SE PUDE REALMENTE
SER BISEXUAL?
¿Mecanismo psicológico o intento de
expansión del mundo erótico? La bisexualidad abarca a aquellas
personas que tienen la capacidad de amar a personas de su propio
sexo tanto como del opuesto· En esencia, es una orientación sexual
como lo son la homosexualidad y la heterosexualida
La bisexualidad abarca a aquellos
sujetos que tienen la capacidad de amar a personas tanto de su
propio sexo como de otro sexo. Esta capacidad puede incluir la
atracción física, sexual y emocional. La bisexualidad no implica la
renuncia al propio sexo ni la negación del rol que se posee como
hombre o como mujer lo que genera que, en algunos casos, quienes
eligen este modo sexual tiendan a esconder sus prácticas para no
afectar su faceta heterosexual frente al entorno.
Ciertamente, esta inclinación sexual no atañe al género social al
que se pertenece. Se trata de un mecanismo psicológico en el que
tanto podemos encontrar una predominancia de la confusión respecto a
las apet.
como, desde otro punto de vista, podríamos verla como un intento de
ampliación y expansión del mundo erótico y la búsqueda de nuevas
experiencias. Pero una cosa es transitar por una etapa de confusión
y otra muy distinta es que la bisexualidad sea en sí misma y
estructuralmente una confusión. En esencia, la bisexualidad es una
orientación sexual como lo es la homosexualidad y la
heterosexualidad.
Ser bisexual no define nuestro estilo de vida o nuestra conducta
sexual. Las personas bisexuales pueden ser monógamas, poliamorosas o
incluso célibes, tanto como lo son las personas heterosexuales, las
lesbianas y los gays. Muchos bisexuales tienen relaciones sexuales
con personas de un solo sexo o no las tienen con nadie, y aún así se
consideran bisexuales. Otras personas, en cambio, tienen relaciones
con personas de ambos sexos y no se identifican como bisexuales.
Es erróneo sostener la creencia de que la bisexualidad roza la
perversión transgrediendo los códigos aceptables o ubicarla
alrededor de la idea de voracidad o compulsión sexual. Del mismo
modo, es también equivocado conjeturar –prejuiciosamente- que en
todos los casos se trataría de una homosexualidad reprimida y
desplazada.
Definir nuestra sexualidad es un proceso profundo que en algunos
casos puede ser muy complejo. Existe un fuerte determinismo cultural
y social que nos espera biológica, genérica y sexualmente hombres o
mujeres.
Sin embargo, en distintas fases de la vida podemos sentirnos
atraídos por ambos sexos. Esto se ve habitualmente en los juegos
sexuales infantiles (donde podemos sentir deseo y jugarlo, tanto con
el primo o la prima, el compañero o la compañera del grado) o en la
pubertad en la que al mismo tiempo que nos enamoramos perdidamente
de nuestro primer amor (heterosexual) desarrollamos un intenso
erotismo con nuestros pares de género. Las atracciones pueden
cambiar con el tiempo siendo la tendencia que se acomoden al modelo
piramidal heterosexual con inclinación hacia la monogamia.
Los matices
Si tomamos a la bisexualidad como una elección que implique los
actos sexuales del sujeto en cuestión y que forme parte de su
identidad sexual y social deberíamos enrolarlo dentro de las
diferentes tipos de modalidad sexual: hetero, homo bi, transex,
travestismo, etc. En estos procesos, el sujeto amplía la zona de su
deseo sexual hacia los dos sexos si bien, en la mayoría de los
casos, hay siempre una tendencia hacia un sexo más que hacia el
otro. El sujeto se asume hetero u homo y, al mismo tiempo, extiende
su práctica sexual al otro sexo.
Este tipo de experiencia sexual tiende a reservarse socialmente ya
que no tiene-hasta hoy- una aceptación de la media social en la que
nos movemos. Por lo tanto, el sujeto se maneja en su condición de
género hacia el afuera o bien acuerda con su pareja la posibilidad
de incluir vivencias de intercambio sexual que le permitan
desarrollar su apetencia sexual.
Nosotras, ellos y las fantasías
Si bien las estadísticas dicen que son más los hombres los que se
ubican dentro de esta particularidad, el hecho es que las mujeres
tenemos más aprobado el erotismo hacia nuestras congéneres. Las
mujeres podemos hablar, hacer contacto, manifestar afecto, tocar,
besar e incluso compartir sexo con mujeres más que los hombres entre
ellos.
A esta altura, y más allá de la definición y desarrollo del tema
bisexualidad como estructura sexual y social, es importante e
interesante hablar del lugar que ocupan las fantasías con
partenaires del mismo sexo en el imaginario de todos nosotros. De
hecho, se considera que somos esencialmente bisexuales en nuestra
estructura más allá de lo cerca o lejos que estemos de este
reconocimiento y del permiso que nos otorguemos para habitarlo. Y
digo habitarlo, no digo realizarlo, no hablo de hacerlo acto. Agrego
-y subrayo- que las fantasías son un salvoconducto de primer orden
en el enriquecimiento de nuestra erótica; que cobijar y jugar con lo
ilusorio suma y habilita permisos; que no quiere decir que
desplegarlas implique tener que hacerlas realidad y que la
imaginación es el lugar donde nuestros sentidos se mueven a sus
anchas. Todos alojamos la capacidad de amar y desear a ambos sexos
sin que ello atente contra nuestra heterosexualidad elegida. Solo se
trata de ofrecernos la posibilidad de ejercerla en mayor libertad
Compartir este articulo : | | | | |
|
|