COMO HABLAR DE LA
MUERTE CON LOS CHICOS
La pérdida de un ser querido o una
mascota enfrenta a los padres a la difícil situación de explicarle a
los niños qué fue lo que sucedió. Una especialista explica qué decir
y qué no para permitir el duelo a los menores
Llama por teléfono una mamá de dos
hijos pequeños, de 4 y 7 años, y me pregunta: “¿Qué hago? Falleció
mi abuelo, ¿los llevo a los chicos al velatorio y al cementerio?”
El abuelo era el bisabuelo de los
niños, figura importantísima en esta familia al cual ellos desde su
nacimiento lo habían conocido enfermo, en silla de ruedas y postrado
en la cama otras veces.
Un montón de dudas acechaban a esta
madre preocupada por las consecuencias de su futuro accionar.
Continúa: “El más chiquito es medio ‘morbo’, me parece que quiere ir
para ver ‘cómo es un muerto’, y el de 7 años tiene miedo luego de no
poder dormir”.
Situaciones como esta se nos
presentan a diario en consulta y desde ya que tendremos que prestar
atención a la particularidad de cada familia para dar alguna
respuesta posible.
En líneas generales, frente a temas
tan difíciles como la enfermedad prolongada y la muerte (cuando no
ocurre de manera inesperada) conviene ir hablándolos de a poco, con
tranquilidad, sin negar ni ocultar los adultos sus propios
sentimientos de tristeza y dolor por lo que está sucediendo con
algún ser querido.
Los chicos, desde muy pequeños,
tienen sus propias ideas de lo que es la muerte por lo que ven, oyen
y crean en sus fantasías. Les parece que algo supuestamente vivo
está quieto o inmóvil por un rato. Frente a esto, utilizan con más
naturalidad la palabra muerte (como en el ejemplo del niño de 4
años).
Pero a medida que van creciendo,
sumado a alguna pérdida de mascota o familiar, la angustia se hace
más claramente presente en ellos, en forma de miedos varios,
pesadillas o síntomas psicosomáticos, no pudiendo a veces ellos
mismos preguntar sobre lo ocurrido.
La palabra constante y reconfortante
de algún progenitor que pueda aportar entendimiento a los hechos
acontecidos es muy importante en esos momentos y también a
posteriori, en el tiempo.
Los niños son capaces de realizar un
duelo a partir de los 4 o 5 años, y esperan que les digamos la
verdad. A veces una reacción es negar el hecho acontecido: “Mentís,
no es cierto”… pero con tiempo y explicaciones de lo sucedido
permitiremos la comunicación de sus fantasías y de los sentimientos
de confusión, ansiedad, inseguridad y temor.
Es muy importante hablar de lo que
pasó, sin intentar disimular nuestra tristeza y angustia. “Mamá está
mal, sin ganas de jugar” o “llora porque no va a tener más a su
papá” (abuelo), por ejemplo, en vez de trasmitir: “No, no me pasa
nada, es por la tele”. Ellos perciben (escuchan, ven, saben) que
algo no anda bien en la familia, por lo que ocultar la verdad no
permite duelar.
En casos muy graves de duelos
patológicos se recomienda consultar con un psicólogo especialista en
niños y adolescentes
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