La vida tiene
forma de U: el peor momento es a los 46 años y el mejor a después de
los 60
Artículo de The Economist sobre "La
edad y la felicidad".
Pregúntale a la gente cómo se siente al
ponerse más grande y probablemente respondan lo mismo que decía
Maurice Chevalier: "La vejez, ponerse viejo, no está tan mal si se
considera la alternativa".
Así abre un artículo publicado en The Economist bajo el título: "la
edad y la felicidad". Aquí se reproduce gran parte del contenido del
mismo.
Cuando se piensa en la vejez, rápidamente se la asocia a un coctail
formado por la disminución de la agudeza visual, músculos menos
fuertes, pérdida de memoria y otros achaques. Y, claramente, ésta es
una fórmula bastante infeliz. Si bien se puede decir que es mejor
que la muerte, muchos argumentarían que no lo es por tanto.
Sin embargo, la vida no supone un largo declive desde las soleadas
colinas hasta el valle de la muerte. Más bien, podría definirse como
una curva en U, con una etapa ascendente en su momento final.
De hecho, cuando la gente se inicia en su edad adulta, por lo
general, está relativamente contenta. Todo parece encaminado hasta
que sobreviene la mentada crisis de la mediana edad. Hasta aquí,
todo suena conocido y familiar.
Lo sorprendente es que dicha crisis no resulta más que el punto a
partir del cual el estado de ánimo entra en un camino ascendente.
Si bien es cierto que al subir en edad se pierden algunos tesoros,
como la vitalidad, la agudeza mental y el aspecto físico, también se
debe considerar que se gana en otros terrenos. Fundamentalmente, se
está más cerca de la felicidad.
Se puede hacer el ejercicio de preguntarle a algún treintañero y un
adulto de más de 70 años para indagar cuál es más feliz.
Y, sorprendentemente, en general el de 70 manifiesta estar altamente
más satisfecho con su vida que el de 30.
Un ejemplo claro es el guitarrista inglés Pete Townshend, de la
banda The Who, quien evidenció este cambio en carne propia: a los 20
años parecía sumido en la mirada negativa y prefería morir antes de
llegar a viejo. En cambio, al cumplir sus 60 años se puso a escribir
un blog exultante de alegría.
Y su caso no es una excepción. Más bien podría hablarse de que es la
regla.
Es así que la séptima década del hombre, que simbolizaba el fin de
la vida para otras épocas, ya no es lo que era entonces. Ahora
muchos ven con agrado como se da un repunte en su vida, lo que se
define o grafica en forma de "U".
El punto de inflexión parece ubicarse en los 46 años, cuando se
suele experimentar un bajón que no es más que la antesala del camino
ascendente de la felicidad.
De todos modos, cabe aclarar que ese punto bajo de infelicidad puede
variar según el país.
Hipótesis sobran
Según detalla The Economist, la tendencia de la felicidad en forma
de "U" está presente en muchos contextos diferentes.
Y una de las hipótesis posibles es que, a partir de los 46 años,
sube la curva de felicidad porque probablemente los que quedan, que
no se murieron, así lo experimentan. "Los infelices fallecen antes",
afirma la publicación.
Sin embargo, resulta difícil encontrar una explicación convincente.
De hecho, la de la muerte prematura no resulta muy ilustrativa.
Otra posible argumentación es que el efecto "U" responde a fenómenos
externos. Los ciclos de la vida afectan a la gente de manera
indubitable: a los 40 años se suele tener hijos adolescentes y la
convivencia puede ser ríspida.
O bien, para la visión más economicista, se puede considerar que
cuando se envejece, se tiene más dinero.
Pero todos coinciden en que el manejo de más dinero, el status en el
empleo y los hijos no explican por sí solos este fenómeno.
Tal vez, la hipótesis más verosímil es que el repunte de la
felicidad parece estar más relacionado con factores internos que
externos.
Entre otras cosas, cuando se es más grande hay menos posibilidades y
opciones para elegir. Y esto permite llegar a mejores soluciones
para el conflicto, reduciendo las disyuntivas.
Asimismo, a medida que se va creciendo se va mejorando en el control
de las emociones, lo que permite aceptar mejor las miserias y estar
menos predispuestos a la angustia.
Al envejecer, comienza a ganar cada vez más vigor un lema saludable:
"No puedes agradarle a todo el mundo todo el tiempo".
Además, la gente aprende con el tiempo a reconocer sus propias
debilidades y fortalezas. De algún modo, la adultez es el fin de
algunas peleas por figurar o por lograr algo.
El tiempo propio
Laura Carstensen, profesora de psicología de la Universidad de
Stanford, señala otro factor a tener en cuenta: "hay una capacidad
humana única de detectar la propia muerte y monitorear los
horizontes de la vida".
En la medida que la gente mayor está más cerca de la muerte, la
psicóloga considera que tienen más capacidad para disfrutar el
presente.
La analista comenta: "Cuando la gente joven mira a los viejos,
piensa que debe ser algo terrible llegar a esa edad. Pero, sin
embargo, los más grandes tienen claro y saben distinguir, entre
otras cosas, cuáles son las cosas verdaderamente importantes".
Pensar que uno adquiere un estado de mayor aceptación es también un
punto a favor de la salud.
Es sabido que tener un plafón de felicidad genera un mayor grado de
fortaleza física y hace menos factible enfermarse.
Este contexto también se ve reflejado en una nueva rama de la
economía que busca una medida más satisfactoria que el dinero para
medir el bienestar humano.
Sucede que los economistas convencionales usaban el hecho de
disponer de bienes como una medida de la felicidad. Sin embargo,
éste no era un reflejo fiel de tal situación, por lo que ahora
muchos intentan encontrar nuevas maneras de mensurar ese estado.
Y estas ideas ya han llegado al plano político. Por ejemplo, en el
pequeño reino de Bhutan, situado entre India y China, ya se aplica
el concepto de Gross Nacional Hapiness (GNH).
Sería algo así como el Producto Bruto de Felicidad, para ponerlo en
un paralelismo con las estadísticas económicas más conocidas.
Lo novedoso es que allí el GNH es tenido en cuenta a la hora de
hacer gestión de políticas tanto como se consideran los factores
medioambientales.
Asimismo, en 2008, el presidente francés, Nicolas Sarkozy, les
solicitó a dos premios Nobel, Amartya Sen y Joseph Siglitz, que
lograran una medida más amplia -de carácter internacional- que el
clásico PBI o producto bruto interno, conocido como GDP por su sigla
en inglés (Gross Domestic Product).
En sintonía con esta tendencia, David Cameron anunció que el
Gobierno británico comenzaría a recolectar estadísticas sobre la
vida en Inglaterra relativas al bienestar y a la felicidad.
Cabe destacar que la tarea no es tan difícil como suena. De hecho,
hay bastante información al respecto, como la que producen el
American General Social Survey, el Eurobarometer y Gallup.
El balance y el día a día
Los investigadores suelen indagar sobre dos aspectos básicos:
* Cuáles son los logros obtenidos
* Cómo se siente el individuo en un momento particular de su
vida.
La primera pregunta se orienta entonces a indagar sobre la vida en
general y el balance global. La segunda remite a lo que está pasando
ahora, o lo que aconteció ayer, si particularmente uno puede medir
la felicidad "del momento".
En otras palabras, en la primera cuestión se apunta a medir el
estado de bienestar general, mientras que en el segundo interrogante
se busca detectar algo más ligado al disfrute, a lo emocional.
Por ejemplo, para distinguir bien ambas dimensiones se puede tomar
el tema de tener hijos. Seguramente, este punto estará del lado
positivo como eje central de la vida a la hora del balance, pero
particularmente puede haber generado alguna irritación en un
episodio reciente que opaque la "alegría del momento".
Todos parecen buscar las preguntas básicas de qué nos hace felices.
Y hay bastante para considerar. Se puede tener en cuenta el género,
la personalidad, circunstancias externas y la edad.
Disparidad de género
Los especialistas afirman que las mujeres tienden a ser más felices
que los hombres. Pero el sexo femenino también tiende a ser más
sensible y predispuesto a la depresión.
"Entre un quinto y un cuarto de las mujeres ha sufrido algún tipo de
cuadro depresivo en su vida, con relación a una décima parte de los
hombres", destaca el artículo de The Economist.
Los neuróticos y los extrovertidos
Asimismo, hay dos rasgos de personalidad que se vislumbran en el
contexto económico:
* Los neuróticos, caracterizados por la culpa, la angustia y la
ansiedad, tiende a ser infeliz.
Los estudios que supervisan a la gente durante varios años
muestran que el neurotismo tiene un cuadro estable de personalidad y
puede convertirse en un buen predictor de niveles de felicidad.
La gente neurótica no sólo está propensa a los sentimientos
negativos: también tiene tendencia a un bajo nivel de inteligencia
emocional, lo cual no le facilita el manejo de sus relaciones, y eso
los hace infelices.
* Mientras que los neuróticos tienden a ubicarse del lado
sombrío, la extroversión es el extremo contrario.
Aquellos que disfrutan del trabajo en equipo y de las fiestas
tienden a ser más alegres que aquellos que se encierran en sus
oficinas durante el día y que se refugian en sus casas al caer la
tarde.
Incluso, los prototipos de personalidades se vinculan con las
sociedades de origen. Por ejemplo, The Economist destaca que los
británicos tienden a ser más extrovertidos que los japoneses o los
chinos.
En EE.UU., pertenecer a la raza negra solía asociarse a tener
menores niveles de felicidad, pero ahora es justamente lo contrario:
los latinos y los negros parecen los más felices.
Otros aspectos
Igualmente, hay situaciones especiales a considerar. Estar casado
ofrece a la gente una base de buen ánimo. A su vez, estar
desempleado supone una inevitable melancolía.
Además, muchas veces se piensa que la gente más educada es más
feliz, pero -en general- esta es una reflexión asociada con el
dinero: a mayor nivel de estudios, mayores posibilidades económicas
y, por lo tanto, más alegría.
Pero, ¿más dinero es más felicidad? Si bien hay que ver cómo es la
cuestión, lo cierto es que esto no siempre es así.
En conclusión, medir la felicidad no siempre es algo sencillo y los
criterios muchas veces varían. Pero si hay algo que queda en claro
es que hay dos posturas diferencias.
En este sentido, se debe considerar que el momento a partir del cual
empieza el repunte de la alegría justamente es visto por muchas
miradas cortas como el comienzo del ocaso.
En cambio, los que responden al esquema de la "U" creen que la vida
recién empieza y aseguran que el momento de más sonrisas se da
después de los 46.
Fuente: Infobae
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