El profesr Lynn argumentó su conclusión en que la disminución de
las creencias religiosas en el siglo XX ha ido de la mano del
aumento de la inteligencia promedio, entre otras causas, por una
mayor preparación de la sociedad en relación a la de otras
épocas. También destacó que la disminución de la práctica
religiosa durante el siglo pasado en 137 naciones desarrolladas
estuvo directamente relacionada con el aumento de la
inteligencia promedio.
Este estudio, publicado en la revista académica Intelligence,
fue tildado de “simplista” por los críticos, y que no ofrece
fundamentos más allá de una estadística básica como la del
aumento de los estudiantes universitarios.
El profesor Gordon Lynch, director del Centro para la Religión y
la Sociedad Contemporánea en el Birkbeck College de Londres,
dijo que no tuvo en cuenta una compleja gama de factores
sociales, económicos e históricos: “Vincular las creencias
religiosas y la inteligencia de esta manera podría reflejar una
tendencia peligrosa, el desarrollo de una caracterización
simplista de la religión como algo primitivo, al mismo tiempo
que estamos tratando de hacer frente a problemas muy complejos
de pluralismo religioso y cultural, tal vez no sea la respuesta
más útil”, aclaró.
También Alistair McFadyen, profesor de teología cristiana en la
Universidad de Leeds, dijo que en la conclusión de Lynn había
“un ligero matiz de imperialismo cultural de Occidente, así como
un sentimiento anti-religioso”.
La profesora David Hardman, jefa de desarrollo del aprendizaje
en la London Metropolitan University marcó una posición un poco
más neutral y aclaró: “Es muy difícil llevar a cabo verdaderos
experimentos para explicar una relación causal entre el CI y las
creencias religiosas. Sin embargo, hay evidencia de que el
dominio de mayores niveles de inteligencia estarían asociados a
una mayor capacidad, o quizás voluntad, lo que permitiría
cuestionar y derribar a las instituciones más fuertes”.
El profesor Lynn, que ha provocado controversia en el pasado con
una investigación que relacionaba la inteligencia con la raza y
el sexo, agregó que justamente, los profesores universitarios
eran menos propensos a creer en Dios que ningún otro. (Fayerwayer/Telegraph)