la política? El material publicado en las
redes sociales ya se utiliza en el 80 por ciento de los casos de
divorcio en Estados Unidos como prueba. La estrella en las demandas
suele ser Facebook, donde los comentarios en los muros de otras
personas y los textos y fotos publicadas se utilizan para demostrar
cómo son las relaciones personales -y también las infidelidades- de
los cónyuges en litigio.
Esto es casi peor que en el MundoReal™: cuando
uno habla con los amigos o con un grupo más o menos reducido tiene
claro el escenario y hasta dónde pueden llegar sus palabras. Pero
hoy en día cualquier frase dicha en cualquier conferencia, clase,
entrevista, encuentro o reunión pública, por no hablar de blogs,
muros, comentarios sobre fotos y demás puede ser grabada,
reproducida y buscada con total facilidad. Y no hace falta ser
especialmente famoso o tener un perfil público o mediático - aunque
eso aumenta la posibilidad de que sea más fácil que se guarde y se
encuentre otro tipo de material. Incluso las frases soltadas
inadvertidamente en las redes sociales pueden ser inmediatamente
reenviadas por amigos (o «enemigos») a miles y miles de personas y
generar un efecto bola de nieve difícil de parar.
Alexis Madrigal escribiendo para The Atlantic meditaba
hace poco sobre cuán revolucionario es el concepto de los
«nombres reales» en las redes sociales precisamente por
facilitar esa relación entre persona y contenidos. Antes en Internet
todos éramos apodos, tal vez con un nombre real detrás y quizá una
reputación - positiva o negativa.
Según su planteamiento, actitudes como las de Facebook o Google,
cada vez más restrictivas al a obligar a usar «nombres reales»
huyendo de los apodos y el anonimato, llega incluso mucho más allá:
nuestros perfiles digitales -dice- contienen tanta información sobre
la gente que cada vez es más fácil «meterse en problemas
serios» por decir o publicar algo inapropiado. Quien se
sienta molesto por algo que lea -con o sin razón- tan solo tiene que
hacer unos pocos clics para encontrar quién es la persona real tras
una afirmación, una anotación de un blog o una contestación «borde»
en una red social.
Ese grado de conexión entre lo que se dice y la persona que lo
dice va más allá incluso del que existe en la vida real.
No es tan fácil encontrar quién es el tipo que nos grita desde otro
coche en el semáforo, al que insulta al árbitro en el campo de
fútbol o al que sale entrevistado en la tele yendo por la calle
sobre cualquier tema de actualidad.
En algunos casos esos perfiles equivalen más a los trolls
y bocarranas que utilizan el anonimato para molestar a los demás que
a gente de comportamiento sociable, pero ese anonimato parece hoy en
día casi destinado a desaparecer: los servicios y redes sociales
actuales son cada vez más estrictos y muchos exigen usar cuentas de
Facebook o Google para conectar. El mercado le pide gente
real a esas empresas, especialmente para mostrar la
publicidad más adecuada a cada cual según perfil personal. En
cambio, los sitios web que son más laxos con los registros -incluso
admitiendo personajes anónimos- suelen acabar llenos de basura, con
gente molestándose entre sí y en general contenidos que se parecen
más a los gritos de un campo de fútbol que a una reunión de amigos o
un debate público. El típico «mal rollo» con quien nadie quiere
asociar su marca.
Dado que ese fuerte enlace entre quién publica algo y todo lo que
publica parece tender a ser más y más fuerte no está de más recordar
una vez que esas palabras digitales que escribimos cada día no las
borrará el paso del tiempo, sino que permanecerán por
siempre jamás vinculadas a cada uno de nosotros. Así que,
como dicen los anuncios de sustancias y aparatos potencialmente
peligrosos para las personas, mejor «usarlos reponsablemente». ¡Ojalá
dentro de cinco o diez años no tengas que venir a releer este
artículo porque metiste la pata!
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