COMO INFLUYE TU
NOMBRE EN TU FUTURO
La idea de que nuestros nombres
están entrelazados con nuestro destino tiene raíces bíblicas: según
el libro del Génesis, Abram vio su nombre cambiado por el de
Abraham, para adaptarse a su carácter de “padre de multitudes”, que
es el significado de Abraham en idioma hebreo.
En años recientes los sicólogos
sociales han descubierto que las personas se dejan influir por los
nombres al decidir con quién casarse, en qué calle vivirán y el
trabajo con el cual se ganan la vida. Y que lo hacen tomando en
cuenta los parecidos entre los nombres de personas y lugares y sus
propios nombres.
El investigador de la Universidad de
Pennsylvania
Uri Simonsohn, está protagonizando una controversia por estos
días sobre la real importancia que los nombres tienen en nuestras
decisiones existenciales. La investigación de Simonsohn apuntó a
determinar cuánta importancia le dan las personas a la elección de
un lugar de trabajo cuyo nombre sea similar al propio.
El estudio será publicado en la próxima edición de la revista
científica Psychological Science, y tomó como muestra a 438.000
personas estadounidenses que donaron dinero a campañas electorales
en 2004. Para comparar la muestra se usó un estudio similar
realizado en
Bélgica
en el cual se incluía a un tercio de la población de ese país
europeo.
El estudio belga encontró una proporción de 13% de personas en
empresas cuyos nombres coincidían en sus tres primeras letras con
los de sus empleados.
Pero después de comparar los nombres de las personas que trabajaban
en empresas estadounidenses bautizadas con nombres o apellidos (como
sucede, por caso, con las firmas de abogados), Simonsohn no encontró
mayores coincidencias entre los nombres o apellidos de los empleados
y el de las compañías para las cuales trabajaban.
¿Qué es un nombre?
En contra de estudios que han hallado una relación entre los nombres
de empresas y los de sus empleados, Simonsonhn asegura que puede
tratarse de coincidencias.
Los dichos de Simonsohn son rebatidos por Frederik Anseel, profesor
de sicología industrial y organizacional de la Ghent University, y
coautor del estudio belga.
"No creemos que las conclusiones de Simonsohn desmientan el efecto
nombre-letra de nuestro estudio”, dijo Anseel en una entrevista con
esta columna. Anseel ya está por publicar un artículo que sostiene
su punto de vista en la publicación estadounidense Psychological
Science.
Las diferencias culturales pueden haber influido en la polémica.
Simonsohn señala queun porcentaje mayor de estadounidenses suelen
fundar sus propias empresas. Anseel opone que el efecto de la
similitud de nombres entre empleados y compañías se ha encontrado en
diversos países alrededor del mundo.
Jean Twenge, profesor de sicología en la San Diego State University,
asegura ser escéptico con relación al estudio de Simonsohn.
Según Twenge, es un hecho que la
gente sí suele sentir más afinidad por nombres de empresas que les
recuerdan a su propio nombre o apellido.
El profesor de la San Diego State University asegura que la muestra
del estudio de Simonsohn (un listado de donantes a partidos
políticos) podría no ser representativa de la totalidad de la
población estadounidense. Según Twenge, donantes a organizaciones
políticas podrían ser personas más adineradas y dispuestas a abrir
negocios propios. “Ese hecho podría afectar la variable que el
estudio analizó”,asegura.
Teodora la doctora
Investigaciones previas hallaron afinidades entre nombres y oficios
en diversas áreas. Por caso, en
Estados Unidos
se encontraron más dentistas llamados Dennis de lo que sería
previsible en las estadísticas de la población en general. La
similitud, si bien no es un calco, es evidente: Dennis suena
parecido a “Dentist”, la palabra inglesa que significa dentista.
En estudios previos, Simonsohn había criticado otros estudios sobre
coincidencias de nombres, especialmente uno en el cual se sugería
que las personas se casan con aquellas de nombres similares a los
suyos. Como argumento, Simonsohnsugería que tales similitudes en
nombres o apellidos estaban más influidas por las coincidencias
étnicas de las parejas o por sus antecedentes personales.
"Estoy abierto a la idea de las afinidades de nombres y empresas o
parejas”, dice Simonsohn, “pero si alguien me dice que las personas
basan las grandes decisiones de sus vidas en coincidencias de
nombres, letras o apellidos, soy escéptico; las personas necesitan
más información para tomarlas”, dice el investigador.
El propio Simonsohn se muestra flexible al recordar un estudio de la
universidad de Michigan, publicado en 2008, en el cual se demostraba
que las personas eran más propensas a donar dinero a las víctimas de
un huracán si éste se llamaba de forma similar al donante.
Por caso, una Rachel estaría más
dispuesta a donar para los damnificados del huracán Rita. El estudio
contaba de todas las Katrinas que fueron activas participantes de
las labores de caridad tras el huracán homónimo que azotó a Estados
Unidos en 2005. “Ese tipo de coincidencias es comprensible”, afirma
Simonsohn.
Pero el investigador insiste en que cuando se trata de decisiones
más cruciales que donar o no donar para una obra de caridad, los
nombres no son un factor de peso. Por caso, que las personas toman
un trabajo en función del dinero que les ofrecen, y las condiciones
de crecimiento, sea cual sea el nombre de la empresa oferente.
La pregunta es qué peso tiene el inconsciente en nuestras
decisiones, y más aún en los casos en que estas parecen ser tomadas
de forma frívola o tonta. Investigadores como Anseel insisten en que
las personas no siempre toman decisiones racionales sobre sus vidas.
“Nos gusta vernos a nosotros mismos como seres racionales que
estudian los pros y contras de aceptar un empleo determinado, pero
nuestros estudios demuestran que hay otros factores en juego en la
toma de decisiones”, concluye el profesor de la San Diego State
University
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