COMO EVITAR LA
DEPRESION DEL DOMINGO
La tristeza y el desgano son sensaciones frecuentes durante el
último día de la semana. Cómo superar la "depre" dominical
Por Florencia O´Keeffe. - "Domingo a las
siete de la tarde, hora en que la humanidad inclina su cabeza",
escribió Roberto Arlt, y vaya si es cierto. Una de cada cuatro
personas siente una profunda tristeza en el último día de la semana,
que se agudiza cuando comienza a atardecer. Esa pena, por lo general
indescriptible, y que no está ligada necesariamente a la soledad,
puede implicar síntomas psicofísicos como palpitaciones, ahogos y
dolor en el pecho. Aunque la mayoría "pilotea" de algún modo
la situación, o simplemente se acostumbra, en ocasiones el malestar
es tan agudo que requiere atención médica. Así, las
guardias reciben los domingos a un número considerable de pacientes
con ataques de pánico o dolores corporales que tienen una base
emocional.
¿Quiénes sufren "la depre del domingo" con mayor
frecuencia? ¿Cuándo es necesario iniciar un tratamiento? ¿Hay
mecanismo para superarla?
El médico psiquiatra y psicoterapeuta Ernesto
Rathge, director médico de la Red Psicoterapéutica de Rosario,
explicó que si bien es frecuente en nuestra cultura, el vertiginoso
ritmo de vida actual que tiene su mayor expresión de lunes a
sábados, profundiza los síntomas de depresión dominical y extiende
ese malestar a más personas, incluidos los niños. "Afecta por igual
a hombres y mujeres, y también a los chicos, en su permeabilidad
intensa al mundo de los adultos. Ellos suelen manifestarlo a través
de la irritación o el decaimiento", señaló.
Melancolía es, quizá, la palabra que mejor define
esa sensación de falta de voluntad y disminución de la energía (casi
siempre acompañada de pensamientos tristes) que comienza a atrapar
el domingo después del mediodía y que afecta principalmente a
hombres y mujeres entre los 30 y los 60 años, en plena edad
productiva. Por eso, es posible relacionarla con la cercanía del
agobiante lunes "símbolo del inicio del trabajo semanal, vivido
desde la maldición bíblica: ganarás el pan con el sudor de tu
frente", mencionó Rathge.
La dificultad para disfrutar del ocio y
el tiempo libre es otra variable de peso en estos tiempos.
Hay quienes señalan que el problema no
radica en el domingo sino en el lunes, y si bien esto
tiene cierta influencia, explicó el médico, "es más
significativa la dificultad de aceptar los finales y el límite que
éstos conllevan".
"¿Cómo competir con la exultante promesa del
viernes donde todo está por hacerse? ¿O con la gloriosa culminación
de sábado por la noche, hábitat de la diversión y la alegría? El
ocaso del domingo anuncia el final de todo esto y la emoción de
tristeza o el agobio pueden apoderarse de la escena", detalló el
médico psiquiatra.
Lo que debe preocupar, o en todo caso ser motivo
de una consulta profesional, es la extensión de la sensación de
tristeza a la vida cotidiana más allá del registro dominical. "No es
habitual que la gente consulte a un médico o psicólogo puntualmente
por este tema. La depresión del domingo no es una enfermedad, es
sólo un modo de responder a aspectos de nuestra existencia, y no
necesariamente termina en depresión", enfatizó el especialista, y
agregó que "los tratamientos médicos o psicológicos deben estar
reservados a situaciones donde el problema se torna complejo y se
evidencian los déficit en la capacidad para afrontarlo".
En acción. Organizar una salida
o un encuentro con amigos el domingo por la tarde o a la noche,
mirar una película que no incluya el drama, en definitiva, planear
actividades placenteras para las últimas horas del fin de semana,
son buenos recursos.
Sin embargo, hay personas que el domingo se ponen
de muy mal humor o tiñen de tristeza todos sus actos y son
impermeables a esas alternativas.
En la medida en que la melancolía interfiere de
un modo negativo en la vida personal y familiar, conviene
enfrentarla de alguna manera, como sugirió Rathge, convencido de que
"las pasiones tristes, como gustaba llamarlas el filósofo Baruch
Spinoza, atenúan nuestra potencia vital y nos hacen menos felices".
Nada menos.
"Dulzón y fatídico" / Testimonio de la
periodista Susana Rueda, conductora de TV, Canal 5, Rosario
Cuando algo le parece un bajón, un amigo mío lo
compara con "la última gota como para pegarse un corchazo el domingo
a la tarde". Creo que a todos nos pega, de algún modo, esa "depre"
dominical.
Recuerdo el inexorable cambio de humor de mis padres
que tenían la misión de instalar en la familia la rutina de la tarea
escolar: completar cuadernos, planchar guardapolvos y uniformes y
alistar portafolios, condenados al olvido desde el viernes al
mediodía y durante escasas, aunque felices, 48 horas.
Todo el placer y la diversión tenía un límite: las 5
de la tarde, con una hora de gracia hasta las 6, y después, la
tortura de orientar las neuronas otra vez a los números y los
problemas, las amebas y los paramecios, todo condimentado con el
insoportable zumbido del relato del fútbol en la radio.
Mi casa, gobernada por la rebeldía escolar de mis
dos hermanos varones se transformaba en un teatro de guerra entre
padres e hijos, cuadernos y carpetas de por medio, crispados los
humores por el sino ríspido de la obligación, sin salida ni película
salvadora.
A esta altura, una puede analizar que la escuela era
una bendición, comparada con los domingos por la noche de muchos
chicos que deben salir a buscar el pan entre los desechos. Pero a
esa edad la única conciencia social era la individual, y el límite
del placer llegaba, inexorablemente a las 5 de la tarde.
Está grabado en mi disco rígido desde la tierna
infancia; hasta llegar a estos días, en los que me corre el reloj,
porque el lunes el despertador suena a las 4.50, y tengo que estar
lúcida bien temprano.
Trabajar es para mí un placer, ya no sueño con paramecios y
cigotos, pero la obligación está ahí, instaladísima y formateada en
el CPU de la conciencia, asociada siempre al bajón dulzón,
nostálgico y fatídico del domingo por la tarde. http://www.diariouno.com.ar
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