EL PODER DEL
DOLAR ESTA LLEGANDO A SU FIN?
Un debate fuerte en estos días en
los medios económicos de Estados Unidos. Reproducimos un artículo de
un especialista, publicado por The Wall Street Journal.
Lo más asombroso sobre el mercado
internacional de divisas no es el elevado volumen de transacciones,
por increíble que haya sido el crecimiento, ni la volatilidad de los
tipos de cambio, por extrema que sea en estos días.
Lo verdaderamente extraordinario es que estamos hablando de un
mercado que sigue siendo sumamente dólar-céntrico.
Cuando una distribuidora de vinos de Corea del Sur quiere importar
cabernet chileno, el importador coreano compra dólares
estadounidenses, no pesos, para pagarle al exportador chileno. El
dólar es, en realidad, prácticamente el vehículo exclusivo de las
transacciones entre Chile y Corea del Sur, pese a que menos del 20%
del comercio de mercancías de los dos países corresponde a Estados
Unidos.
Chile y Corea distan de ser una anomalía. El 85% de las
transacciones de divisas en todo el mundo son operaciones de otras
monedas por dólares. Y lo que es válido para las transacciones de
divisas también lo es para otros negocios internacionales. La
Organización de Países Exportadores de Petróleo fija el precio del
crudo en dólares. El billete verde es la moneda de denominación de
la mitad de los valores internacionales de deuda. Más del 60% de las
reservas de divisas de los bancos centrales y gobiernos están en
dólares.
El dólar, en otras palabras, no es sólo la moneda de Estados Unidos,
sino la del mundo. Su reinado, sin embargo, está llegando a su fin.
Creo que en los próximos 10 años, vamos a ver un cambio profundo
hacia un mundo en el que varias monedas competirán por el
predominio. Este cambio tiene importantes repercusiones para, entre
otras cosas, la estabilidad de los tipos de cambio y los mercados
financieros, la facilidad de EE.UU. para financiar sus déficits
fiscal y en cuenta corriente y la capacidad de la Reserva Federal
para seguir adelante con su política de negligencia benigna respecto
al dólar.
Los tres pilares
Para entender el futuro del dólar, es importante entender por qué
llegó a ser tan dominante en primer lugar. Permítanme ofrecer tres
razones.
En primer lugar, su atractivo refleja la excepcional profundidad de
los mercados de valores denominados en dólares. La disponibilidad de
instrumentos derivados con los que cubrir el riesgo cambiario no
tiene parangón. Esto hace que el dólar sea la moneda más conveniente
para hacer negocios para las empresas, los bancos centrales y los
gobiernos.
En segundo lugar, está el hecho de que el dólar es el refugio seguro
del mundo. En épocas de crisis, los inversionistas acuden al dólar
por instinto, como lo hicieron tras la quiebra de Lehman Brothers en
2008. Esta tendencia refleja la liquidez excepcional de los mercados
en inversiones en dólares, y esa liquidez es el producto más
preciado en una crisis. Esto se deriva del hecho de que los bonos
del Tesoro estadounidense, el activo más importante comprado y
vendido por los inversionistas internacionales, ha tenido desde hace
tiempo una reputación de estabilidad.
Por último, el dólar se beneficia de la escasez de alternativas.
Otros países que durante mucho tiempo han disfrutado de una
reputación de estabilidad, como Suiza, o que hace poco adquirieron
una, como Australia, son demasiado pequeños para que sus monedas
constituyan más que una mínima fracción de las transacciones
financieras internacionales.
¿Qué está cambiando?
Pero los tres pilares que apuntalan el dominio internacional del
dólar se están deteriorando.
Los cambios tecnológicos están socavando el monopolio del dólar. No
hace tanto, podía haber espacio sólo para una auténtica moneda
internacional. Dada la dificultad para comparar precios en
diferentes divisas, era lógico que los exportadores, importadores y
emisores de bonos indicaran sus precios y facturaran sus
transacciones en dólares, aunque sólo fuera para no confundir a sus
clientes. Ahora, en cambio, casi todo el mundo lleva aparatos que se
pueden utilizar para comparar precios en diferentes monedas en
tiempo real.
El dólar, asimismo, está a punto de tener verdaderos rivales en el
ámbito internacional por primera vez en 50 años. Pronto habrá dos
alternativas viables: el euro y el yuan.
Los estadounidenses, en particular, tienden a descontar la
resistencia del euro, pero contrariando algunas predicciones, los
gobiernos europeos no lo han abandonado. Ni lo harán. Procederán a
la reducción del déficit a largo plazo, algo en lo que han
demostrado una voluntad más firme que EE.UU., y emitirán "bonos
europeos", respaldados por la confianza plena y el crédito de los
gobiernos de la zona del euro como grupo. Esto sentará las bases
para el tipo de mercado integrado de bonos europeos necesario para
crear una alternativa a los bonos del Tesoro estadounidense como una
forma en la que mantener las reservas de los bancos centrales.
China, mientras tanto, se está moviendo rápidamente para
internacionalizar el yuan, también conocido como renminbi. En el
último año se ha cuadruplicado la cuota de los depósitos bancarios
denominados en yuanes en Hong Kong. Setenta mil empresas chinas
están haciendo sus liquidaciones internacionales en yuanes.
Permitir a las empresas chinas hacer liquidaciones transfronterizas
en yuanes las liberará de tener que emprender costosas operaciones
de cambio de divisas, y ya no tendrán que asumir el riesgo cambiario
creado por el hecho de que sus ingresos son en dólares, pero muchos
de sus costos en yuanes. Permitir que los bancos chinos, por su
parte, hagan transacciones internacionales en yuanes les permitirá
hacerse con una tajada mayor del pastel financiero mundial.
Por último, existe el riesgo de que el dólar pierda su estatus como
refugio seguro. Los inversionistas extranjeros, privados y
oficiales, mantienen dólares no sólo porque son líquidos, sino
porque son seguros. El gobierno de EE.UU. tiene un historial de
cumplimiento de sus obligaciones y siempre ha tenido la capacidad
fiscal para hacerlo. Ahora, sin embargo, principalmente a
consecuencia de la crisis financiera, la deuda federal se acerca al
75% del Producto Interno Bruto de EE.UU.
Un mundo más complicado
¿Cómo afectará todo esto a los mercados, las empresas, las familias
y los gobiernos?
Un cambio evidente se producirá en los mercados de divisas. Ya no
habrá un salto automático en el valor del dólar y el correspondiente
descenso en el valor de otras monedas importantes, cuando aumente
repentinamente la volatilidad financiera.
Pero el impacto se extiende mucho más allá de los mercados. Las
compañías estadounidenses tendrán que hacer frente a algunos de los
mismos riesgos cambiarios que sus rivales extranjeros.
En este nuevo mundo monetario, además, el gobierno de EE.UU. no será
capaz de financiar su déficit presupuestario de manera tan barata,
puesto que ya no será tan grande el apetito por los bonos del Tesoro
de EE.UU. por parte de los bancos centrales de otros países.
EE.UU. tampoco será capaz de acarrear déficits comerciales y de
cuenta corriente tan grandes, ya que financiarlos será mucho más
caro. Para reducir el déficit en cuenta corriente EE.UU. tendrá que
exportar más. Eso, a su vez, implica que el dólar tendrá que caer en
los mercados cambiarios, ayudando a los exportadores estadounidenses
y perjudicando a las empresas que exportan a EE.UU.
Mis cálculos sugieren que el dólar tiene que descender cerca de 20%.
Debido a que los precios de los bienes importados subirán en EE.UU.,
el estándar de vida del país disminuirá en cerca de 1,5% del PIB,
unos US$225.00 millones en dólares actuales. Es el equivalente a
medio año de un crecimiento económico normal.
No es ninguna catástrofe, pero los estadounidenses lo sentirán en
sus billeteras. Por otro lado, la próxima vez que EE.UU. tenga una
burbuja de bienes raíces, los chinos ya no nos ayudarán a inflarla.
Barry Eichengreen, por profesor de Economía y Ciencia Política en
la Universidad de California en Berkeley.
The Wall Street Journal
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