TOMAR BEBIDAS
CALIENTES AL COMER EVITA FIJAR GRASAS
Si bien las
grasas son buenas y necesarias para el organismo dado la reserva de
energía que proporcionan, aprender a digerirlas será elemental para
conservar una buena salud, y silueta
Por qué acompañar
las comidas con infusiones a 37º o más.
“Yo voy a comer una pizza individual, con jamón y morrones. Y para
beber, té verde”. Si alguien hiciera ese pedido en una mesa contigua
a la suya en un restaurante, seguramente creería que se equivocó.
Sin embargo, está mucho más acertado que quien haya solicitado una
gaseosa para acompañar una comida.
Es que existen variadas evidencias acerca de que las bebidas
calientes ayudan a digerir las grasas que se consumen en las
comidas, a diferencia de las bebidas frías, que hacen que las grasas
se “solidifiquen” y asienten en las paredes del aparato digestivo.
En ese sentido, los orientales viven más y mejor y en Japón, por
ejemplo, no sólo son flacos sino que también son los más saludables
del mundo, con el menor índice de enfermedades cardiovasculares y de
cáncer ya que viven más y mejor.
“Hara Hachi Bu” es un refrán que en ese país significa “comer hasta
el 80% de la capacidad del estómago, más no hace falta”.
Literalmente, sería “estómago lleno 8 veces de 10”. En la vida
práctica, se traduce en comer hasta alcanzar un 80% de la saciedad.
Se trata de una filosofía alimenticia que mantiene un control sobre
la ingesta de calorías y promueve comer a conciencia, es decir,
eliminar la prisa y poner la atención tanto en los alimentos
(olores, sabores, texturas, colores) como en el propio cuerpo para
aprender a detectar la saciedad.
Entre sus hábitos está el acompañar sus comidas con bebidas
calientes como el té verde.
Para la doctora María Alejandra Rodríguez Zía, una explicación
posible y sencilla puede ser recordar “la imagen de un puchero
caliente, en donde la grasa de la carne o el pollo aparece flotando
en el caldo, derretida. Luego, al colocar el puchero en la heladera,
la misma grasa flota pero, en estado sólido”.
“En el ejemplo del puchero se puede explicar lo que ocurre con las
grasas y la temperatura de los líquidos que bebemos”, comparó la
especialista.
Zía detalló que en los alimentos hay muchos tipos de grasas: grasas
vegetales, como las que contiene la palta, las frutas secas, las
semillas de lino, de sésamo o de chía. Las grasas animales son otro
tipo diferente contenidas dentro de la leche, la yema del huevo, la
carne vacuna, ovina, porcina y el pescado.
Hay grasas líquidas como los aceites, la grasa de la leche y de la
yema del huevo y grasas sólidas como la del asado, la manteca o las
achuras.
“Las grasas son buenas y necesarias para el cuerpo; sus funciones
principales son la reserva de energía para los tiempos en que no se
pueda alimentar el organismo”, explicó la especialista, quien
detalló que “si bien forman parte de la estructura de todas las
células, en mayor medida conforman la estructura del cerebro y son
esenciales para generar sustancias en el organismo como la vitamina
D, las hormonas sexuales (femeninas y masculinas) y las
prostaglandinas, que son moléculas antiinflamatorias y necesarias
para el sistema inmunológico”.
Hay grasas “esenciales” que el cuerpo debe incorporar de los
alimentos porque no las puede sintetizar, como son los ácidos grasos
omega 3 y omega 6.
Luego de conocer la importancia de ingerir grasas en nuestra
alimentación, es elemental saber cómo se digieren mejor para
conservar una buena salud.
Las diferencias de las grasas están dadas por distintas estructuras
moleculares. La grasa está formada por carbono, hidrógeno y oxígeno
y, según el número de cada uno de ellos, tendrá diferentes
comportamientos. Por ejemplo, la grasa de la leche es líquida debido
a que es una molécula pequeña y se puede diluir en el agua a
temperatura ambiente.
“Hoy sabemos que la grasa es más nociva para el cuerpo si es sólida
a temperatura ambiente como la grasa del asado, la margarina, el
salame, el chorizo, etc. ya que estas grasas tienen moléculas
grandes y rígidas por lo que son más difíciles de diluir en el
agua”, manifestó Rodríguez Zía.
Y detalló que “las grasas líquidas tienen moléculas flexibles, como
el aceite de oliva o girasol y la razón de esto son las diferentes
cantidades de hidrógenos que poseen”.
Los conocidos ácidos grasos omega 3 y omega 6 se denominan así por
tener un hidrógeno de menos en el lugar 3 ó 6 contando desde el
último átomo de la cadena, o sea del carbono omega.
Los argentinos, y la mayoría de la población occidental, consumen
excesivas cantidades de omega 6. Los orientales, en cambio, tienen
una alimentación rica en omega 3. La razón es porque los
occidentales son pueblos carnívoros y acostumbrados a cocinar
frituras.
También los pueblos esquimales son grandes consumidores de omega 3,
dado que consumen todo tipo de productos de mar (pescados, foca,
ballena, lobo marino, mariscos). Está demostrado que estos pueblos
no padecen de infarto cardíaco ni de accidente cerebro vascular, por
lo contrario tienen riesgo de tener hematomas cerebrales dada la
baja coagulación de la sangre por exceso de omega 3.
“Es muy saludable tener la costumbre de comer aceite de oliva,
girasol, lino o chía crudo, por ejemplo, colocándolo sobre las
verduras cocidas o crudas y también sobre las carnes ya cocidas. Si
el plato que se condimenta con aceites crudos se acompaña con un té
de hierbas tibio a 37ºC o más mejora la digestión y absorción de
estos aceites”, recomendó la especialista, quien especificó que “el
aceite de oliva es líquido a 13ºC, más aún a 37ºC, que es la
temperatura del cuerpo”.
En ese sentido, “la grasa del asado es sólida a temperatura ambiente
y sólo llegando a 70ºC se transforma en líquida; de ahí que bastará
imaginarse la combinación entre la grasa de asado y una bebida fría
en el estómago”, insistió Rodríguez Zía.
Por el contrario, “al comer asado, hamburguesas, salame, quesos
duros o papas fritas con una cerveza a 4ºC se genera la
solidificación de las grasas que ya son sólidas a temperatura
ambiente, lo cual las hace de difícil digestión, además de que su
destino será el depósito en el cuerpo en lugares nocivos como el
hígado y las arterias”, agregó.
Podría decirse que comer las comidas con bebidas frías solidifica,
en contrapartida de lo que ocurre al comer con bebidas calientes,
que diluyen, disuelven, licuan.
Es porque las bebidas calientes ayudan a digerir las grasas que se
consumen en las comidas, sobre todo el té verde. Las bebidas frías
hacen que las grasas se asienten en las paredes del aparato
digestivo haciendo que la gente engorde.
Así, beber una taza de té caliente (preferiblemente té verde), té
negro o aguas aromáticas, como manzanilla, canela y anís e incluso
una taza de café junto a las dos comidas principales le permitirá al
sistema digestivo procesar de manera mucho más eficiente las grasas
presentes en los alimentos, lo que con el tiempo se verá reflejado
en la pérdida progresiva de peso corporal.
Por otro lado, cuando acompañamos las comidas con bebidas es
saludable tomarlas a temperatura ambiente, llegando a los 30º o más.
En conclusión, según la especialista, si se desea tomar una bebida
helada será mejor hacerlo lejos de las comidas, y a modo de un gusto
personal, pero debe saberse que, incluso en casos de insolación, el
cuerpo necesita líquidos a temperatura menores a 37º pero no
necesariamente heladas
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